Barricada en Barcelona, mayo 1937. |
Hace 75 años se
comenzaron a desmantelar las barricadas en Barcelona. Estos parapetos habían
estado separando durante casi una semana a dos rivales que se combatieron de
manera sangrienta y emanando odio como si se tratara de enemigos encarnizados.
Sin embargo, el verdadero enemigo se encontraba a cientos de kilómetros de
allí, seguramente que gozando con las noticias que le llegarían de la capital
catalana. El 8 de mayo de 1937 se puso fin a una verdadera locura, una guerra
civil dentro de la guerra civil. Los llamados sucesos de mayo.
Todo había comenzado
unos días antes. El 3 de mayo de 1937 unos dos centenares de policías mandados
por el Gobierno de la Generalitat procedieron a ocupar el edificio de la Telefónica
en Barcelona. Este edificio estaba controlado por miembros del sindicato
anarquista CNT que opusieron resistencia. Controlar este edificio no era
ninguna tontería. En esa época todas las llamadas telefónicas pasaban
irremediablemente por una operadora que conectaba a los interlocutores. Así
pues, la CNT controlaba las llamadas que se hacían en Barcelona, y bastante
más.
El Gobierno de Cataluña
quiso poner fin a esta situación y, apoyado por el PSUC, sectores del PSOE y la
UGT, y por Esquerra Republicana, cuyo líder Lluis Companys era el presidente de
la Generalitat, mandó tomar el edificio. Fue el principio de un combate que
llevaba meses fraguándose. En un abrir y cerrar de ojos aparecieron miles de
fusiles y ametralladoras que habían sido escondidas y se levantaron barricadas
en las calles barcelonesas. Había llegado la hora de la venganza después de
meses de desencuentros.
El camino a las barricadas
Cuando comenzó el golpe
de estado de los militares contra el Gobierno republicano del Frente Popular en
julio de 1936, fueron sobre todo los anarquistas los que lucharon y vencieron a
los golpistas en Barcelona. La CNT contaba con gran éxito y muchos militantes
entre los obreros de las fábricas del textil catalán, y fueron estos
anarquistas bregados en años de clandestinidad los que vencieron a los soldados
del general Goded con ayuda de algunos guardias civiles leales a la República.
Anarquistas en Barcelona, julio 1936. |
Al igual que ocurrió en Madrid en las mismas fechas, el golpe de Estado produjo un vacío de poder que
rápidamente fue llenado por las organizaciones y sindicatos obreros que, ante
el caos en el ejército –entre golpistas, leales y neutrales- se hicieron con
armas para crear las milicias y luchas contra los militares.
En Cataluña, aunque
muchos milicianos marcharon en dirección Zaragoza para luchar contra los
fascistas, sin embargo otros muchos permanecieron en la capital catalana y
crearon el Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña. Esta
organización, a la que pertenecían la CNT y las fuerzas del Frente Popular,
actuaba como el verdadero gobierno catalán dejando a la Generalitat sin funciones
de hecho. Tenían armas, y eso era lo que contaba para imponer sus reglas.
Crearon vales que sustituyó el dinero, controlaban la producción de armas y la
distribución de suministros.
Además, empezaron a
aplicar su objetivo de comenzar la revolución social aún mientras duraba la
guerra, en franca oposición a la estrategia de comunistas y gran parte de
socialistas de esperar al final del conflicto para no asustar a las democracias
occidentales y conseguir su apoyo. Dentro de esta actitud revolucionaria, la
CNT y el POUM, un pequeño partido comunista
no estalinista, crearon una serie de granjas y pueblos donde se colectivizaron
las tierras, sobre todo en la zona de Caspe, en Aragón, y en otros muchos
puntos de Cataluña. Tampoco creían en los mandos militarizados y en la
integración de las milicias obreras en el Ejército Popular que se estaba
organizando.
Por otro lado, sectores
del Gobierno central –entre ellos el ministro socialista Indalecio Prieto y el
PCE- pedían la recuperación del control estatal en Cataluña y su integración en
la economía de guerra. Hasta ese momento la región catalana, una de las más
ricas e industrializadas de España, había estado al margen del esfuerzo de guerra
general por la imposibilidad de controlar a las milicias. Y por supuesto la
Generalitat quería recuperar el poder que había perdido en julio de 1936 y
volver a ejercer el poder efectivo desarmando a las milicias. El enfrentamiento
estaba servido.
Cinco días de lucha
fracticida
Fueron cinco días de tiroteos
que estremecieron a toda la España republicana. Hubo incluso unidades de
combate anarquistas y del POUM que trataron de abandonar sus posiciones en el
frente para participar en los combates de Barcelona. Sin embargo, pronto se
recuperó la cordura y el enfrentamiento cesó. Eso sí, tras dejar unos 500
muertos y un millar de heridos. Finalmente la dirección de la CNT hizo un
llamamiento a sus afiliados para cesar la lucha y la llegada de un buque de la
armada lleno de guardias de asalto hizo que los revolucionarios depusieran las
armas.
Guardias de asalto de la República. |
Las consecuencias
fueron muchas y de hondo calado. Para comenzar miles de anarquistas y
militantes del POUM fueron detenidos acusados de haber participado en la
revolución. Había comenzado una purga sangrienta instigada por el PCE contra los
rivales del gobierno, en especial contra el POUM cuyo líder, Andreu Nin, fue
detenido y asesinado por los servicios secretos soviéticos meses más tarde. El
POUM fue proscrito y acusado de troskista y fascista, de colaborar con Franco.
Por otro lado, el
presidente del Gobierno, el socialista y sindicalista Francisco Largo Caballero, aunque participó activamente en la supresión de las barricadas
barcelonesas, también tuvo que dimitir poco después y fue sustituido por el
también socialista Juan Negrín. Indalecio Prieto sería nombrado ministro de la
Guerra.
Tras los sucesos de
mayo la Generalitat recuperó el poder de facto en Cataluña y se suprimió el
Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña. También en Aragón las
tropas comunistas de Enrique Líster aplastaron las colectividades anarquistas
en Caspe poniendo fin al poder de la CNT que, poco a poco, perdió la influencia
que tenía al principio de la guerra.
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