4/11/12

LA CHISPA ROJA

Fue la chispa que provocó el incendio revolucionario en Alemania. La que acabó con el viejo mundo aristocrático y dio vida a la república. La que acabó con la mayor y más sanguinaria de las guerras que se habían luchado hasta ese momento. Fue uno de esos acontecimientos de la historia que suceden porque tienen que suceder. Una reacción contra la injusticia, la guerra y la muerte. El 4 de noviembre de 1918, hace hoy 94 años, los marineros de la flota de guerra alemana se rebelaron contra sus oficiales y prendieron la chispa de la revolución.

 
A principios de noviembre de 1918 la Primera Guerra Mundial estaba irremediablemente perdida para Alemania. Sus aliados austriacos, búlgaros y turcos ya se habían rendido y la situación estratégica era insostenible. El alto mando alemán lo supo, como muy tarde, el 8 de agosto de ese año cuando los británicos penetraron en el frente alemán en Amiens, Francia. Los soldados alemanes, hartos de luchar y de promesas de victoria incumplidas, se rindieron en masa. A finales de septiembre, los generales von Hindenburg y Ludendorff le comunicaron al Kaiser que la guerra estaba perdida. Tocaba negociar un armisticio.

 
Alemania era un país profundamente dividido entre una clase obrera muy organizada en sindicatos y el Partido Socialdemócrata SPD, y una burguesía y aristocracia profundamente nacionalista y reaccionaria. Era una sociedad clasista –como por otra parte también la británica- en la que la masa de la población, aunque podía votar, no tenía posibilidad de influir en las decisiones políticas. Alemania era lo que se conocía como un Estado oligárquico en el que el Kaiser nombraba al canciller y el Parlamento, el Reichstag, tenía un poder muy limitado circunscrito básicamente a la aprobación presupuestaria.


El Kaiser y el Alto Mando alemán.
Esa profunda división entre las clases sociales hundía sus raíces en la Prusia reaccionaria de los siglos XVIII y especialmente el XIX, que combatió con todas sus fuerzas a socialistas y sindicalistas, no pudiendo sin embargo evitar que fuera un movimiento cada vez más fuerte y organizado. Pero hubo un momento en el que esta fractura parecía que se había superado: en julio de 1914 al comenzar la guerra las calles se llenaron de masas entusiastas y todos los partidos, incluido el SPD, votaron en el Reichstag su apoyo a la guerra. El Kaiser Guillermo II llegó a decir entonces que “no conocía partidos, solamente alemanes”. Pero esta unidad sólo era un espejismo.
 

Cuatro años, centenares de miles de muertos y varias hambrunas insoportables después, el ambiente en Alemania no presagiaba nada bueno para su gobierno. Los socialdemócratas críticos con la guerra se habían multiplicado –en 1917 se fundó el USPD, Partido Socialdemócrata Independiente, partidario de la paz- y, sobre todo, en Rusia la revolución había destronado al zar y llevado al poder a los bolcheviques de Lenin que sacó a su país de la guerra. Toda una sensación y un ejemplo de que los trabajadores podían alzarse y tomar las riendas poniendo fin al conflicto.

 

El final de la guerra


Marineros en un muelle de Kiel.
En el otoño de 1918 los oficiales alemanes, casi todos miembros de la aristocracia nacionalista y reaccionaria, se preparaba a su manera para el final de la guerra. Por un lado, el alto mando dirigido por Hindenburg y Ludendorff –que llevaban gobernando Alemania desde 1916 como una dictadura- recomendó al Kaiser que iniciara reformas políticas e institucionales dando más poder al Reichstag y a los partidos. En definitiva, recomendaron convertir Alemania en una monarquía parlamentaria. El SPD tomó esta medida con un gran entusiasmo pero era una trampa: los oficiales querían que fueran los partidos y el parlamento quienes negociaran la rendición de la guerra que no supieron ganar para así evitar la vergüenza de tener que hacerlo ellos.


Por otro lado, los oficiales de la marina de guerra alemana estaban muy nerviosos. A finales de octubre veían que la guerra se acababa pero que la flota no había desempeñado prácticamente ningún papel en ella. La Primera Guerra Mundial, que en Europa Occidental fue básicamente una guerra de trincheras, vio muy pocas batallas navales porque la flota británica, muy superior en todo, dominaba los mares y hubiera sido un suicidio salir a desafiarla. Pero eso era precisamente lo que querían los oficiales alemanes: sacrificar la flota y la vida de sus marineros para que no se dijera que no habían luchado.
Marineros revolucionarios.

Los marineros no estaban por la labor de morir en el último momento. La noche del 29 al 30 de octubre de 1918 simplemente se negaron a hacerse a la mar, lo que desbarató todo el plan de lucha. Los oficiales mandaron entonces a los barcos reagruparse en el puerto de Kiel, pero no iban a consentir que los cabecillas de la rebelión se salieran con la suya. Mandaron el arresto de 47 de ellos cuyo destino era morir fusilados. Pero sus compañeros no lo iban a consentir.

 
El 2 de noviembre se organizó una manifestación en el puerto con ayuda de los socialdemócratas del USPD pidiendo el fin de la guerra, pan y la liberación de los arrestados. La respuesta de los oficiales fue digna de su casta: mandaron disparar a la masa. Murieron siete personas y hubo 29 heridos graves. Ya no había nada que negociar.

 

Prende la chispa

El 4 de noviembre los marineros de la flota imperial alemana bajaron de sus barcos y tomaron Kiel. Los soldados enviados a luchar contra ellos se les unieron. Se formaron los primeros consejos de soldados y de trabajadores, a imagen y semejanza de los soviets en Rusia. Banderas rojas aparecieron por doquier y eslóganes revolucionarios encendían a la masa. Ya no se trataba solamente de evitar una última batalla absurda en alta mar. Ahora el objetivo era más ambicioso: marchar a Berlín y terminar con la guerra. Había comenzado la revolución alemana, justo un año después de la revolución que llevó a los bolcheviques al poder en Rusia.
Los marineros entrando en Berlín.

El éxito de esta chispa fue asombroso. Prendió sin ninguna dificultad y en cuestión de días casi todo el país estaba en la calle demandando paz y pan. El 9 de noviembre el Kaiser abdicó y huyó a Holanda. Se proclamó la república y el 11 de noviembre se firmó la paz con los aliados.


Pero al igual que había ocurrido en Rusia, la caída del Antiguo Régimen y el fin de la guerra no supuso la paz. El 9 de noviembre hubo dos proclamaciones de la república en Berlín: una a cargo de Scheidemann, del SPD, que seguía apostando por la reforma parlamentaria moderada iniciada por el Kaiser. Al mismo tiempo y a sólo unos centenares de metros de la primera, el líder revolucionario Karl Liebknecht proclamó la República Socialista de Alemania. Quería la revolución y poco después fundó el Partido Comunista Alemán (KPD).


La lucha entre los trabajadores de Alemania había comenzado. Mientras tanto, los oficiales y los reaccionarios se iban recuperando y organizando para el futuro.        

No hay comentarios:

Publicar un comentario