Cartel francés contra el rearme alemán. |
No habían pasado ni siete
años de su derrota y ya había quienes querían armarlos de nuevo hasta los
dientes. Habían atacado a sus vecinos y masacrado a su población, pero la
política de Estado se iba a imponer. Los enemigos de ayer eran los amigos de
hoy. Hace 60 años se firmó el tratado que debía dar vida a la Comunidad Europea
de Defensa. Es decir, Alemania, la gran derrotada en la Segunda Guerra Mundial
finalizada en 1945, podría volver a armarse. Esta vez el enemigo era la temible
Unión Soviética. Era la Guerra Fría.
Cuando los representantes
de Francia, Alemania Federal, Italia, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo
firmaron en París el Tratado de la Comunidad Europea de Defensa el 26 y 27 de
mayo de 1952, lo hicieron con dos objetivos claros a la vista: la integración
de Europa y su defensa por sus propios medios.
Estos estados ya eran
miembros de la CECA, la organización que unificaba el carbón y el acero de Europa
occidental para matar así los argumentos que habían provocado guerras y
millones de muertes en el continente durante la primera mitad del S. XX. La CECA, impulsada por los franceses Robert Schumann
y Jean Monnet y abrazada por el canciller alemán Konrad Adenauer, se firmó en
1951. Pero no era suficiente.
Firm del tratado de la Comunidad Europea de Defensa. |
A principios de los
años 50 Europa seguía en gran parte destruida y su economía pendía de un hilo,
en concreto, dependía de los EE UU, la gran superpotencia mundial. El milagro
económico todavía no se había producido y aún quedaban muchas casas en ruinas,
familias destrozadas, soldados prisioneros y mucho, mucho miedo y rencor.
La Unión Soviética, gobernada
en ese momento por Stalin, gozaba de una reputación internacional envidiable
como la gran vencedora del fascismo. Todavía mantenía un poderosísimo ejército,
pero estaba prácticamente destruida, en ruinas y en quiebra. Aún así se
permitió construir un imperio que abarcaba el centro y el este de Europa.
Bulgaria, Rumanía, Hungría, Checoslovaquia, Polonia y Alemania Oriental estaban
gobernados por gobiernos comunistas. La tensión se mascaba en el ambiente sobre
todo tras la invasión de Corea del Norte en el Sur en 1950 que provocó la
intervención de EEUU en Asia y el miedo a una Tercera Guerra Mundial. La Guerra
Fría estaba en su apogeo.
La amenaza soviética
Los estados europeos,
con Francia a la cabeza, temían que Corea sólo fuera el principio, que Stalin fuera
a usar su enorme ejército para avanzar hacia el Atlántico y conquistar así el resto
de Europa aprovechando la debilidad de sus países. Los únicos que podían frenar
este avance eran los estadounidenses, lo que significaba una humillación y una
presencia militar y hegemonía política que los europeos –hasta hacía no mucho
los dueños del mundo- difícilmente podían soportar. Por eso Francia encabezó
los intentos de integración europea: para crear un continente fuerte –controlado
por ella- que hiciera frente a la amenaza soviética sin necesitar al amigo
americano.
Monnet y Schumann. |
Los británicos no
jugaron ese juego. Para ellos la OTAN, fundada poco antes, era suficiente y
garantizaba su seguridad, aunque fuera bajo órdenes de Washington. Por eso los
políticos de París se fijaron en su enemigo íntimo, Alemania, que a orillas del
Rin se relamía aún de sus heridas, dividida, ocupada y marginada.
El canciller de
Alemania Occidental, el ex alcalde de Colonia Konrad Adenauer, era católico y
conservador. Y muy renano, es decir, hostil a la tradición prusiana y a los
intereses geoestratégicos alemanes en el centro de Europa. Adenauer era pro
occidental, en todos los sentidos. Sus detractores incluso le acusarían de
desaprovechar una oferta de Stalin de reunificar Alemania a cambio de su
neutralidad porque Adenauer insistió en arrimarse a Occidente.
El miedo francés, que
siempre había sido una amenaza para Alemania, se iba a convertir esta vez en
una oportunidad. Ansioso por recuperar cierta presencia internacional, de salir
del aislamiento y de participar en la economía europea, Adenauer aceptó sin
tapujos las insinuaciones francesas sobre una integración de Europa occidental
para hacer frente a soviéticos (y a estadounidenses).
La CECA fue el primer
paso. No hubo excesivos problemas para aprobarla. A todos les convenía este
acuerdo que suponía un gran paso para la reconstrucción de Europa. Pero el
segundo paso era más complicado.
Schumann y Monnet
sabían que con la integración de la gestión del carbón y del acero (con el que,
a fin de cuentas, se hacían los cañones) no se podía ahuyentar a nadie. Por eso
el segundo paso debía ser crear un ejército europeo común. El problema es que
se tenía que armar a Alemania Occidental y no había mucha gente dispuesta a
permitir eso tan sólo siete años después del suicidio de Hitler.
Recuperar la soberanía
Por su parte Adenauer
insistió, aunque también había muchos alemanes –liderados por los
socialdemócratas del SPD- que se oponían a volver a tener un ejército. Se
produjo un intenso debate interno en el país, aunque el verdadero objetivo del
canciller era recuperar la plena soberanía y acabar con el estatus de ocupación
que continuaba en vigor. Así pues, Adenauer presionó a los franceses para que
aceptaran devolver a la República Federal su soberanía a cambio de integrarse
en el ejército europeo.
Konrad Adenauer. |
La URSS, por su parte,
protestó enérgicamente y amenazó de que esto significaba el retorno del
militarismo alemán y de que la víctima clara de este nuevo ejército sería la
Unión Soviética. A los angloamericanos tampoco les acabó de convencer. Finalmente
el tratado se firmó, pero nunca entró en vigor.
A pesar de haber
partido de una idea propia, fueron los franceses los que mataron a la Comunidad
Europea de Defensa justo antes de nacer. Tras muchos tira y afloja, debates
intensos y agresivos sobre la conveniencia de armar al archienemigo tradicional
que una década antes había ocupado París, venció el punto de vista más
tradicional y el tratado no fue ratificado por el parlamento francés en 1954.
La integración militar europea había muerto.
Aunque la explicación
oficial fue la de no querer armar al antiguo enemigo, las malas lenguas de
entonces indicaron que se podía haber producido un trueque entre Francia y la
URSS: ese mismo año 1954 los franceses habían sufrido una derrota espectacular
en Indochina contra las guerrillas comunistas. Moscú se habría ocupado de
presionar a sus protegidos asiáticos para que aceptasen un tratado de paz mucho
más suave para París a cambio de dejar caer la Comunidad Europea de Defensa.
Ruinas en los años 50. |
A Adenauer el disgusto
no le duró demasiado, ya que Alemania Occidental rápidamente fue aceptada en la
OTAN donde entró en 1955 creándose su ejército, la Bundeswehr.
Sin embargo, las
consecuencias de este juego político persisten en el tiempo y hoy las estamos
sufriendo de manera especial. Al impedirse la integración militar de Europa se
cortó de raíz el camino de la integración política del continente, que era el
objetivo último de sus ideólogos Schumann y Monnet para hacer frente al poder
de las superpotencias. Solamente quedaba abierto el camino para la integración
económica que recibió un empujón fundamental en 1957 con la firma del Tratado
de Roma, el certificado de nacimiento de la actual Unión Europea.
Surge la pregunta: si
se hubiese ratificado la integración militar y política hace 60 años, ¿estaríamo
hoy sufriendo Europa esta crisis tan profunda?
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