La
emigración es una decisión muy difícil. Supone marcharse de casa y encarar un
futuro incierto en un lugar desconocido. Sin familia ni amigos, el emigrante
debe buscarse la vida en lejanos territorios, aunque siempre le queda el sueño
de regresar algún día a su casa y poder disfrutar del fruto de sus esfuerzos
lejos de su hogar. Pero no siempre es así. En la antigua Grecia los emigrantes
se marchaban para siempre. No podían volver, bajo pena de muerte para ellos y
sus descendientes.
Grecia es un país
pobre. No sólo en la actualidad, ya lo era en la Edad Antigua durante su época
de esplendor. Grecia es un país muy montañoso, con pocas tierras fértiles para
labrar o para el ganado. La vida no era fácil en ese lugar salpicado de ciudades
estado, las polis. Eran algo más que simples ciudades, eran comunidades
políticas totalmente independientes las unas de las otras. Es decir, lugares en
los que sus ciudadanos convivían y participaban (de diferente manera) en las tareas
de gestión y gobierno, independientemente del tipo de gobierno de cada una. La
polis era prácticamente un fin en sí mismo y todo lo que la pusiera en peligro
era una amenaza que debía ser afrontada con decisión.
Esta amenaza
generalmente venía de fuera, de otras polis o de pueblos extranjeros (bárbaros)
que codiciaban las riquezas y los recursos de la ciudad. Pero en un país tan pobre
como Grecia, la amenaza también podía llegar de dentro, de la misma polis.
Sin abundancia de tierras
fértiles que explotar, el hambre flotaba siempre sobre las cabezas de los
habitantes de las polis. Así, cuando la población crecía y no había suficientes
recursos para alimentarla surgía un problema grave. Sobraban ciudadanos, así
que ¿qué hacer con ellos?
En la antigua Grecia la
mentalidad era muy diferente a la actual. Entonces, como muy bien describe
Benjamin Constant en su discurso “Acerca de la
libertad de los antiguos comparada a la de los modernos”,
en las polis lo fundamental era el interés colectivo sobre el individual, de
hecho no existían lo que hoy llamamos derechos individuales. Todo estaba
supeditado al bien común, o a lo que se entendía como tal. Así pues, el
colectivo podía tomar decisiones como, por ejemplo, expulsar a sus
conciudadanos para eliminar así bocas hambrientas en una ciudad sin recursos y obligarles a emigrar y fundar nuevos asentamientos.
La fundación de Cirene
Es lo que ocurrió, por
ejemplo, en la isla de Thera, en el Egeo, a mediados del S. VII a. C., durante
lo que se ha llamado la segunda ola de colonización griega. Thera se había
quedado ‘pequeña’ y se tomó una decisión drástica: expulsar a algunos de sus
ciudadanos bajo pena de muerte. No habría medias tintas: o se partía a la
emigración o se era castigado. El objetivo era Cirene, en la costa de Libia.
Allí se fundó una nueva polis y se erigió una estela llamada “de los fundadores”,
que explica perfectamente el proceso:
La Estela de los Fundadores, fotografía de Sebastià Giralt |
“La
asamblea ha decidido que, ya que Apolo ha otorgado su oráculo a Bato y a los
habitantes de Thera para colonizar Cirene, estos marchen a Libia con Bato como
su líder y rey. En igualdad de condiciones, cada hogar elegirá a un hijo,
adulto y libre, y le dejará marchar. Una vez que los colonos se hayan
establecido en Libia, entonces serán ciudadanos de pleno derecho, y los que
todavía no hayan recibido su lote de tierra, lo recibirán por sorteo. Sin
embargo, si durante cinco años no pueden defender su colonia y los habitantes
de Thera no pueden acudir en su ayuda, pueden regresar a Thera sin miedo y ser
ciudadanos”.
“Pero
si alguien a quien la polis ha enviado no quiere marchar, será condenado a
muerte y su propiedad repartida entre todos. Al que le esconda o proteja, ya
sea su padre o hermano, le pasará lo mismo. Estas son las condiciones del
juramento que han hecho los que se han quedado y los que han partido, y que
caiga una maldición sobre los que lo incumplan, ya sea entre los que se
quedaron como entre los que partieron. Para ello se hicieron figuras de cera
que fueron arrojados al fuego para que se derritan. Que les suceda lo mismo a
los que rompan este juramento y a sus descendientes. Y
a los que marcharon a Libia que les sonría la fortuna a ellos y a sus descendientes”.
(Estela de los Fundadores, traducido del alemán del libro “An der Polis teilhaben”, de
Uwe Walter).
Cirene fue fundada
hacia el año 630 a.C. y prosperó. Sus habitantes no tuvieron que regresar a
Thera ni nadie fue castigado, que se sepa. Cirene ha formado parte de la
historia del mundo antiguo y de sus imperios, y hoy pertenece a la región libia
de la Cirenaica, a la que ha dado su nombre. Bato, el líder de la expedición u Oikistés, fue coronado rey y su dinastía
gobernó la ciudad durante casi 200 años. Como todos los oikistés de su época,
Bato estaba legitimado por el Oráculo de Delfos, al que las polis consultaban antes
de formar una expedición de colonos. Era la manera de sancionar una decisión
racional pero despiadada con un halo divino, como si hubieran sido los dioses los
que hubieran decidido expulsar a parte de los habitantes de una polis para que
el resto pudiera sobrevivir. Así se conseguía que los afectados obedecieran y
que no se tuviera que aplicar el castigo.
Ruinas de Cirene. |
Cirene ciudad es un
ejemplo de otras muchas colonias griegas que se fundaron hacia el mismo periodo
y por las mismas causas. Son las llamadas Apoikías,
colonias independientes políticamente de sus metrópolis y que, con el tiempo,
se desarrollaron como polis en muchos casos más fuertes que sus originarias.
Siracusa en Sicilia o Masilia en la Galia son dos ejemplos de apoikías que
acabarían siendo muy importantes en la historia de la Antigüedad.
Hoy resultaría impensable
que un país expulsara a sus ciudadanos por falta de recursos, al menos de
manera oficial y robándoles su ciudadanía. El hambre y la pobreza siguen
estando muy presenten y siguen siendo la causa por la que millones de personas
emigran cada año en el mundo. No hace falta que les amenacen las autoridades.
Saben que si no se marchan ya están condenados a muerte.
Esto es lo que están haciendo en España con los jóvenes pero, como bien dices, no de forma oficial. Son muchos los colegas ingenieros que se han ido, y los que todavía permanecemos, lo hacemos en concidiones precrarias, seguramente hasta que nos digan "iros", pero seremos nosotros los que decidamos no regresar. Genial la publicación
ResponderEliminarGracias Lilith por tu comentario. Durante la historia los países pobres han "aliviado" su presión demográfica mediante la emigración de su población "sobrante". Generalmente eran las propias circunstancias las que empujaban a la gente a huir, y generalmente lo hacían los más valientes, preparados y con mayor iniciativa. Era necesario para evitar conflictos sociales graves. Eso era una pesadilla para los griegos, ya que la polis para ellos era sagrada. Por eso tomaron medidas tan drásticas como los de Thera.
EliminarHoy también salen los más preparados. Es un drama, que beneficia a los que quieren una sociedad aborregada y no emprendedora.
Muchas gracias de nuevo por tu comentario,
Un saludo