La flota austriaca hasta 2006. |
En 2006 la marina de guerra austriaca dejó de existir. Aunque parezca una broma, Austria contaba hasta entonces con una escuadra de combate a pesar de que no tiene ni un solo kilómetro de costa. La flota austriaca estaba compuesta por dos lanchas patrulleras cuya misión era surcar el Danubio “en busca de amenazas”. Esas lanchas están ahora en un museo.
Parece extraño que Austria mantuviera una flota, y más todavía que mantuviera la tradición de una marina de guerra a pesar de que se encuentra a cientos de kilómetros de la playa más cercana. Multitud de monumentos conmemorativos y una asociación con más de un millar de miembros recuerdan todavía la tradición y el esplendor de la antigua flota. Y es que Austria tuvo una armada importante, hace mucho tiempo, cuando todavía era un imperio.
Austria-Hungría en el siglo XIX. |
A principios del siglo XX Austria formaba parte del Imperio de Austria-Hungría, un conglomerado multinacional que abarcaba una masa territorial importante en el centro y sureste de Europa. Entre esa masa de tierra que debía obediencia al emperador de la dinastía de los Habsburgo estaba la costa de Croacia, en el Mediterráneo. Los austriacos tenían allí un puerto de guerra, en Rijeka, ciudad que los italianos llaman Fiume.
Fueron precisamente los italianos los mayores enemigos de esa flota durante las sucesivas guerras en el siglo XIX. Austria-Hungría controlaba grandes territorios en el norte de Italia, entre ellos Venecia. Los italianos, que vivían divididos en multitud de estados independientes o dominados por potencias extranjeras, se encontraban en plena fase de unificación nacional. En ese empeño chocaron irremediablemente con los austriacos, sus grandes enemigos hasta la Primera Guerra Mundial.
La batalla de Lissa. |
En ese contexto se desarrolló la mayor batalla naval en la que participó la flota austriaca, la batalla de Lissa, en julio de 1866, una isla del Mar Adriático que los italianos querían conquistar. Los austriacos les plantaron cara con sus mejores barcos. Enfrente los italianos desplegaron lo que en ese momento era considerara la flota más moderna del mundo. La lucha duró dos horas y fue la última gran batalla naval del siglo XIX. Al final, los italianos perdieron tres buques y los austriacos ninguno, por lo que resultaron vencedores.
Años más tarde, al final de la Primera Guerra Mundial, en febrero de 1918, los marineros austriacos protagonizaron su propio motín, como meses antes habían hecho los famosos marineros rusos de Kronstadt durante la revolución de octubre, y como meses más tarde harían sus camaradas alemanes, lo que pondrá fin a la guerra. Los marineros austriacos se rebelaron porque surgió el rumor de que tendrían que salir a luchar contra las flotas de sus enemigos italianos, franceses e ingleses, mucho más grandes y poderosas. Los barcos austriacos habían estado atracados en sus puertos durante toda la guerra y los marinos sabían que les mandaban luchar para morir, ya que la guerra parecía perdida sin remedio. Por eso se amotinaron, para evitar una muerte absurda.
La guerra finalmente se acabó para Austria en octubre de 1918. Los tratados de paz despedazaron el antiguo imperio en varios estados independientes. Como consecuencia, el tamaño de Austria menguó bastante hasta llegar a las dimensiones que tiene ahora. También se quedó sin costa. Pero el anhelo imperial todavía quedaría vivo durante muchos años más. Por ejemplo, la flota de guerra todavía sobreviviría 88 años después de que se quedara sin un mar por donde navegar.
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