En
la comarca de las Cinco Villas, al norte de la provincia de Zaragoza, se
encuentra el yacimiento de Los Bañales. Durante años, las palas y los pinceles
de los arqueólogos has estado desenterrando allí una ciudad romana típica como
las hubo muchas en Hispania hace dos mil años. El yacimiento es enorme, y en él
se han encontrado restos muy bien conservados del foro, de unas termas, e
incluso de un acueducto. Sin embargo, aún quedan muchos misterios por
desenterrar. Como por ejemplo el nombre de esa ciudad.
Cerca de la carretera
que une las villas de Sádaba y Uncastillo, al norte de la provincia de Zaragoza,
durante siglos los viajeros han sido sorprendidos por un muro de piedra
arenisca que se erige sin más, completamente visible, en medio del campo de
labranza sin otro edificio que los acompañe. No es un muro cualquiera. Está ricamente
decorado con cinco hornacinas coronadas por arcos y tres inscripciones en latín
que evocan tiempos muy remotos: “Atilia Festa a su abuelo Cayo Atilio Genial,
hijo de Lucio, de la tribu Quirina” dice la primera. La segunda: “Atilia Festa
a su excelente padre Lucio Atilio Festo, hijo de Cayo, de la tribu Quirina”. Y
por último, la propia “Atilia, hija de Lucio, estando viva, lo hizo también
para sí”. Estas inscripciones decoran una tumba de hace casi dos mil años.
Tres generaciones de
romanos estuvieron enterradas en ese mausoleo del que solamente ha sobrevivido su
muro exterior para dar testimonio de sus propietarios. Como toda buena
necrópolis romana, esta tumba se encontraba a las afueras de una ciudad y, efectivamente,
esa ciudad existió muy cerca de allí. ¿Quiénes eran los dueños del mausoleo y
cómo era la ciudad en la que vivieron? Según el tipo de decoración del muro,
seguramente se trataría de una familia pudiente de una ciudad con recursos. Sin
embargo, es muy posible que este mausoleo fuera uno de los últimos destellos de
grandeza de una ciudad que sestaba muriendo. Según el tipo de decoración, se
cree que la tumba podría datar de finales del S. II o del S. III d.C., una
época en la que la ciudad se encontraba en una crisis irremediable.
El esplendor del Imperio
Romano
Como la inmensa mayoría
de las ciudades romanas en Hispania, su momento de esplendor coincidió con la
primera fase del Imperio, a partir del emperador Augusto. Los romanos llegaron a la Península Ibérica en el año 218 a.C. en el contexto de la Segunda Guerra
Púnica para luchar contra los cartagineses. Poco a poco fueron conquistando más
territorio y no fue hasta el año 19 a. C., dos siglos más tarde, que terminó la
conquista de la península tras la victoria de Augusto contra las tribus
cántabras, el último reducto libre de romanos hasta entonces.
Carretera romana. |
Esta última fue poblada
con legionarios veteranos de las guerras cántabras, pero no se quedaron quietos
tras la victoria: para fortalecer y estructurar el poder de Roma fueron
utilizados en gran medida para construir carreteras, las vías de comunicación
que hicieron posible el dominio y el control de hasta el último rincón del
imperio. Una de esas carreteras atravesó el norte de la Península Ibérica entre
la capital provincial de Tarraco (Tarragona), pasando por Caesaraugusta y
Pompaelo (Pamplona) hasta la ciudad de Oiasso (Irún). Una ruta al sur de los
Pirineos muy parecida a la que hoy se realiza por autopista y que comunica el
mundo mediterráneo y atlántico del norte peninsular. En esa ruta se encontraba
nuestra ciudad de Los Bañales.
Una
típica ciudad hispanorromana
Como toda buena ciudad
hispanorromana, sus orígenes fueron un castro indígena, de los vascones en este
caso, construido sobre un cerro que domina el territorio. Las excavaciones
arqueológicas nos muestran un entramado caótico de calles estrechas rodeando un
templo que no son precisamente un ejemplo del orden urbanístico romano de
calles de trazado recto. Esas calles surgieron más tarde, hacia el S. I d.C.,
en época de Agusto, la época en la que se asentaron allí los primeros colonos
romanos, seguramente parte de los veteranos que construyeron la carretera.
El tiempo fue pasando y
la ciudad fue creciendo y alcanzó su máximo esplendor en época de los
emperadores Flavios (Vespasiano, Tito y Domiciano), a finales del S. I d.C. Fue
en esa época cuando la población indígena acabó por integrarse cultural y
políticamente con los hijos y nietos de los soldados veteranos que se asentaron
en la zona tras ganar las guerras.
Como consecuencia de
esta integración, y también para provocarla, los emperadores Flavios otorgaron
a los habitantes de Hispania el derecho latino, el paso previo antes de
convertirse en plenos ciudadanos romanos. Para ello se les integraba
jurídicamente en una de las tribus originarias de Roma, como la de los
Quirinos, la misma tribu que aparece en las inscripciones del mausoleo a las
afueras de la ciudad. ¿Fueron Atilia Festa, su padre y su abuelo descendientes
de los indígenas vascones del castro originario desde el cual se fundó la
ciudad romana?
El caso es que un siglo
tras la muerte de Augusto las diferencias entre indígenas y romanos fueron
borrándose y surgió una nueva sociedad romana absolutamente integrada e
identificada con el imperio y su bienestar. Un foro muy rico y muy bien
conservado nos revelan que fue una ciudad pudiente, que contaba con al menos
unas termas y un acueducto con el cual abastecerse de agua de las montañas
cercanas. Una mansión con un enorme peristilo y unas escaleras muy bien
conservadas cerca del foro nos hablan de la presencia de habitantes ricos, y la
abundancia de restos todavía visible de cerámica de primera calidad, la terra
sigilata, demuestran que los habitantes de la ciudad tenían recursos
suficientes para comprarla en grandes cantidades.
Restos de la Curia, en el foro. |
El primer siglo después
de Cristo fue un buen siglo para la ciudad. Sin embargo, pronto llegaría la
decadencia.
Víctima de la burbuja
Tanto bienestar y tanta
abundancia acabarían por provocar la crisis. Los historiadores cuentan que, de
manera parecida a nuestro presente, la riqueza de las ciudades romanas en
Hispania vino acompañada de un proceso de especulación y una burbuja que acabó
por estallar. Comenzó en época de los emperadores Antoninos durante el S. II, generalmente
conocidos como los mejores emperadores de la historia de Roma cuando el imperio
disfrutó de su mejor momento. Pero en ese momento, sin que nadie lo percibiera,
se estaban poniendo los cimientos de la crisis.
Las termas. |
Es lo que pasó en la
ciudad de Los Bañales. Los historiadores han detectado que a partir del reinado
del emperador Caracalla, a principios del S. III, la población fue disminuyendo
de tal manera que muchos edificios y zonas se fueron vaciando. Este fenómeno
acabó por provocar una reorganización de la ciudad, que ya no necesitaba tanto
espacio a medida que sus habitantes se iban reagrupando en menos barrios
abandonando el resto.
Restos de una mansión. |
Así, poco a poco, la
ciudad volvió a sus orígenes y sus habitantes acabaron por poblar solamente el cerro
y el antiguo castro desde donde surgió unos siglos antes. Cada vez vivían allí menos
personas hasta que se marchó el último poblador y la ciudad quedó completamente
abandonada en la Edad Media y convertida en cantera para los edificios que se
fueron construyendo en sus proximidades, como el castillo de Sádaba.
El yacimiento de Los
Bañales ya ha proporcionado mucha información sobre su pasado. Sin embargo,
todavía quedan muchos misterios por descubrir. Por ejemplo, su nombre. Aún no
se conoce, pero se sospecha que se trata de la antigua Tarraca. Eso aún no se
ha confirmado. Podría ocurrir cualquier día, cuando algún arqueólogo desentierre
la clave necesaria para, por fin, poder nombrar a esta ciudad romana de nombre
desconocido.
En este vídeo, el historiador Javier Andreu Pintado explica la historia de la ciudad de Los Bañales:
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