19/11/12

STALINGRADO, SE CIERRA LA TRAMPA


Hoy hace 70 años el Ejército Rojo comenzó la ofensiva que terminaría en la primera y más espectacular derrota de Hitler en la Segunda Guerra Mundial: Stalingrado. Más de 250.000 soldados alemanes curtidos y expertos en mil batallas fueron rodeados en las ruinas de la ciudad y acabarían sucumbiendo pocos meses más tarde. Stalingrado fue el símbolo del vuelco en la guerra. La Alemania de Hitler había tomado el camino de la derrota.


A las 7:20 horas del 19 de noviembre de 1942 el Ejército Rojo comenzó a disparar su artillería contra los soldados rumanos e italianos que guardaban la retaguardia alemana. A lo largo de cientos de kilómetros, atrincherados y camuflados en la estepa, los tanques y soldados soviéticos avanzaron minutos después arrollando todo a su paso. Miles de soldados ataviados con sus característicos capotes marrones y con la bayoneta calada comenzaron a correr hacia las posiciones enemigas. Era la llamada “Operación Urano”, el golpe maestro de los mariscales soviéticos Zhukov y Vasilevsky para derrotar a los alemanes en el frente de Stalingrado.
 
 
La "Operación Urano"

El plan fue concebido semanas atrás y preparado bajo el más absoluto y riguroso secreto. Dos ejércitos soviéticos en los flancos de Stalingrado debían romper las posiciones enemigas y converger en un punto intermedio atrapando en una gran bolsa al grueso del ejército alemán que seguía batiendo al Ejército Rojo en la ciudad. Allí, el 62º Ejército soviético actuaba de cebo ante el 6º Ejército alemán, aguantando todas sus embestidas al precio de miles de bajas y un gran sufrimiento.
 

La obsesión de Hitler
 
Stalingrado se había convertido en la obsesión de Hitler. En el verano anterior los alemanes habían comenzado una nueva ofensiva en el sur de la URSS que parecía imparable. Su objetivo prioritario eran los campos petrolíferos del Cáucaso, básicos para abastecer a la máquina de guerra alemana. En ese plan Stalingrado jugaba un papel marginal, pero poco a poco se fue imponiendo en la mente de los militares.


Lucha casa por casa.
La ciudad de Stalin –llamada así en honor al dictador soviético porque había luchado allí durante la guerra civil rusa- era un gran centro industrial a orillas del Volga y un objetivo apetecible. Al principio parecía presa fácil, ya que los soviéticos no ofrecían resistencia a los alemanes mientras estos avanzaban por la estepa, pero eligieron precisamente esta ciudad para hacerles frente. Durante meses se atrincheraron en la ciudad y la defendieron metro a metro en una lucha calle por calle despiadada y sin cuartel. Los alemanes la destruyeron desde el cielo y después con sus cañones y soldados, avanzando lentamente pero a costa de cada vez más bajas.


Los tanques, los temidos panzer, dieron paso a pequeños grupos de zapadores especializados que asaltaron los enormes edificios de las gigantescas fábricas defendidas por los soviéticos. La guerra se desarrollaba incluso en las alcantarillas. Los alemanes querían expulsar a los soviéticos de Stalingrado, y mientras más atacaban, más se aferraban sus enemigos al terreno y con más ahínco se defendían. Fue en esta lucha cuando perdió la vida el hijo de Dolores Ibárruri, la Pasionaria, exiliados en la URSS tras la derrota de la República en España.


Zapadores alemanes en Stalingrado.
La lucha tenía mucho más en común con la guerra de trincheras de la Primera Guerra Mundial que con la guerra relámpago alemana que hasta ese momento tantas victorias le había proporcionado a Hitler. Pero el Führer y los generales alemanes se obcecaron con Stalingrado. Perdieron toda la perspectiva y versatilidad que les había proporcionado tantos éxitos y se aferraron a una lucha calle por calle con la terquedad y la obstinación del que sólo ve delante de sus narices. Y ese fue su fallo, ya que a sus lados, al norte y sur, los soviéticos estaban acumulando hombres y tanques para atacarlos y rodearlos.


Una subestimación fatal

Eso ocurrió el 19 de noviembre de 1942. Los alemanes, como estaban ocupados con conquistar los restos de Stalingrado que aún resistían, habían dejado su retaguardia y sus flancos al cuidado de sus aliados rumanos e italianos. Éstos eran mucho más débiles, sus soldados estaban mucho menos motivados y su material era de muy mala calidad. No es de extrañar que salieran corriendo cuando los soviéticos atacaron.

Soldados alemanes prisioneros.
Hitler y sus generales no se lo esperaban ya que el servicio de inteligencia alemán no contaba con este ataque. Los alemanes pensaban que los rusos no estaban en condiciones de planear operaciones militares medianamente complejas y menos aún ejecutarlas. Les nublaba su autoconfianza y su racismo, una actitud que les costaría muy caro. Tan sólo cuatro días después, los dos ejércitos soviéticos se encontraron y cerraron la trampa. Más de 250.000 soldados alemanes habían sido rodeados.


Cuando se cerró la bolsa el invierno estaba a punto de llegar y los alemanes no se habían preparado para ello. No estaban en condiciones de suministrar desde el aire a los cercados lo que necesitaban para resistir, ni tampoco podían organizar un contraataque para rescatarlos. Mientras tanto, el frío se hacía cada vez más intenso y las probabilidades de resistir bajaban en picado. El hambre y el frío hacían estragos. Finalmente, el 31 de enero de 1943, dos meses después de cerrarse la trampa y a pesar de la orden desesperada de Hitler de resistir a cualquier precio, el 6º Ejército alemán se rindió. Solamente quedaban 110.000 soldados con vida, la mitad de los que fueron rodeados. De ellos solamente 5.000 sobrevivirían a los campos de prisioneros soviéticos.


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