Atahualpa señala hasta donde llenará la habitación de oro |
¿Cuánto cuesta la libertad? Para el último inca Atahualpa el precio era una habitación llena de oro. Había sido capturado por Pizarro y sus conquistadores cuyo deseo más fuerte era lucrarse de oro y plata y de paso conseguir gloria y honor en el intento. Eso fue lo que llevó a los soldados españoles a atacar el Imperio Inca y a secuestrar a su gobernante que trató de ganarse la amistad de sus captores a cambio de riquezas.
Pizarro y 168 soldados de infantería y 37 de caballería llegaron a Perú en 1531. Fueron porque habían oído historias fantásticas de un país en el que todo era de oro y plata. Pocos años antes Hernán Cortés había derrotado y conquistado al poderoso imperio azteca. América era un territorio en el que parecía posible que las aventuras inciertas pudieran tener éxito, por lo que Pizarro, que se aburría en la tranquilidad tropical de Panamá, organizó la expedición al sur, a la captura del país del oro.
Atahualpa |
Ese país estaba gobernado por los incas, un imperio inmenso que abarcaba gran parte de la cordillera de los Andes. Muy organizado, constaba de un gobierno centralizado y, para que éste pudiera ejercer su control hasta en los últimos recovecos de su reino, de una red de carreteras y caminos muy eficientes. Fueron esa centralización y esas carreteras, además de una guerra civil cruel entre dos hermanos que reclamaban el trono, lo que permitió que un puñado de españoles bien armados pudiera conquistar ese imperio tan inmenso con muy poco esfuerzo. Para ello solamente tenían que capturar a la cabeza de los incas.
Eso sucedió en la ciudad de Cajamarca, en noviembre de 1532. Atahualpa estaba en guerra con su hermano Huáscar cuando se enteró de la llegada de un grupo de hombres venidos del norte. Estaban armados con espadas afiladas y extraños palos que escupían fuego y provocaban un estruendo espantoso. Además, les acompañaban lo que percibían como horribles y enormes criaturas de cuatro patas con cabeza de humano. Los incas sentían un miedo atroz ante las nuevas tecnologías bélicas, que nunca habían visto ni entendían, como los arcabuces y las armas que funcionaban con pólvora, o los caballos.
Pizarro |
Apoyados en estas innovaciones, Pizarro y sus hombres decidieron aprovechar la audiencia que les concedió Atahualpa para conocer a estos extraños invasores, motivado por la curiosidad y víctima de una ingenuidad y confianza en su propio poder digno del que se proclamaba hijo del sol. Pizarro aprovechó la audiencia para secuestrar al inca delante de decenas de miles de sus guerreros, que sin embargo huyeron despavoridos ante las explosiones de los arcabuces y la carga de la caballería española.
Con el inca en su poder los españoles revelaron su intención: querían oro, mucho oro, y cuanto antes. Atahualpa lo comprendió rápidamente, y para tratar de complacer a sus captores e incluso para ganarse su amistad, prometió llenar de oro la habitación en la que se encontraba preso, acusado de herejía por haber rechazado una biblia que no conocía y que nunca había visto. Pizarro y sus hombres interpretaron ese gesto como un rescate y apoyaron la oferta ávidos de riquezas.
Atahualpa movilizó a todo su imperio, y durante meses fueron llegando riquezas de todo tipo a Cajamarca que fueron llenando poco a poco la habitación. Al final el llamado ‘Cuarto del recate’ se llenó de oro, plata y otros tesoros, pero Pizarro y sus hombres no cumplieron su parte del trato. Sabían que eran muy pocos y que corrían peligro, ya que los incas querrían liberar a su rey. No les dieron tiempo. ocho meses después de ser capturado, los españoles le ejecutaron. El ánimo de colaboración de Atahualpa con sus captores duró hasta su último aliento. Cuando iba a ser quemado vivo por hereje aceptó el bautismo en la fe cristiana. Solamente le sirvió para ser ejecutado con el garrote vil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario