22/11/11

UN MENSAJE COMPROMETIDO

El faraón Kamose.
Debía hacer mucho calor. Ocurrió en el desierto, cerca de un oasis, hace más de 3.500 años. Un hombre no paraba de correr sobre la arena. Estaba asfixiado, agotado, pero no podía parar. Le pisaban los talones. Tenía que seguir corriendo y llegar a su destino. Era importante, vital para su pueblo. Su rey en persona le había entregado un mensaje y le había insistido en que no debía caer en manos enemigas. El mensajero le había dado su palabra de honor, pero estaba a punto de romperla.

El mensajero era un hicso, un enigmático pueblo asiático. Le perseguían guerreros egipcios de la ciudad de Tebas. El mensaje era, ni más ni menos, una invitación del rey de los hicsos a los nubios del reino de Kush, los vecinos sureños de los tebanos, para invadirlos a la vez y repartirse sus tierras. Tebas, el último bastión de la independencia egipcia, estaba en peligro.

Entre los años 1680 y 1530 a. C. los hicsos gobernaron la mayor parte de Egipto. Son un pueblo misterioso para nosotros que desconocemos casi todo de ellos, sobre todo su origen, aunque es prácticamente seguro que eran asiáticos. Llegaron a Egipto poco a poco, como inmigrantes. Comenzaron a establecerse en el Delta del Nilo y allí se juntaron en comunidades. No se asimilaron a la cultura egipcia.

Los hicsos.
Fueron siendo cada vez más y más, hasta que al final los cada vez más débiles controles de emigración egipcios se desmoronaron como consecuencia de la crisis y decadencia del llamado reino medio de los faraones, que no pudieron aguantar el empuje final de estos inmigrantes armados con armas más avanzadas y poderosas: las hachas de guerra y los carros de combate tirados por caballos, un animal desconocido a orillas del Nilo.

Tebas: el último bastión
Cien años gobernaron los hicsos el trono de los faraones, al menos la parte norte y central de su reino. Solamente una pequeña franja de terreno alrededor de la ciudad de Tebas, al sur, mantuvo su independencia. Era un reino pequeño y pobre, nada que ver con el poderoso imperio faraónico de antaño. Le faltaban materias primas y riquezas para construir un ejército poderoso y, lo peor de todo, estaba rodeado por enemigos. Al norte los hicsos. Al sur los nubios, antiguos esclavos de los egipcios que recuperaron la libertad tras la victoria de los hicsos y estaban ansiosos por vengarse.

Los nubios.
El plan de los hicsos era atacar a los egipcios tanto desde el norte como desde el sur. Por eso la misión del mensajero era tan importante. Pero tuvo mala suerte. La carrera del hicso en el desierto acabó en desastre. Después de una carrera desesperada, fue interceptado por los soldados egipcios y llevado ante su señor, el gobernante de Tebas llamado Kamose.

El mensajero debió temblar de miedo y de rabia. Se había deshonrado a él y a su familia. Había fracasado estrepitosamente en una misión de la que podía depender el futuro de su pueblo. Y, sobre todo, su vida corría serio peligro. Fue llevado a Tebas y con él el mensaje secreto. Pero tuvo suerte. Se le perdonó la vida.

Esta epístola –no sabemos si era una tablilla o un papiro- debería haber llenado de temor a los tebanos y encendido todas las alarmas. Pero Kamose sonrió cuando lo leyó. Era lo que estaba esperando. Por fin tenía una excusa para hacer realidad su gran sueño: la guerra contra los hicsos y reunificar Egipto.

Una familia comprometida con la unificación
Seqenenra Taa
Este era el sueño de su familia y por él había muerto su padre, Seqenenra Taa. Su momia se conserva hoy en el Museo Egipcio de El Cairo y presenta un tajo impresionante de un hacha hicso en su cráneo. Había muerto luchando contra el invasor. Continuar la guerra era una cuestión de honor. Sin embargo, no todos los tebanos compartían esta ansia unificadora. Los cortesanos de Kamose no apoyaron la guerra y el gobernante tuvo que costearse él mismo su ejército.

Esta ansia por la gloria y la venganza le costaría caro. Kamose muy pronto compartiría el destino de su padre, ya que a pesar de todo marchó a la guerra y cayó abatido por sus enemigos no sin antes saquear sus tierras y derrotar a sus ejércitos. Pero su muerte repentina paralizó la ofensiva. Le sucedió su hermano pequeño Ahmosis, todavía un niño cuando subió al trono.

Ahmosis I.
Parecía que los tebanos habían dejado escapar una oportunidad de oro, pero ésta llegaría diez años después. Fue bajo el reinado de Ahmosis cuando los hicsos fueron derrotados y expulsados de Egipto y los nubios conquistados. Egipto volvió a estar unida y era más fuerte que nunca. Había comenzado la que se conocería posteriormente como la XVIII dinastía, la edad de oro de los faraones.  

Al final los hicsos fueron derrotados y borrados de la historia para siempre. Ocurrió tan sólo unos pocos años después del mensaje que enviaron a los nubios para acabar con los egipcios. ¿Qué hubiera pasado si el mensajero hubiera corrido más?

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