Tiberio y Cayo Sempronio Graco. |
Las injusticias
sociales se han dado sin descanso a lo largo de la historia. Los ricos y
poderosos creaban sistemas sociales y leyes con el objetivo de perpetuar sus
privilegios más allá de su generación y obligar a los nietos de sus siervos a servir
a los suyos. Pero ha habido momentos en los que los siervos se rebelaban. Esto
es lo que ocurrió en la Roma republicana, un estado que no paraba de ganar
guerras y de expandir su territorio. Fue precisamente este éxito lo que provocó
el conflicto.
En el siglo II a.C. la
República de Roma sufrió una grave crisis debido a su crecimiento tan
espectacular como rápido. En un siglo y medio pasó de controlar solamente la
Península Itálica a ser la potencia hegemónica en el Mediterráneo. Vencida y
destruida Cartago, conquistada Macedonia, creadas provincias en Hispania y el
sur de la Galia, y con un pie en el Asia Menor, Roma era el árbitro del mundo y
la dueña de inmensos territorios, de miles de esclavos y de riquezas saqueadas
a los reinos más opulentos del momento.
Fue una rapiña inmensa
que enriqueció muchísimo a los romanos, mejor dicho, a sólo un puñado de ellos,
los más poderosos. Eran los llamados optimates,
los más ricos, oligarcas y patricios que controlaban el Senado. Estaban enfrentados
a los populares, los representantes
de la plebe. Las grandes conquistas romanas habían sido peleadas por los plebeyos
que configuraba el grueso de las legiones. Sin embargo, a pesar de ello el botín,
los esclavos, y sobre todo, las tierras, no se repartieron de manera
equitativa. Según la ley romana, las tierras conquistabas pasaban a formar
parte del ager publicus, al Estado, y
era repartido después. Pero los optimates,
que controlaban el poder, simplemente se hicieron con ellas sin esperar reparto
alguno.
La ruina de los plebeyos
Esto significaba la
ruina para los plebeyos campesinos que eran pequeños propietarios de tierras,
lo que habían sido la mayoría de los ciudadanos romanos hasta las grandes
conquistas. Sus pequeñas propiedades no podían competir con los grandes latifundios
de los senadores y muchas acabaron absorbidas por ellos.
La expansión de Roma en el S. II a.C. |
Las causas eran
simples. Las conquistas trajeron a Italia una gran cantidad de productos agrícolas
de las nuevas provincias que bajaron los precios de los productos de tal manera
que los pequeños agricultores se arruinaban. Además, la cantidad de esclavos
capturados en las guerras victoriosas y que ahora trabajaban en los
latifundios, abarató tanto los costes laborales que los campesinos arruinados no
eran contratados como jornaleros.
Desempleo o esclavitud
voluntaria era la opción para muchos de los miles de ciudadanos romanos
arruinados que habían luchado en las campañas que habían enriquecido a los senadores.
Las guerras eran cada vez más largas y en lugares más lejanos, por lo que los campesinos,
que eran los legionarios, no podían hacer frente a la guerra y a su parcela a
la vez. Otra causa de la ruina.
Una revolución legal
Pero los plebeyos contraatacaron,
y lo hicieron en las instituciones. Dos hermanos, Tiberio y Cayo Sempronio Graco,
encabezaron la revolución. Iba a ser tranquila, a través de las instituciones y
respetando la ley. Pero los poderosos optimates no se quedaron con los brazos
cruzados.
Campesinos romanos. |
En el año 133 a.C.
Tibero Sempronio Graco fue elegido Tribuno de la Plebe. Ese mismo año presentó
una proposición de ley, la llamada Ley Sempronia. Era una revolución que presentaba una reforma agraria en toda
regla. Básicamente expropiaba las tierras ocupadas ilegalmente por los optimates y establecía su reparto
equitativo entre la plebe. Los pequeños campesinos recuperarían así sus tierras
y, como estaba prohibida su venta por la nueva ley, se impedía que fueran
absorbidas de nuevo por los latifundios. Un tribunal de tres miembros, entre
los que estaba Cayo, el hermano de Tiberio, debía presidir este proceso.
Como era de esperar,
los optimates no permitieron que esta
ley prosperara. Desde el Senado trataron de poner todos los obstáculos
posibles. Para empezar, no proporcionaron el dinero público necesario para
pagar las expropiaciones. Los aristócratas creían que la ley moriría de esta
manera, pero no contaban con que el rey de Pérgamo, Atalo II, al morir en el
año 133 a.C. le dejaría su herencia, su reino y su tesoro, a la República de
Roma. Pérgamo era uno de los reinos más ricos de la Antigüedad, por lo que ya
había dinero para la reforma agraria. Los optimates
estaban desesperados ya que iban a perder sus tierras.
La reacción de los
privilegiados
Reaccionaron
calumniando a Tiberio, inventándose historias y haciendo circular el rumor de
que quería convertirse en rey. Era lo más grave de lo que se podía acusar a
alguien en la República de Roma. Se produjo un motín popular –pagado por los optimates- que acabó matando a Tiberio.
Imagen idealizada del Senado romano. |
Parecía que los
plebeyos habían perdido y que la reforma agraria se había acabado, pero aún
quedaba un Graco, Cayo. Fue elegido Tribuno de la Plebe en el año 123 a.C., diez
años después que su hermano. Se propuso recuperar su legado. Volvió a presentar
la Ley Sempronia para redistribuir
las tierras de manera justa, y además, la amplió con una serie de medidas para
garantizar mayor peso político para los plebeyos y limitar los privilegios políticos
de los optimates: el objetivo era
impedir que los patricios pudieran bloquear la ley una vez más desde las
instituciones.
Y como la anterior vez
los optimates reaccionaron con
violencia. Cayo Graco sabía que irían contra él, por lo que necesitaba ganar
otra vez las elecciones a Tribuno de la Plebe para continuar contando con la
inmunidad legal que le proporcionaba el cargo, pero perdió. El segundo Tribuno
de la Plebe, Livio Druso, trabajaba para los patricios y presentó una serie de
medidas para ‘comprar’ la voluntad de los plebeyos contra Graco. Él y sus
partidarios estaban de pronto a merced de los optimates, que no dudarían en usar la ley contra ellos, igual que
hicieron diez años antes contra los partidarios de Tiberio.
La consecuencia fue que
Cayo y sus partidarios se atrincheraron en el monte Aventino de Roma, el centro
neurálgico de los plebeyos. Los optimates
entraron a sangre y fuego arrestando a los partidarios de la reforma agraria y condenándoles
posteriormente a muerte. Cayo logró huir, pero no tenía escapatoria. Al final
mandó a su esclavo Filócrates que le matara. En diez años los dos hermanos
Graco habían muerto tratando de defender un reparto más equitativo de los beneficios
de las nuevas conquistas que tan caras les salían a los plebeyos.
Fue el fin de la
reforma agraria y una victoria importante para la aristocracia. Pero muy pronto
surgirían nuevos líderes de los populares.
El conflicto seguiría vivo. A Roma le esperaría un siglo de guerras civiles y
violencia y al final, la muerte de la República y la llegada de un nuevo
régimen: el Imperio Romano de Augusto. El fin de la libertad.
Bibliografía:
Si te ha interesado este post y te gustaría leer algo más sobre el periodo de los Graco en Roma, te recomiendo los siguientes libros:
- Historia de Roma. Tomo 1. La república romana. José Manuel Roldán.
- El imperialismo romano. José Manuel Roldán.
- Grandeza y decadencia de la república romana. Marcel Le Glay.
- Los Graco y el comienzo de las guerras civiles. Colección Akal Historia del Mundo Antiguo nº 42
Cuando nos dicen que somos hijos de Roma y vemos su história, no nos cabe la menos duda y digase que aun estamos buscando esa tal reforma más equitativa. Esa revolución está demorada...
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo federico. La lucha por un mundo mejor existe desde que existe la desigualdad. Gracias por tu comentario. Un saludo
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