8/5/12

LA GUERRA CIVIL EN LA GUERRA CIVIL


Barricada en Barcelona, mayo 1937.
Hace 75 años se comenzaron a desmantelar las barricadas en Barcelona. Estos parapetos habían estado separando durante casi una semana a dos rivales que se combatieron de manera sangrienta y emanando odio como si se tratara de enemigos encarnizados. Sin embargo, el verdadero enemigo se encontraba a cientos de kilómetros de allí, seguramente que gozando con las noticias que le llegarían de la capital catalana. El 8 de mayo de 1937 se puso fin a una verdadera locura, una guerra civil dentro de la guerra civil. Los llamados sucesos de mayo.

Todo había comenzado unos días antes. El 3 de mayo de 1937 unos dos centenares de policías mandados por el Gobierno de la Generalitat procedieron a ocupar el edificio de la Telefónica en Barcelona. Este edificio estaba controlado por miembros del sindicato anarquista CNT que opusieron resistencia. Controlar este edificio no era ninguna tontería. En esa época todas las llamadas telefónicas pasaban irremediablemente por una operadora que conectaba a los interlocutores. Así pues, la CNT controlaba las llamadas que se hacían en Barcelona, y bastante más.

El Gobierno de Cataluña quiso poner fin a esta situación y, apoyado por el PSUC, sectores del PSOE y la UGT, y por Esquerra Republicana, cuyo líder Lluis Companys era el presidente de la Generalitat, mandó tomar el edificio. Fue el principio de un combate que llevaba meses fraguándose. En un abrir y cerrar de ojos aparecieron miles de fusiles y ametralladoras que habían sido escondidas y se levantaron barricadas en las calles barcelonesas. Había llegado la hora de la venganza después de meses de desencuentros.


El camino a las barricadas

Cuando comenzó el golpe de estado de los militares contra el Gobierno republicano del Frente Popular en julio de 1936, fueron sobre todo los anarquistas los que lucharon y vencieron a los golpistas en Barcelona. La CNT contaba con gran éxito y muchos militantes entre los obreros de las fábricas del textil catalán, y fueron estos anarquistas bregados en años de clandestinidad los que vencieron a los soldados del general Goded con ayuda de algunos guardias civiles leales a la República.
Anarquistas en Barcelona, julio 1936.

Al igual que ocurrió en Madrid en las mismas fechas, el golpe de Estado produjo un vacío de poder que rápidamente fue llenado por las organizaciones y sindicatos obreros que, ante el caos en el ejército –entre golpistas, leales y neutrales- se hicieron con armas para crear las milicias y luchas contra los militares.
 

En Cataluña, aunque muchos milicianos marcharon en dirección Zaragoza para luchar contra los fascistas, sin embargo otros muchos permanecieron en la capital catalana y crearon el Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña. Esta organización, a la que pertenecían la CNT y las fuerzas del Frente Popular, actuaba como el verdadero gobierno catalán dejando a la Generalitat sin funciones de hecho. Tenían armas, y eso era lo que contaba para imponer sus reglas. Crearon vales que sustituyó el dinero, controlaban la producción de armas y la distribución de suministros.


Además, empezaron a aplicar su objetivo de comenzar la revolución social aún mientras duraba la guerra, en franca oposición a la estrategia de comunistas y gran parte de socialistas de esperar al final del conflicto para no asustar a las democracias occidentales y conseguir su apoyo. Dentro de esta actitud revolucionaria, la CNT y el POUM, un  pequeño partido comunista no estalinista, crearon una serie de granjas y pueblos donde se colectivizaron las tierras, sobre todo en la zona de Caspe, en Aragón, y en otros muchos puntos de Cataluña. Tampoco creían en los mandos militarizados y en la integración de las milicias obreras en el Ejército Popular que se estaba organizando.
 

Por otro lado, sectores del Gobierno central –entre ellos el ministro socialista Indalecio Prieto y el PCE- pedían la recuperación del control estatal en Cataluña y su integración en la economía de guerra. Hasta ese momento la región catalana, una de las más ricas e industrializadas de España, había estado al margen del esfuerzo de guerra general por la imposibilidad de controlar a las milicias. Y por supuesto la Generalitat quería recuperar el poder que había perdido en julio de 1936 y volver a ejercer el poder efectivo desarmando a las milicias. El enfrentamiento estaba servido.


Cinco días de lucha fracticida

Fueron cinco días de tiroteos que estremecieron a toda la España republicana. Hubo incluso unidades de combate anarquistas y del POUM que trataron de abandonar sus posiciones en el frente para participar en los combates de Barcelona. Sin embargo, pronto se recuperó la cordura y el enfrentamiento cesó. Eso sí, tras dejar unos 500 muertos y un millar de heridos. Finalmente la dirección de la CNT hizo un llamamiento a sus afiliados para cesar la lucha y la llegada de un buque de la armada lleno de guardias de asalto hizo que los revolucionarios depusieran las armas.  


Guardias de asalto de la República.
Las consecuencias fueron muchas y de hondo calado. Para comenzar miles de anarquistas y militantes del POUM fueron detenidos acusados de haber participado en la revolución. Había comenzado una purga sangrienta instigada por el PCE contra los rivales del gobierno, en especial contra el POUM cuyo líder, Andreu Nin, fue detenido y asesinado por los servicios secretos soviéticos meses más tarde. El POUM fue proscrito y acusado de troskista y fascista, de colaborar con Franco.

Por otro lado, el presidente del Gobierno, el socialista y sindicalista Francisco Largo Caballero, aunque participó activamente en la supresión de las barricadas barcelonesas, también tuvo que dimitir poco después y fue sustituido por el también socialista Juan Negrín. Indalecio Prieto sería nombrado ministro de la Guerra.

Tras los sucesos de mayo la Generalitat recuperó el poder de facto en Cataluña y se suprimió el Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña. También en Aragón las tropas comunistas de Enrique Líster aplastaron las colectividades anarquistas en Caspe poniendo fin al poder de la CNT que, poco a poco, perdió la influencia que tenía al principio de la guerra.    

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