12/9/13

JOAQUÍN COSTA, EL LEÓN DE GRAUS

Joaquín Costa
Joaquín Costa, también conocido como el “León de Graus”, es sinónimo de hombre hecho a sí mismo, de indignación contra la injusticia y de lucha por el progreso. Hace poco más de un siglo, en 1911, murió en Graus, su ciudad natal. Pero aún hoy sus palabras y de sus acciones siguen teniendo una vigencia aterradora, no por lo que dijo e hizo, sino porque aún hoy en día hacen falta.

Hoy comienzan las fiestas en Graus, una localidad situada en el norte de la comarca de la Ribagorza, en la provincia de Huesca. Quiero aprovechar esta circunstancia para rendir homenaje al que, sin duda, es su hijo predilecto y uno de los personajes más carismáticos, potentes y fundamentales de la historia contemporánea española: Joaquín Costa.

Costa lo fue todo: labrador en la España subdesarrollada, todavía medieval y feudal del S. XIX; estudiante incansable y merecedor de las más altas distinciones; profesor, académico, y diputado electo. Pero también fue la voz del pueblo, de aquellos que sufrían en sus carnes y en su destino a la España de los caciques que preferían el hambre y la ignorancia de sus campesinos a tener que compartir su riqueza y menguar su poder.

Campesinos aragoneses a a principios del S. XX.
Costa fue un visionario. Veía lo que otros no veían o no querían ver. Cuentan que  durante su última etapa de vida, en su retiro en su ciudad natal de Graus, explicaba a los niños señalando las nieves de las cercanas montañas de los Pirineos que “eso blanco no es nieve, sino la harina con la que se hará el pan que comeréis”. Y es que Costa conocía la importancia decisiva del agua para la agricultura de su tierra y como vehículo para sacar a los campesinos para siempre de la pobreza y de la dependencia ancestral que tenían de los caciques.

Esos caciques siempre fueron sus enemigos, como lo eran ellos (y siguen siéndolo) de toda aspiración de progreso y de un futuro mejor para la mayoría. Un excelente documental emitido hace un mes en RTVE y titulado “Canal de Futuro”, cuenta cómo los campesinos de la comarca de la Litera, en Huesca, pidieron ya en el S. XVI a Carlos V la construcción de un canal de riego para poder abastecer a sus cultivos y no tener que depender de los caprichos de la meteorología para poder comer. El emperador les concedió permiso, pero ese canal nunca se construía porque a los caciques de la zona no les interesaba. Pasaron los siglos y, como decía la letra de una jota, “ni se ha hecho ni se hará, el Canal de Tamarite, porque los ricos no quieren que los pobres coman pan”.    

De labrador a diputado
Costa primero fue labrador y sufrió en su propia persona las condiciones de la España rural de su tiempo. Aprendió a trabajar con sus manos y a valorar el esfuerzo. Pero pudo salir del campo y marchó a la ciudad a estudiar con el objetivo de construirse una carrera, pero nunca olvidando sus orígenes. En Madrid accedió a la universidad, en la que destacó por su esfuerzo y brillantez, pero ya en esta institución se topó con el poder de la mediocridad, que sólo premiaba a los sumisos y aduladores, y castigaba a los que querían cambiar las cosas. Costa era de esos y sufrió las consecuencias no llegando nunca a hacer una carrera académica.

Monumento a Joaquín Costa en Graus.

Pero no dejó de ser profesor. Su carácter y su fe en el progreso le empujaron a participar en el proyecto de la Institución Libre de Enseñanza de Francisco Giner de los Ríos, que creía firmemente en la educación como vía para el progreso de las futuras generaciones. Costa fue un firme defensor de esta vía, pero no se quedó sólo en eso. También ejerció de notario, pero de causas pobres a las que nunca cobró nada.

Sin embargo, sabía que para poder actuar y ser eficaz contra la miseria había que entrar en el sistema y participar en política. Así empezó su carrera pública, en la que nunca dejó de ser un látigo infatigable contra las fuerzas conservadoras y contra aquellos que se negaban a permitir el avance del país para no perder sus privilegios. Su carácter y su fuerza eran famosos y temidos, lo que le valió el sobrenombre de “el León de Graus”.

Joaquín Costa se oponía a la monarquía, al sistema político de la Restauración borbónica impuesto por Cánovas y Sagasta y por el cual los partidos Liberal y Conservador se turnaban en el poder amañando las elecciones, siempre apoyados en los omnipresentes y omnipotentes caciques. Costa era una voz discordante, un orador impresionante que rompía el discurso oficial y llamaba las cosas por su nombre. Se opuso a la Guerra de Cuba, y fue un fiel seguidor del movimiento regenerador de España surgido tras el desastre del 98. Sin embargo, también en política sufrió las consecuencias de un sistema amañado, ya que no llegó a ser elegido diputado hasta llegar a una edad avanzada, y para entonces no quiso tomar posesión de su escaño.

El Canal de Tamarite.

Pero consiguió cambiar las cosas, al menos algunas muy cercanas y muy importantes para él. Supo presionar bien y obligar a actuar a los poderosos. Gracias a él, y tras casi 400 años, el Canal de Tamarite (hoy Canal de Aragón y Cataluña) se hizo realidad, llevando el agua a las tierras de su infancia y sacando así de la miseria a sus paisanos. Ellos no le olvidaron. Cuando murió en 1911 en Graus, una impresionante muchedumbre agradecida le acompañó en romería hasta su tumba en Zaragoza.    


Hoy, Joaquín Costa es un mito. España ya no es el país de la miseria de hace un siglo. Pero se siguen cometiendo injusticias y se sigue favoreciendo al poderoso y al rico en detrimento del trabajador. Pero, desgraciadamente, aún no hay un Costa a la vista. 


Os dejo el enlace al documental "Canal de futuro (Joaquín Costa)" emitido por La 2 el pasado 9 de agosto. Para verlo pincha aquí.

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