En
el corazón de la India más profunda, a la orilla del río Betwa, hace 400 años
un maharajá hizo construir un enorme y bellísimo palacio. Él ya tenía uno, pero
este nuevo edificio iba a ser para su amigo y señor el emperador mogol
Jahangir. Según se cuenta, solamente se utilizó una noche.
India es un país de
contrastes. Miles de mendigos de todas las edades invaden las calles mientras a
sus espaldas se erigen suntuosos palacios que albergan a algunos de los hombres
más ricos del planeta. Para estas personas la riqueza es algo más que simple
acumulación material o un estilo de vida: es un instrumento de poder.
Jahangir. |
Así lo veía el rey de
Orcha a principios del S. XVII. Su reino, en el interior de India, pertenecía
al inmenso y poderosísimo Imperio Mogol. Este imperio había estado gobernado
durante casi medio siglo por Akbar el Grande, pero a principios del nuevo
siglo, en 1605, Akbar murió y le sucedió su hijo Jahangir. Este, al igual que
todos sus antecesores, tuvo que ganarse el trono e imponer su autoridad en todo
el imperio para evitar secesiones. Por otro lado, el cambio de soberano era el
momento para los señores del imperio de tratar de ganarse al nuevo monarca. Era
importante causarle buena impresión para conseguir así una buena opinión en la
corte e influencia y poder. Las cartas se estaban barajando de nuevo.
El maharajá de Orcha Bir Singh Deo llegó al trono en 1605,
el mismo año que Jahangir. Pronto comenzó el acercamiento entre ambas partes,
el rajá hindú y el emperador musulmán. Y ese mismo año comenzó la construcción
del Jahangir Mahal, el palacio
de Jahangir.
El
palacio de Jahangir
Este palacio se construyó en torno a un enorme patio interior rodeado
por más de un centenar de habitaciones comunicadas entre sí y profusamente
decoradas con motivos sincretistas de las religiones hindú y musulmana. Flores
de loto (el símbolo sagrado del hinduismo) y figuras de elefantes comparten
espacio con caligrafías árabes y taraceas de clara influencia islámica (muy
parecidas a otros lugares muy lejanos como la Alhambra de Granada).
Patio interior. |
Pero lo que realmente destaca de este impresionante palacio es la
puerta principal de entrada para el emperador mogol. Flanqueada por dos
elefantes, la enorme puerta de madera –aún hoy sigue siendo la original- está
ricamente decorada en el estilo hindú-mogol, todo un ejemplo de la realidad
religiosa y cultural de este imperio en el que convivía una élite dominante minoritaria
musulmana con una gran mayoría dominada de hindúes.
Entrada principal. |
El palacio debía dar cobijo no solamente a Jahangir, también tenían que
alojarse allí su séquito y cortesanos. Entre nobles, esposas, sirvientes y soldados
podrían ser varios centenares e incluso miles las personas que iban avanzando
lentamente y en una caravana casi interminable por los caminos del imperio
acompañando al emperador mientras viajaba por sus dominios.
Este séquito debía
infundir respeto y temor allí donde llegaba –además de enormes gastos de mantenimiento
que recaían, como en todos los lugares del mundo, siempre en los campesinos y
en los más humildes de cada lugar. Ver al emperador era todo un espectáculo y un
problema fatal para aquellos que debían alimentar al séquito con sus cosechas. Pero
ante todo era un acto de propaganda en un mundo sin medios de comunicación y en
el que las noticias llegaban muy de vez en cuando y siempre tras un largo y
tortuoso viaje.
Así pues Jahangir visitó Orcha y se alojó en el impresionante palacio
construido en su honor. Según se cuenta, solamente se alojó allí una noche. Lo
suficiente para aceptar la hospitalidad y la amistad del rajá Bir Singh
Deo. Después continuó su camino. Nadie más ocupó el palacio, que desde
entonces, cuatro siglos, ha permanecido vacío. Pero a Orcha le mereció la pena.
Ambos soberanos fueron aliados y el reino disfrutó de su época de mayor
esplendor. Aunque no iba a durar demasiado.
Al morir Bir Singh Deo en 1627 le sucedió Jhujhar Singh, que se rebeló contra los mogoles. Ese
mismo año también murió el emperador Jahangir (curiosamente ambos llegaron al
trono y murieron en los mismos años). Le sucedió su hijo Sha Jahan, que pasaría
a la historia por construir el Taj Mahal en Agra. No tuvo piedad con Orcha y
devastó el pequeño reino. Sin embargo, el palacio en el que su padre pasó una
sola noche fue respetado.
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