17/5/11

EL CIUDADANO EJEMPLAR

Estatua de Cincinato en Cincinnati, EEUU.
Hace mucho tiempo, cuando la república romana prácticamente acababa de nacer tras expulsar al último rey etrusco y la ciudad no era más que un pueblo grande de chozas de campesinos y pastores, vivó un hombre que pudo ser el dueño de su pueblo y soberano del futuro imperio más grande de la humanidad. Además, pudo haberlo sido sin recurrir a la violencia ni al engaño, pues sus propios compatriotas le ofrecieron ejercer la máxima autoridad, la dictadura, pero por dos veces rechazó aprovecharse de ello por lealtad a su república. Se llamaba Cincinato, y todavía hoy sigue siendo el arquetipo del ciudadano ejemplar.

Cuenta el historiador romano Tito Livio que Lucio Quincio Cincinato (nacido en el año 519 a.C.) era un patricio y como tal las leyes de Roma le reservaban un papel activo en la política de su ciudad. Los patricios eran una clase social compuesta por descendientes de las treinta curias primitivas de Roma. Constituían la clase aristocrática, gozaban de todos los derechos, poseían tierras y eran los llamados a formar parte del ejército romano, y sólo ellos participaban del gobierno.

En el año 460 a.C. Cincinato fue nombrado cónsul (la máxima autoridad con capacidad de mando durante un año que se compartía con otro cónsul y el Senado para evitar tentaciones de poder absoluto) y ya en ese momento tuvo que lidiar con un asunto muy espinoso. Desde el principio mismo de la fundación de Roma su sociedad estaba dividida entre patricios y plebeyos, lo que era causa de constantes conflictos.

El senado ofrece la dictadura a Cincinato.
Cuando Cincinato  fue nombrado cónsul se acababa de aprobar una ley (la Ley Terentilia Arsa) que prohibía a los plebeyos a unir sus tierras, lo que podría haber creado latifundios que compitieran con los de los patricios. Los plebeyos rechazaban esa ley y amenazaron con rebelarse, pero la guerra civil pudo evitarse gracias a que Cincinato y el Senado la retiraron. Esta mediación aumentó el prestigio del patricio Cincinato entre todas las clases sociales de la ciudad. Pero él optó por volver a su granja y a arar sus tierras, como había hecho antes de ser cónsul.

En el año 458 a.C. Roma volvía a estar en peligro, esta vez por una invasión enemiga. Los cónsules del momento eran unos ineptos en el mando militar (en Roma se ejercía tanto el poder civil como el militar con el mismo cargo) y la república parecía abocada al desastre. Entonces el Senado ofreció a Cincinato el cargo de dictador para oponerse a la invasión. La leyenda cuenta que se encontraba arando sus tierras cuando la delegación senatorial le ofreció el cargo que le confería la máxima autoridad militar y civil de Roma, con capacidad de mando absoluto y de poder crear y derogar leyes a su antojo. La república, tan solo 50 años después de expulsar al último rey de Roma, volvía a estar en manos de un solo hombre. Pero en solamente 16 días Cincinato venció a los enemigos y renunció a los honores y a la autoridad que podía disfrutar, por ley, durante seis meses.   

El símbolo de la República romana.
Cincinato vivió una vida tranquila hasta prácticamente su muerte. Pero ya con 80 años, en el 439 a.C., el Senado le volvió a ofrecer la dictadura. Esta vez el peligro era interno. Un romano muy rico llamado Espulio Melio amenazaba con hacerse con el poder en la ciudad aprovechando su fortuna. Roma estaba sufriendo una hambruna muy severa y Melio anunció que con su dinero compraría alimentos que, sin duda, servirían para hacerle muy popular entre los plebeyos y crear así una base de apoyos en su ambición de hacerse con el poder y ser coronado rey. Cincinato volvió a servir a su república con eficacia y Espulio Melio fue ejecutado. Poco tiempo después, Cincinato murió.

Cincinato ha sido utilizado como ejemplo de la virtud y del sentido del deber que debía tener todo ciudadano para garantizar el buen funcionamiento de la política y de la cosa pública. No solamente en la antigua Roma, sino también en otras repúblicas más cercanas en el tiempo, como en Estados Unidos, donde la ciudad de Cincinnati fue bautizada en su honor.

Su lealtad a la república romana fue fundamental, ya que podría haberse aprovechado de su debilidad y de su popularidad para hacerse con el poder. Pero como dijo Voltaire, “en el desprecio de la ambición se encuentra uno de los principios esenciales de la felicidad sobre la tierra”.



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