Hoy
hace 70 años el Ejército Rojo comenzó la ofensiva que terminaría en la primera
y más espectacular derrota de Hitler en la Segunda Guerra Mundial: Stalingrado.
Más de 250.000 soldados alemanes curtidos y expertos en mil batallas fueron
rodeados en las ruinas de la ciudad y acabarían sucumbiendo pocos meses más
tarde. Stalingrado fue el símbolo del vuelco en la guerra. La Alemania de
Hitler había tomado el camino de la derrota.
A las 7:20 horas del 19
de noviembre de 1942 el Ejército Rojo comenzó a disparar su artillería contra los
soldados rumanos e italianos que guardaban la retaguardia alemana. A lo largo
de cientos de kilómetros, atrincherados y camuflados en la estepa, los tanques
y soldados soviéticos avanzaron minutos después arrollando todo a su paso.
Miles de soldados ataviados con sus característicos capotes marrones y con la
bayoneta calada comenzaron a correr hacia las posiciones enemigas. Era la
llamada “Operación Urano”, el golpe maestro de los mariscales soviéticos Zhukov
y Vasilevsky para derrotar a los alemanes en el frente de Stalingrado.
La "Operación Urano" |
El plan fue concebido
semanas atrás y preparado bajo el más absoluto y riguroso secreto. Dos
ejércitos soviéticos en los flancos de Stalingrado debían romper las posiciones
enemigas y converger en un punto intermedio atrapando en una gran bolsa al
grueso del ejército alemán que seguía batiendo al Ejército Rojo en la ciudad. Allí,
el 62º Ejército soviético actuaba de cebo ante el 6º Ejército alemán,
aguantando todas sus embestidas al precio de miles de bajas y un gran sufrimiento.
La obsesión de Hitler
Stalingrado se había
convertido en la obsesión de Hitler. En el verano anterior los alemanes habían
comenzado una nueva ofensiva en el sur de la URSS que parecía imparable. Su
objetivo prioritario eran los campos petrolíferos del Cáucaso, básicos para
abastecer a la máquina de guerra alemana. En ese plan Stalingrado jugaba un
papel marginal, pero poco a poco se fue imponiendo en la mente de los militares.
Lucha casa por casa. |
La ciudad de Stalin –llamada
así en honor al dictador soviético porque había luchado allí durante la guerra
civil rusa- era un gran centro industrial a orillas del Volga y un objetivo
apetecible. Al principio parecía presa fácil, ya que los soviéticos no ofrecían
resistencia a los alemanes mientras estos avanzaban por la estepa, pero
eligieron precisamente esta ciudad para hacerles frente. Durante meses se
atrincheraron en la ciudad y la defendieron metro a metro en una lucha calle
por calle despiadada y sin cuartel. Los alemanes la destruyeron desde el cielo
y después con sus cañones y soldados, avanzando lentamente pero a costa de cada
vez más bajas.
Los tanques, los
temidos panzer, dieron paso a pequeños grupos de zapadores especializados que
asaltaron los enormes edificios de las gigantescas fábricas defendidas por los
soviéticos. La guerra se desarrollaba incluso en las alcantarillas. Los
alemanes querían expulsar a los soviéticos de Stalingrado, y mientras más
atacaban, más se aferraban sus enemigos al terreno y con más ahínco se defendían.
Fue en esta lucha cuando perdió la vida el hijo de Dolores Ibárruri, la
Pasionaria, exiliados en la URSS tras la derrota de la República en España.
Zapadores alemanes en Stalingrado. |
La lucha tenía mucho
más en común con la guerra de trincheras de la Primera Guerra Mundial que con
la guerra relámpago alemana que hasta ese momento tantas victorias le había
proporcionado a Hitler. Pero el Führer y los generales alemanes se obcecaron
con Stalingrado. Perdieron toda la perspectiva y versatilidad que les había
proporcionado tantos éxitos y se aferraron a una lucha calle por calle con la
terquedad y la obstinación del que sólo ve delante de sus narices. Y ese fue su
fallo, ya que a sus lados, al norte y sur, los soviéticos estaban acumulando
hombres y tanques para atacarlos y rodearlos.
Una subestimación fatal
Eso ocurrió el 19 de
noviembre de 1942. Los alemanes, como estaban ocupados con conquistar los
restos de Stalingrado que aún resistían, habían dejado su retaguardia y sus
flancos al cuidado de sus aliados rumanos e italianos. Éstos eran mucho más
débiles, sus soldados estaban mucho menos motivados y su material era de muy
mala calidad. No es de extrañar que salieran corriendo cuando los soviéticos
atacaron.
Soldados alemanes prisioneros. |
Hitler y sus generales
no se lo esperaban ya que el servicio de inteligencia alemán no contaba con
este ataque. Los alemanes pensaban que los rusos no estaban en condiciones de
planear operaciones militares medianamente complejas y menos aún ejecutarlas.
Les nublaba su autoconfianza y su racismo, una actitud que les costaría muy
caro. Tan sólo cuatro días después, los dos ejércitos soviéticos se encontraron
y cerraron la trampa. Más de 250.000 soldados alemanes habían sido rodeados.
Cuando se cerró la
bolsa el invierno estaba a punto de llegar y los alemanes no se habían
preparado para ello. No estaban en condiciones de suministrar desde el aire a
los cercados lo que necesitaban para resistir, ni tampoco podían organizar un
contraataque para rescatarlos. Mientras tanto, el frío se hacía cada vez más
intenso y las probabilidades de resistir bajaban en picado. El hambre y el frío
hacían estragos. Finalmente, el 31 de enero de 1943, dos meses después de
cerrarse la trampa y a pesar de la orden desesperada de Hitler de resistir a
cualquier precio, el 6º Ejército alemán se rindió. Solamente quedaban 110.000
soldados con vida, la mitad de los que fueron rodeados. De ellos solamente
5.000 sobrevivirían a los campos de prisioneros soviéticos.
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