Hace 75 años, a
principios de julio de 1937, decenas de creadores, artistas y escritores
antifascistas, desafiaron la guerra y acudieron a España a participar en el II Congreso Internacional de Escritores para
la Defensa de la Cultura. Se celebró en Valencia, Barcelona y en el Madrid
sitiado por los ejércitos de Franco. Fue una demostración de solidaridad y
apoyo a una República Española aislada y abandonada por las democracias
occidentales en su lucha contra el fascismo.
Mejor que describir los hechos, consultables en cantidad de webs y
libros, he preferido citar algunos párrafos de la presentación que leyó Arturo Serrano Plaja, poeta y
combatiente en el Vº Regimiento:
“(…) La revolución no
es solamente una forma, no es solamente un símbolo, sino que representa un
contenido vivísimamente concreto, un sentido del hombre, absoluto, e incluso
unas categorías, perfectamente definidas como puntos de referencia de su
esencialidad. Y así, para que un arte pueda llamarse, con verdad,
revolucionario, ha de referirse a ese contenido esencial, implicando todas y
cada una de esas categorías en todos y cada uno de sus momentos de expresión;
porque si no, hay que suponer que el concepto mismo de la revolución es confuso
y sin perfiles y sin un contenido riguroso.
Padrticipantes en el congreso. |
Pues bien; en el terreno de la creación artística y literaria, no es posible tampoco que lo más rico objetivamente, lo que tiene más posibilidades en el porvenir, admita una limosna, por más que sea bien intencionada en cuanto a voluntad personal. No queremos –aunque lo admitamos en cuanto a las necesidades inmediatas que para nada subestimamos, ya que de ellas dependen todas– una pintura, una literatura, en las que, tomando el rábano por las hojas, se crea que todo consiste en pintar o en describir, etcétera, a los obreros buenos, a los trabajadores sonrientes, etcétera, haciendo de la clase trabajadora, la realidad más potente hoy por hoy, un débil símbolo decorativo.
Arturo Serrano Plaja. |
No. Los obreros son
algo más que buenos, fuertes, etc. Son hombres con pasiones, con sufrimientos,
con alegrías mucho más complejas que las que esas fáciles interpretaciones
mecánicas desearían. En realidad, pintar, escribir, pensar y sentir, en definitiva,
de esa manera, es tanto como pensar que hay que emperifollar algo que realmente
no necesita de afeites, es pensar y sentir que la realidad es otra cosa.
(…)
Basta haber vivido en
España. Basta, por ejemplo –y como ejemplo lo citamos solamente, ya que podían
elegirse otros innumerables–, haber estado en Madrid durante los dramáticos
días de noviembre para saber que todo lo que ocultaba al hombre en cada hombre,
todo lo que solamente era costumbre doméstica, hábito empequeñecido, mezquindad
cotidiana, ha sido superado por las necesidades de la lucha.
Cada mujer, cada
hombre, cada niño, se han sentido, en Madrid, con la muerte tan a su lado, que
todo cuanto no fuese lo más elevado y noble de su conciencia, le resultaba un
peso muerto, sin sentirlo. El hombre ha despertado y tiene conciencia de su
despertar; sólo negándose, en la derrota puede perderse esa conciencia y dejar
de ejercerse; sólo con ganar la guerra se afirmará y proseguirá un camino para
el que pone impulso ganado en la lucha”.
Si quieres leer el
texto íntegro puedes consultarlo en la web de La Rosa Blindada.
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