13/5/11

LA NOCHE DEL FIN DEL MUNDO

El sol dejó de brillar. Una gran nube negra lo tapaba todo. Aunque era mediodía, la luz parecía anunciar el ocaso. Los pájaros habían desaparecido. Los perros ladraban nerviosos o se escondían aterrados sin motivo aparente. Los burros se negaban a avanzar, más tercos que nunca. El agua del mar estaba más fría de lo normal, y los pescadores apenas llenaban sus redes porque los peces habían desaparecido. Un olor extraño empezó a inundarlo todo. Una sensación nerviosa recorría los cuerpos de los habitantes de la isla de Thera, en el Mar Egeo. ¿Había llegado el fin?

Era el año 1628 a. C. y Thera era una isla próspera de pescadores y comerciantes de la civilización minoica. Eran grandes viajeros. Visitaban con frecuencia la cercana Creta, centro cultural y económico de la zona, y también las más lejanas Egipto y Fenicia, en el actual Líbano. Los habitantes de Thera vivían vidas prósperas. Sus casas eran consistentes y sus líderes tenían palacios con ricas pinturas murales que representaban escenas de su vida, como procesiones, sacrificios, o animales como toros y delfines. También tenían una escritura y sus cerámicas eran famosas y codiciadas por sus lujosas decoraciones y la perfección de sus formas. En Thera se vivía bien. Pero parecía que eso iba a cambiar.

Fresco minoico en Thera.
El gran volcán de la isla se estaba despertando. Todo comenzó el día  que empezó a salir una fina columna de humo de la gran caldera. Nunca había sucedido eso y a los habitantes de Thera les sorprendió. Ni siquiera los más viejos recordaban que alguna vez hubiera salido humo de entre las rocas como si fuera una chimenea, pero ahora lo estaba haciendo y no parecía un buen augurio. A los dos días ese humo empezó a ser cada vez más negro y espeso, y la luz del sol comenzó a debilitarse. Pocos días después el humo lo inundaba todo. Apenas se podía ver y respirar. ¿Qué podían hacer los isleños? Nadie sabía la respuesta. Unos querían coger lo que pudieran de sus pertenencias y embarcarse para huir lo antes posible. Otros preferían esperar.

De repente la tierra tembló. Solo fue un momento, pero la isla se sacudió lo suficiente como para destruir gran parte de la ciudad hecha de barro y madera. Las casas de los pescadores simplemente se derrumbaron y las paredes de los palacios de los ricos se rajaron. Mucha gente murió, otros resultaron heridos. Nadie entendía qué estaba pasando, pero estaba claro que quedarse en la isla era un suicidio. Los supervivientes tenían que huir. No tenían mucho tiempo, ya que el temblor solamente era un preludio. Quedaba lo peor.

La isla de Thera/Santorini.
Cientos de personas se agolpaban en el puerto buscando desesperadamente un sitio en cualquier barco. Muchas pequeñas barcas de pescadores ya habían partido cargadas de sus dueños y familias que se aventuraban en un mar oscuro y picado. Navegaban hacia las islas vecinas, cuyos habitantes observaban con preocupación lo que estaba pasando en Thera. Pero todavía quedaban muchas personas en el puerto esperando poder salir de allí.

Un nuevo temblor, esta vez más fuerte, partió por la mitad el dique, lo que dejó el puerto a merced de las corrientes. Pocos barcos quedaban todavía allí. Los más codiciados eran los grandes veleros de transporte que los comerciantes usaban para sus largos viajes. Mujeres y niños se agolpaban en las bodegas normalmente cargadas de tinajas de vino y de trigo esperando impacientes a que la nave llenara su capacidad y zarpara de esa isla que se había convertido en una trampa mortal. Mientras tanto el cielo se iba oscureciendo. El mar estaba bravío y sus aguas, nerviosas y frías, parecían indicar a los pocos barcos que todavía esperaban en el puerto que se marcharan cuanto antes, que algo terrible iba a suceder.

Ya habían pasado varias horas desde el segundo temblor y la evacuación de la población casi había terminado. Solamente un pequeño grupo decidió permanecer en Thera. Eran en su mayoría heridos del terremoto y ancianos, que no habían encontrado sitio en los barcos, y ya habían vivido lo suficiente y decidieron sentarse a esperar mientras empezaba a llover ceniza a su alrededor.

De pronto el gran volcán explotó. Fue una explosión espectacular. Brutal. Una detonación que raras veces se produce en la naturaleza, pero que cuando ocurre es poderosa y terrible. La isla saltó por los aires, provocando una columna de humo negro de mezcla de tierra y ceniza que rápidamente cubrió todo el Mar Egeo. Thera había desaparecido. Era el fin del mundo.

La explosión partió la isla en dos.
El relato del fin de Thera (hoy llamada Santorini) es fruto de mi imaginación, pero seguramente debió ocurrir algo parecido durante las últimas y fatídicas horas de la isla. No existen fuentes que describan lo que ocurrió con detalle con los habitantes las horas previas a que el volcán estallara por los aires, pero sí existe constancia de que existió tal explosión. Los jeroglíficos egipcios cuentan que el cielo se oscureció durante nueve días: “El sol se ha ocultado, nada se ve en la sombra, las cosechas han muerto, ahora debemos sobrevivir”. También en la lejana China existe constancia de que en esa época el día se oscureció de repente debido a la gran columna de humo de Thera. Incluso en la más alejada Canadá los anillos de árboles milenarios dan fe de un enfriamiento de la atmósfera que coincide con esa época, seguramente provocada por una gran nube que no dejaba pasar la luz del sol.

Las consecuencias se dejaron notar en el mundo entero, pero la devastación alcanzó sobre todo al Egeo y a las islas vecinas de Thera. La mayoría quedaron arrasadas por una gran ola que siguió a la explosión y que alcanzó la isla de Creta, centro de la civilización minoica, causando muerte y destrucción. Nunca se recuperaría de ese golpe. 


    

4 comentarios:

  1. Buenos días.

    Conocía esta terrible catástrofe que golpeó de forma fatal a la civilización minoica.

    Algún autor ha barajado la hipótesis de que el recuerdo del suceso, transmitido oralmente, inspirara el mito de la desparación de la Atlantida que aparece en la obra de Platón. Quien sabe....

    Un saludo, muy interesante tu blog.

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  2. Hola Jan,

    Precisamente esta tradición oral sobre la Atlántida que recogió Platón me inspiró en esta entrada.
    El fin de Thera me recordó mucho a los acontecimientos ocurridos últimamente (Japón, Haití o incluso Nueva orleans) en los que parece que la naturaleza se confabula contra la humanidad y que provocó cierta sensación de pánico. Ya ocurrió hace 3.600 años, así que, ¿nos debe sorprender y atemorizar entonces lo que ocurre en diferentes partes del planeta?


    Muchas gracias por tu comentario, me anima a continuar con el blog

    Un saludo

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  3. Hola Michael, pude leer tu amable respuesta antes del apagón de Blogger, y veo que igual que me ha pasado a mi, se te han borrado los comentarios de la última entrada. Pues nada, tan solo dejar constancia nuevamente de lo interesante que me parece tu blog y animarte a seguir publicando. Ah, y qué gracia que fuera lo de la Atlántida lo que te inspirara el artículo.

    Que Blogger no nos juegue de nuevo malas pasadas...

    Saludos !

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  4. Hola de nuevo Jan,

    menuda faena el apagón. La verdad que tuve tiempo de contestar un poco antes, pero me alegra mucho que hayas vuelto a escribir tu comentario.
    Hace unas semanas tuve una conversación con un amigo arqueólogo sobre la atlántida y los mitos de las ciudades hundidas. Estuvimos hablando sobre hasta qué punto los mitos entierran hechos verdaderos, como en el caso de Troya. En la conversación salió el suceso de Thera y me pareció interesante para el blog.
    Me alegra que te guste y, de verdad, muchas gracias por los ánimos.
    Un saludo

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