Crismón romano |
Según
la leyenda, hace 1700 años Dios se apareció a Constantino y le prometió la
victoria frente a su enemigo Majencio. A cambio el romano debía adoptar un
nuevo estandarte. “In hoc signo vinces” –“con este signo vencerás”- le habría
dicho Dios y le señaló un símbolo: un crismón con las iniciales de Jesucristo
en griego. Sus legionarios adoptaron este símbolo en sus escudos, masacraron a
sus enemigos en el puente Milvio y Constantino entró en Roma.
Hace hoy 1700 años, el
28 de octubre de 312, Constantino derrotó a sus enemigos a las puertas de Roma
y entró en la capital. No fue una batalla cualquiera, ya que de allí nació una leyenda
cuyas consecuencias irían a reconfigurar toda la sociedad de la época y crear
una nueva estructura en un imperio en franca decadencia. Ese día daría comienzo
el proceso que culminaría con la cristianización del Imperio Romano y el
nacimiento de lo que mucho después se llamaría el Bajo Imperio.
Constantino |
El Imperio llevaba un
siglo de luchas internas y crisis económicas que en el siglo III a punto
estuvieron de desgarrarlo y enterrarlo. Sin embargo, una serie de emperadores
soldados pudieron frenar este declive. Entre ellos destacó Diocleciano, que
dividió el Imperio en un sistema llamado Tetrarquía: dos augustos, uno en Occidente y otro en Oriente (siendo él en Oriente
el de mayor autoridad) secundados de dos césares.
Cada uno se encargaría de administrar y defender una parte del territorio
imperial que se dividió, a su vez, en Diócesis, cambiando el número y el tamaño
de las provincias tradicionales. Este sistema funcionaba por equilibrio y por
el respeto que se tenían entre sí los diferentes augustos y césares. Muy eficaz
en vida de Diocleciano, frenó la caída y devolvió fuerza e ímpeto a la
estructura imperial, pero se derrumbó tras su renuncia al trono.
Constancio Cloro, el
padre de Constantino, había sido César en Occidente con Maximiano como Augusto,
y fue ascendido a ese puesto tras la
abdicación de Diocleciano y Maximiano en el año 305. Pero Cloro murió al
año siguiente y nadie respetó el derecho de sucesión de su hijo Constantino.
Majencio, hijo de Maximiano, a su vez se proclamó emperador. Sin embargo, los
soldados de Cloro no dejaron en la estacada a su hijo y le proclamaron Augusto.
La guerra civil estaba servida.
El puente Milvio, en Roma. |
Una batalla descomunal
La batalla del Puente Milvio, a las afueras de Roma, está envuelta en la leyenda. La lucha en sí fue una
barbaridad incluso fuera de lo común para las ya habituales guerras civiles
romanas. Aunque las fuentes antiguas hablaban se unos 100.000 soldados de
Constantino frente a casi 200.000 de Majencio, los historiadores modernos han
rebajado las cifras a cantidades nada desdeñables: unos 45.000 leales a
Constantino contra unos 100.000 de Majencio. Unas cifras elevadísimas para los
ejércitos de la época y prueba de que la prioridad de la política y de los
militares romanos estaba en el interior del Imperio y no en sus fronteras cada
vez más amenazadas.
El arco del triunfo de Constantino en Roma. |
Pero, sobre todo, este
enfrentamiento ha pasado a la leyenda por su significado para la historia
posterior, ya que según los historiadores cristianos Lactancio y Eusebio de Cesarea,
supuso el primer capítulo para la victoria del cristianismo y su conversión de
religión perseguida a religión oficial del Imperio.
Según esta leyenda,
Constantino recibió la visión de Dios la noche anterior –o el día anterior,
según a qué autor se consulta- prometiéndole la victoria sobre Majencio si adoptaba
la simbología cristiana. “In hoc signo vinces” –“con este signo vencerás”- le habría
dicho: un crismón con las iniciales en griego de Jesucristo X y P superpuestas.
Existen divergencias
sobre si fue este símbolo u otro el empleado por Constantino, pero el hecho es
que destrozó a Majencio, que murió en la batalla, y se hizo con el control
absoluto de Roma y de la parte occidental del Imperio. Agradecimiento o no, al
año siguiente, Constantino y el emperador de Oriente, Licinio, emitieron el
famoso Edicto de Milán que establecía la libertad de culto en todo el Imperio
poniendo fin a las persecuciones de los cristianos.
El sueño de Constantino y la batalla. |
Aunque Constantino no
se hizo bautizar hasta el lecho de su muerte, lo cierto es que con la batalla
del Puente Milvio asumió la simbología cristiana y a partir del Edicto de Milán
permitió la entrada de esta religión en los asuntos públicos. En el año 325,
una vez derrotado también Licinio y unificado el Imperio bajo su control
absoluto, celebró en Nicea el primer concilio de la Iglesia cristiana, la
reunión donde se establecieron las reglas, el contenido y el discurso de la
Iglesia.
Nicea fue el nacimiento
de la Iglesia Católica y el inicio del control imperial sobre la estructura
eclesiástica. Siguiendo la frase atribuida a Cristo “dadle al César lo que es
del César y a Dios lo que es de Dios”, Constantino se apoderó y organizó el
cristianismo como una poderosa y nueva ideología unitaria imperial a cuyo
frente estaría el emperador como vicario de Cristo en la Tierra: había nacido
el Bajo Imperio. El emperador lo era por la gracia de Dios, ya no lo era por la
aprobación de los senadores o de los soldados. La ficción republicana mantenida
viva por Augusto ya estaba definitivamente muerta.
En el año 380 Teodosio I decretó que el cristianismo sería la única religión tolerada en el Imperio.
De perseguidos, los cristianos pasaron a ser perseguidores. El proceso que
comenzó con la batalla de hace 1700 años había llegado a su fin.
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