Lutero clava sus 95 tesis en Wittenberg. |
Cuenta
la historia que el 31 de octubre de 1517 un monje desconocido y
profesor de teología clavó 95 tesis en la puerta de su iglesia en
Wittenberg, en la actual Alemania. Estas tesis se dirigían contra el
funcionamiento de la Iglesia Católica y eran un desafío claro y
descarado al poder. Ese monje era Martín Lutero y este acto de
insubordinación tendría grandes consecuencias a corto, medio y
largo plazo: el cisma del Cristianismo, el fin de la aspiración
imperial en Europa y una forma de pensar y de actuar que pondría las
bases de la modernidad y del pensamiento político liberal.
Martín
Lutero se atrevió a expresar lo que muchos antes que él ya habían
dicho, pero a diferencia de los demás, sus denuncias fueron
expuestas en el momento y en el lugar adecuado. Sus quejas iban
dirigidas a la jerarquía de la Iglesia Católica, a la que,
básicamente, ponía en entredicho como instrumento fundamental para
alcanzar lo que obsesionaba a cualquier europeo del S. XVI: la
salvación eterna.
Lutero
lanzó un ataque frontal contra el Papado, su pretensión de
infabilidad y su capacidad para gestionar la fe de sus fieles
basándose en su condición de vicario de Cristo en la Tierra. En
concreto, los ataques fueron dirigidos contra las indulgencias, una
fuente de recaudación según la cual, a cambio de una cantidad de
dinero pagado a la Iglesia, se acortaban los días en el purgatorio
del donante tras su muerte. La Basílica de San Pedro de Roma se
financió principalmente con el dinero de los católicos que creían
que pagando podían escapar del castigo divino. Esta creencia se
basaba en que el Papa tenía el poder de influir en el juicio final
de cada individuo, pero Lutero lanzó la pregunta clave que
desmontaba este mecanismo: “¿Por qué una persona sin Dios puede
perdonar los pecados a cambio de dinero?”
“Cuando
nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo: “Haced penitencia...”,
ha querido decir que toda la vida de los creyentes fuera penitencia”,
es la primera tesis de Lutero, y la que desmonta la herramienta
fundamental del clero y su poder: la confesión. Lutero
no creía en intermediarios. Dios es el único que debe y puede
perdonar a sus fieles, y es él solamente el que decide sobre la
salvación o no de las almas. Para Lutero, la Iglesia Católica se
había construido sobre la falsa premisa de que el Papa era el
heredero de Jesucristo y, por lo tanto, el representante divino, lo
que le confería a él y a sus propios representantes poderes e
influencia fundamental para la salvación de las almas. En resumen,
si uno no quería arder en el infierno, era mejor hacer caso de la
Iglesia. Pero ésta era corrupta, denunció Lutero, absolutamente
indiferente al mensaje cristiano y, sobre todo, a la voluntad de
Dios, lo que la convertía en un falso instrumento.
Un
mensaje revolucionario que, sin embargo, no resultaba extraño en
Europa. En los siglos anteriores no habían sido pocos los intentos
de crear doctrinas cristianas alternativas a la católica. En Europa
occidental uno de los casos más conocidos es el de los cátaros, que
en el sur de la actual Francia se enfrentaron a Roma y fueron
barridos por una cruzada, su fe destruida y su patria conquistada.
Pero en el año 1517 la situación era otra, y, sobre todo, Lutero
estaba en el lugar adecuado: Wittenberg, una pequeña ciudad que
pertenecía a Sajonia, uno de los principados más importantes del
Sacro Imperio Romano Germánico.
Contra
el imperio
Federico
III, príncipe de Sajonia, temía al emperador. Siglo y medio antes,
en la Bula de Oro de 1356, los príncipes alemanes y el emperador del
Sacro Imperio de entonces, Carlos IV, llegaron a un acuerdo según el
cual los diferentes principados que formaban el Sacro Imperio
mantenían su semiindependencia: aunque debían obediencia al
emperador, éste se comprometía tácitamente a dejarles hacer en sus
territorios. Pero en 1520, justo cuando Lutero estaba en plena
denuncia contra la Iglesia, subió al trono imperial Carlos V. El
nuevo emperador estaba dispuesto a cambiar las reglas y devolver al
poder imperial el control político del Sacro Imperio a costa de los
príncipes. Para ello se legitimaba en su papel de adalid y defensor
de la Iglesia Católica, a la que pretendía utilizar para justificar
su objetivo de unificar Europa bajo la doctrina del imperio
universal, semejante al de la antigua Roma. Es decir, Carlos V quería
mandar a todos los cristianos.
Lutero se defiende en la Dieta de Worms. |
Lutero
tuvo mucho éxito entre la gente común y pronto entró en conflicto
con la Iglesia por su discurso. Incluso el nuevo emperador se
interesó por él y, para desactivar sus denuncias (Lutero era tan
popular que era mejor desacreditarle que simplemente detenerle),
organizó un encuentro en la ciudad de Worms en el que el monje
podría defender sus argumentos frente a los representantes
eclesiásticos. Sin embargo, tras semanas de debate estéril, Lutero
se marchó y Carlos V ordenó su detención. El monje no llegó muy
lejos. No fue apresado por los imperiales, sino raptado por los
hombres de Federico III que lo internó en su castillo de Wartburg
para mantenerlo con vida lejos de la hoguera a la que estaba
destinado si le atrapaban, porque Lutero le interesaba mucho.
Al
negar la necesidad de un intermediario espiritual para la salvación
del alma, Lutero había (¿involuntariamente?) cambiando las bases
del pensamiento político medieval. Aunque tras la Bula de Oro el
emperador había perdido su poder efectivo, seguía ejerciendo un
papel principal gracias, a su vez, a la legitimidad que le daba el
ser coronado por el Papa, el representante de Cristo. Oponerse al
emperador era oponerse al Papa, y una excomunión no era aconsejable
si se quería ir al cielo, y, sobre todo, para mantener el poder
sobre miles de súbditos creyentes. Por lo tanto, los príncipes
alemanes debían al emperador lealtad y obediencia ya que el Papa le
había designado como su brazo secular. Así, cuando Carlos V
reivindicó la obediencia debida a los príncipes, estos se
econtraron en apuros. ¿Cómo negar la autoridad a un emperador
legitimadon por Dios? Al desmontar el papel del Papado y negar su
infabilidad e incluso su papel clave de intermediario divino, Lutero
despejaba el camino teórico hacia la desobediencia al poder imperial
sin por ello dejar de ser cristiano.
Carlos V en Mühlberg |
Federico
III no quería perder la independencia de Sajonia ante las
pretensiones universales de Carlos V, y como él, otros muchos
príncipes. Las tesis de Lutero ya no eran solamente una cuestión
religiosa, sino de actualidad política. En 1531 los príncipes de
Sajonia (el heredero de Federico III) y Hesse, a los que se sumaron
numerosas ciudades y territorios alemanes más pequeños, fundaron la
Liga de Esmalcalda que apoyaba abiertamente la reforma luterana. El
choque con Carlos V era inevitable y se declaró la guerra entre el
emperador y los príncipes rebeldes. Aunque en 1547 Carlos V venció
en la célebre batalla de Mühlberg (inmortalizada por el retrato
ecuestre del emperador pintado por Tiziano), la lucha se extendió
hasta 1555, año en el que se firmó la paz de Augsburgo: la reforma
protestante quedó reconocida y se otorgó libertad a cada príncipe
para elegir la religión que debía imperar en su territorio,
obligando con ello a todos su súbditos a abrazar la misma fe que su
señor. La estampida fue importante. Europa central y del norte
dejaron de ser católicas.
El
inicio de la modernidad
Cuarenta
años después del suceso de Wittenberg, las tesis de Lutero habían
provocado una revolución política en el centro de Europa y habían
sobrevivido a los ataques del Papado y del Sacro Imperio. Carlos V
nunca vio hecho realidad su sueño del imperio católico universal y
abdicó un año después de la Paz de Augsburgo, muriendo poco
después. Las tesis de Lutero se habían cruzado en su camino.
El
propio Lutero murió en 1546, pero sus ideas dieron comienzo a una
nueva época. Al desechar a la Iglesia como intermediario para
alcanzar la salvación de los cristianos, la relación entre los
creyentes protestantes y Dios se transformó en una experiencia
individual. La vida era penitencia, no había confesión posible ni
posibilidad de lavar los pecados antes de la muerte. Todos los hechos
contaban de cara al juicio final. Esta manera de pensar fue
fomentando lentamente un individualismo desconocido anteriormente,
cuando la experiencia religiosa, como casi cualquier otra, era
básicamente colectiva. A partir de Lutero, la salvación era, ante
todo, individual.
Lutero
abrió la puerta del individualismo en el pensamiento europeo, un
individualismo que, poco a poco, fue dando forma a la base de
pensamiento político de nuestro mundo contemporáneo: el
liberalismo.
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