6/9/11

DE CIUDADANOS A MERCENARIOS

Roma al final de la República.
Roma comenzó siendo una simple ciudad en el centro de la Península Itálica que conquisto primero a sus vecinos y después el mundo entero entonces conocido. Lo consiguió gracias a un ejército y a un sistema político, el republicano, en el que todos los ciudadanos podían y debían participar. Fue la clave de su éxito, pero en ello radicaba también el origen de su caída, ya que fue incapaz de gobernar el mayor imperio de la historia con las instituciones que la hicieron grande. 

Antes de ser una monarquía con un emperador todopoderoso al frente, el Imperio Romano era una república en la que, en teoría, todos los ciudadanos participaban de la vida política. Los verdaderos dueños del Estado eran los senadores y los nobles, pero los ciudadanos de todas las clases participaban en las asambleas y votaciones de los cargos públicos. Esto entraba dentro del capítulo de sus derechos. Pero su obligación más importante era la de hacer la guerra.
Soldado romano antes de la reforma.

Al principio los ciudadanos romanos eran soldados a tiempo parcial. Comerciaban y araban sus tierras y en época de guerra se enfundaban sus equipos militares y marchaban a luchar contra los enemigos de su ciudad. Solamente podían luchar aquellos que tenían propiedades y dinero suficiente para costear sus armas. Es decir, los nobles y ricos –que necesitaban de la gloria militar para sus carreras políticas- y lo que hoy llamaríamos clases medias. Los proletarios, aquellos que carecían de dinero, estaban exentos de la lucha. 

Durante los primeros siglos de la expansión romana esto suponía pocos problemas debido a la cercanía de los campos de batalla, pero a medida que los romanos iban expandiendo su territorio y los soldados tenían que ir cada vez más lejos, hacer la guerra suponía un verdadero desastre para los ciudadanos. A partir del siglo III a.C. los romanos dejaron de luchar en la península de Italia –después de derrotar a sus vecinos- para embarcarse en guerras en territorios cada vez más lejanos: Sicilia, Hispania y África, y más tarde Grecia y Asia. Además, los enemigos eran cada vez más poderosos y las pérdidas de vidas cada vez mayores. Por ejemplo, en la batalla de Cannas contra el cartaginés Aníbal, los romanos perdieron unos 70.000 soldados.
Cayo Mario.

La expansión romana, que tantas riquezas y poder ofrecía a la clase aristocrática dominante, suponía en cada vez más casos la ruina del resto de ciudadanos soldados, que ya no podían llegar a tiempo para cuidar de sus sembrados o para atender a sus negocios. Esto era la ruina para cada vez más de ellos lo que, a su vez, suponía que había menos soldados a disposición cuando más se necesitaban. La situación era insostenible.

En el año 107 a.C. Cayo Mario llegó al Consulado (la máxima institución de Gobierno en la Roma republicana) y realizó la reforma militar más trascendental de la historia romana. Debido a la escasez de soldados permitió que se reclutara a los proletarios sin propiedades. Como no tenían dinero, el Estado les pagaría el armamento y un sueldo a cambio de un servicio militar de 25 años. Ya no había que disolver los ejércitos después de cada campaña para que los soldados volvieran a casa. A partir de entonces, los legionarios eran profesionales a tiempo completo que permanecían en el terreno después de las guerras y consolidaban así el poder de Roma, que había dejado de tener un ejército de ciudadanos para tener uno de mercenarios.

Soldado tras la reforma.
Las ventajas a corto plazo eran evidentes. Sin embargo, con el tiempo los soldados fueron cambiando su lealtad que dejó de ser para la República de los senadores y de los ricos. Los generales, que provenían de la nobleza y de las clases adineradas, eran cada vez más ambiciosos y comenzaron a reclutar ejércitos privados pagados por ellos mismos para realizar conquistas que aumentaran su gloria y su poder. Era a esos generales a los que los legionarios les debían su lealtad ya que eran ellos los que les pagaban sus sueldos.

La consecuencia fue desastrosa para Roma. Generales ambiciosos como Julio César, Pompeyo, Marco Antonio y Octavio llevaron al imperio a una serie de guerras civiles que acabaron con la República e instauraron la monarquía. Se terminó la libertad a cambio de la paz y la seguridad, pero al precio de pagar a los legionarios por su lealtad. Ellos tenían la capacidad de decidir quién podía gobernar, y lo sabían. No tardarían en utilizarlo y en sacudir los cimientos del mundo romano hasta su caída definitiva.

(Si quieres leer un ejemplo de cómo el ejército romano influía en la política del imperio, pincha aquí). 


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