El rey Ur Nammu y un funcionario. |
Corea del Norte tiene un predecesor. Hace 4.000 años en la antigua Sumeria había un rey que gobernaba sobre un inmenso territorio, desde el Mediterráneo hasta el Golfo Pérsico. Era dueño y señor de las tierras y de todo lo que se producía allí. Todo era suyo, no existía más propiedad privada que la del rey, y sus súbditos trabajaban para él. Como no podía estar en todas partes, el rey creó una burocracia enorme y todopoderosa que controlaba todo lo que ocurría en su reino. Para ello el rey tenía que publicar las leyes que sus súbditos tenían que obedecer y las mandó escribir en el que sería el primer código jurídico escrito de la historia. Ese rey fue Ur Nammu, el primer soberano del poderoso imperio de la ciudad de Ur.
A finales del III Milenio a.C. Mesopotamia estaba agitada. Guerras, saqueos y enfrentamientos entre ciudades asolaron esta parte del mundo en los mil primeros años después de la invención de la escritura. Eran experiencias traumáticas que estaban lejos de acabar. El imperio acadio, que había dado unidad y cierto orden a la zona, se había desintegrado bajo el ataque de un pueblo nómada y salvaje proveniente de las montañas, los Gutis. Casi nada se sabe de ellos salvo que destruyeron el orden político de la zona. Le siguió la vuelta a la independencia de las ciudades de Sumeria y a las eternas luchas entre ellas.
Pronto hubo una ciudad que destacó sobre las demás: Ur, en el sur. Poderosa y rica, su rey –título que los sumerios llamaban Lugal- quería recuperar la unidad política de Sumeria, pero esta vez dirigida por él y su urbe. Ur Nammu, que gobernó entre los años 2112 y 2095 a.C., fue el primero de una poderosa dinastía que durante un siglo dominó Mesopotamia. Comenzaba la llamada III Dinastía de Ur.
Control absoluto
4.000 años antes del actual régimen de Corea del Norte, lo que caracterizaba a esta dinastía, y en concreto a Ur Nammu, era su absoluto control sobre todo lo que ocurría en su reino. Todo estaba reglado. El propio rey/Lugal era adorado como un dios (una costumbre que sobrevivió de los acadios) y era el propietario de todo. Las tierras, los edificios públicos, los bienes comerciales, todo pertenecía a Ur Nammu. No existía la propiedad privada entre sus súbditos. Las tierras que sembraban y las casas que habitaban no eran suyas. El rey se las arrendaba a cambio de los servicios prestados.
Esos servicios prestados eran básicamente burocráticos. El control del Lugal sobre su pueblo necesitaba de una enorme burocracia fiel para hacer cumplir las leyes y recaudar impuestos entre los campesinos, que como siempre, eran la masa explotada de la población. Pero eso no era suficiente.
Leyes para controlarlos a todos
La sociedad de Ur estaba dividida y fuertemente estratificada entre los funcionarios privilegiados –lo que en la URSS se llamaría Nomenklatura- y la gran masa de miserables. El sistema necesitaba leyes que fueran conocidas por sus súbditos. Así fue como Ur Nammu configuró el primer código jurídico por escrito de la historia.
A diferencia de la tradicional Ley del Talión (el famoso ‘ojo por ojo’) propio de las sociedades tribales, el Código de Ur Nammu iba más allá. Era más ‘civilizado’, urbano. En caso de que alguien infringiera algún daño físico a otra persona, el castigo era una multa y no el sufrimiento del mismo daño. Pero seguramente no sería por humanidad. Todos los súbditos eran preciados obreros necesarios para la producción y no se podía desperdiciar la mano de obra con mutilaciones o castigos ‘bárbaros’.
Código de Ur Nammu. |
El código también dejaba claras las diferencias entre la población. Distinguía entre las personas con derechos y los que no los tenían. En la cima de la pirámide social estaban, por supuesto, los funcionarios. Los altos burócratas –llamados Ensi y Shagin- y los funcionarios de nivel medio y bajo, fundamentalmente con funciones de control y vigilancia. Eran los Aga-Ush (policías), Nubanda (inspectores), Mashkin (comisarios) y Sukkal (inspectores reales). Después de los funcionarios había una clase acomodada de comerciantes (damgar) y una clase inferior, pero aún con derechos, de los Mushkenum, campesinos ligados a la tierra.
Pero las grandes obras públicas –como el impresionante Zigurat que mandó contruir Ur Nammu- y la interminable maraña de canales y zanjas necesarias para irrigar las tierras de cultivo, necesitaban de una mano de obra prácticamente esclava, los Eren, gente sin derechos.
El hundimiento
El imperio de Ur parecía indestructible. Férreamente controlado por el Lugal y la casta de burócratas, prosperaba en el comercio y aplastaba a sus enemigos. Cuando Ur Nammu murió en el año 2095 a.C. todo parecía atado. Y así era. Pero la riqueza y el éxito se cobraron su precio. Las tribus nómadas y ‘bárbaras’ que rodeaban al imperio de Ur se sintieron atraídos y comenzaron a asaltar sus cultivos y ciudades. Los sucesores de Ur Nammu comenzaron a fortificarse, literalmente. Al igual que los emperadores chinos bastantes siglos más tarde, construyeron murallas para frenar las incursiones. Pero era una lucha que no podían ganar.
El Zigurat de Ur. |
Los saqueos, la inmigración masiva y una serie de desastres ecológicos destruyeron la economía. La pobreza y la guerra condujeron al desencanto y a la rebelión. El imperio de Ur se desplomó y pronto solamente abarcaba a la propia capital hasta que a su vez fue saqueada y destruida en el año 2004 a.C. Fue el fin de la III Dinastía y del poder de Sumeria.
Los sumerios, siempre dados a los mitos y a las leyendas, explicaron el final de Ur a su manera. La causa no fue humana. Al igual que ocurrió con el imperio acadio dos siglos antes, fueron los dioses los que decidieron acabar con la dinastía y su reino. Como cuenta la historia de las Lamentaciones por Ur: “¿Quién ha visto el reinado de una monarquía que tuviera un señorío eterno? El reinado de su monarquía ha sido realmente largo, pero se ha agotado. ¡Oh Nanna (dios de la luna y patrono de Ur), señor mío, no te esfuerces en vano, abandona tu ciudad!”
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