22/9/13

1970, WILLY BRANDT SE ARRODILLA EN VARSOVIA

El 7 de diciembre de 1970 el canciller de Alemania Federal, el socialdemócrata Willy Brandt, se arrodilló en Varsovia ante el monumento en memoria a las víctimas del infame gueto durante la Segunda Guerra Mundial. Fue un gesto de un simbolismo intenso y toda una declaración de intenciones: Alemania pedía perdón por los crímenes cometidos en su nombre durante la guerra, pero también se abría una ventana en el hasta entonces impenetrable ‘Telón de acero’ que, con los años, acabaría por romperse.

Era diciembre y hacía mal tiempo. El suelo del monumento a los héroes del gueto de Varsovia estaba húmedo. Las personas que formaban la comitiva iban todas abrigadas con chaquetas y abrigos para protegerse del inminente invierno polaco. Una de esas personas era el canciller de la República Federal de Alemania, Willy Brandt. Estaba acompañado por decenas de periodistas y miembros del gobierno polaco y asesores de su oficina. Era todo un acontecimiento que el principal representante político de Alemania occidental visitase Polonia y en concreto el lugar donde estuvo el infame gueto en el que los nazis habían hacinado primero y asesinado después a miles de judíos entre 1940 y 1943.

Vestido con una sobria gabardina negra, Brandt se fue acercando lentamente a las escaleras del monumento precedido por una corona de flores. De pronto, con el rostro serio y la mirada caída, se arrodilló delante de todos. Era un gesto para la historia, absolutamente consciente y premeditado –aunque él lo negara después-, con un mensaje claro: Alemania pide perdón por sus crímenes. Pero también un anuncio: Alemania ha cambiado, ya no es el país agresor y criminal como el de tan sólo una generación antes. Esta genuflexión significaba el fin de una era y el comienzo de un nuevo tiempo. 

Un luchador contra el fascismo

Willy Brandt en realidad se llamaba Herbert Frahm. Era socialista y durante el nazismo huyó de Alemania para no ser detenido. Luchó contra los nazis hasta que fueron derrotados en 1945. Entonces decidió volver a Alemania y ayudar en la reconstrucción física y moral de su patria. Lo hizo desde el partido socialdemócrata, el SPD, del que acabaría por convertirse en líder y símbolo. El lugar que escogió para hacerlo fue Berlín, la ciudad alemana y probablemente de toda Europa cargada de más simbolismo y en el ojo del huracán de la nueva guerra que sucedió a la lucha contra el fascismo, la guerra fría, que dividió Alemania y el mundo en dos campos ideológicos enfrentados y aparentemente irreconciliables.

Brandt vivió la construcción del muro en 1961 siendo el alcalde de la parte occidental de la ciudad, una experiencia que marcaría su carrera política. A diferencia de otros políticos alemanes que entonces querían responder a la división impuesta por la guerra fría con mayor división, Brandt reconoció inmediatamente la necesidad de normalizar cuanto antes las relaciones entre este y oeste. Sabía que familias y amigos habían sido separados por las nuevas fronteras y conocía el dolor y la impotencia del ciudadano común ante esta separación forzada. Aprendió que para acercarlos de nuevo no valdría la fuerza ni las amenazas. Brandt reconoció que era necesaria la diplomacia y la puso en práctica desde su humilde posición de alcalde cuando negoció en 1963 el paso provisional de los berlineses occidentales al este para poder visitar a sus familiares y amigos por navidad. Así nació la que sería conocida como ‘Ostpolitk’, su mayor legado.

Dos Alemanias enfrentadas
Pero Brandt no lo tenía fácil. Las dos Alemanias nacidas de la guerra fría en 1949, la capitalista RFA y la comunista RDA, vivían de espaldas la una de la otra. No existía comunicación entre ambos estados a excepción del odio y la desconfianza. Ambas Alemanias se consideraban la única y legítima representante del pueblo alemán y negaban la legitimidad de la otra parte. En la Alemania comunista se calificaba a la RFA como un “títere de los imperialistas y militaristas” y como la continuidad del estado nazi que los comunistas querían superar.

Por su parte, en la Alemania occidental gobernada desde su fundación por los conservadores de la CDU de Konrad Adenauer, la RDA era considerada un títere de la URSS y como una dictadura ilegítima de carácter extranjero impuesta por los rusos que la mantenían ocupada. De hecho en la RFA nunca se utilizaba el nombre oficial de la RDA, sino que se referían a ella despectivamente como “la zona” en referencia a que era la antigua zona de ocupación soviética de Alemania.


Ambas partes no se reconocían. La RFA incluso tenía una doctrina diplomática, la doctrina Hallstein, por la que se consideraba incompatible mantener relaciones diplomáticas con aquellos países que reconocieran a la RDA. Por un lado, esto condenaba al aislamiento a Alemania oriental por parte de todo el bloque occidental, y por el otro, mantenía a la RFA sin representación diplomática en el bloque del este. Obsesionada por conseguir legitimidad y reconocimiento dentro del bloque occidental, la RFA conscientemente no tenía voz ni presencia en el este de Europa aunque estaba sufriendo directamente las consecuencias de la guerra fría.

De hecho, en la RFA vivían miles de antiguos refugiados de las antiguas provincias orientales alemanas al este de la línea Oder-Neisse. Silesia, Pomerania y Prusia Oriental pertenecían desde 1945 a Polonia y los refugiados mantenían la vaga esperanza de recuperar algún día sus hogares perdidos. Esos refugiados y sus descendientes eran uno de los pilares fundamentales de apoyo al gobierno de Adenauer y una de las razones por las que la RFA no reconocía la realidad de la nueva Europa oriental.

Pero Willy Brandt acabó con eso. Entre 1966 y 1969 el SPD y la CDU protagonizaron la primera gran coalición de gobierno entre los dos grandes partidos alemanes. Brandt, que ya era el líder del SPD y su candidato, fue el ministro de asuntos exteriores de la coalición, puesto desde el que comenzó a aflojar la hasta entonces asfixiante doctrina Hallstein. Pero no fue hasta 1969, cuando Brandt ganó las elecciones y fue nombrado canciller, que tendría libertad de movimientos.

Esquema de la Ostpolitik de Brandt.


“Willy, Willy”
Inauguró su nueva política con un viaje a la RDA en marzo de 1970, cuando entre ambas Alemanias se levantaba una frontera impenetrable y un foso político e ideológico que hacía mucho más sencillo viajar desde Berlín a Moscú que a la mucho más cercana Hamburgo, por ejemplo. Con esta visita se rompía por primera vez en 25 años la incomunicación interalemana. Miles de ciudadanos del este le recibieron en Erfurt al grito entusiasmado de “Willy, Willy”. Su popularidad en la Alemania del este se disparó. En la RFA, en cambio, esta visita dividió al país. Había muchos que no querían negociar con los comunistas, aunque ello mantuviera a familias separadas y al país dividido.

Brandt aclamado en Erfurt.
Más allá del simbolismo, esta visita a la RDA no tuvo consecuencias prácticas ya que Berlín oriental carecía de soberanía para poder tomar decisiones importantes por su cuenta, y las relaciones con la RFA eran importantes. Para conseguir resultados había que acudir al protector de Alemania oriental, a Moscú. El momento era propicio. El mundo estaba en plena etapa de deshielo de la guerra fría después de que en 1963 los EEUU y la URSS hubieran estado a punto de comenzar una guerra nuclear por Cuba. Ambos bloques se estaban acercando e incluso se estaba negociando cierto grado de desarme nuclear.

Brandt llegó a Moscú en agosto de 1970 dispuesto a romper con todo el dogma de su predecesor Adenauer y firmó un tratado histórico con los soviéticos por el que se comprometía a que Alemania no volvería a desencadenar una guerra de invasión contra la URSS como la de 1941, y además reconocía las fronteras de Polonia y la RDA. Es decir, Brandt acababa con el sueño y la ficción de los miles de refugiados prusianos y silesios que seguían exigiendo recuperar los antiguos territorios y volver a sus ciudades y pueblos que ya llevaban 25 años llevando un nombre polaco. Éstos se sintieron estafados y su reacción fue muy violenta. La sociedad alemana occidental estaba dividida entre los que aplaudían el coraje de su canciller y los que le consideraban un traidor. Pero Brandt explicó que no había hecho otra cosa que reconocer una realidad. “No hemos perdido otra cosa que no hayamos perdido ya en 1945 como consecuencia de un régimen criminal y asesino”, explicó.

Ganarse la confianza
Brandt en Moscú.
Después de Moscú, Brandt voló a Varsovia en diciembre de 1970 donde protagonizó la histórica genuflexión pidiendo perdón en nombre de todos los alemanes, y firmó otro tratado que reconocía las fronteras polacas confirmando el acuerdo de Moscú. El mensaje al bloque del este era claro y conciliador: no tenéis nada que temer de Alemania. Fue todo un éxito, ya que desmontó gran parte de la desconfianza que la URSS había estado sintiendo hacia el gobierno de la RFA hasta entonces. Brandt consiguió romper el hielo y ganarse la confianza de las partes.

El resto de los acontecimientos fueron consecuencia de este nuevo estado de ánimo. En 1971 se firmó un tratado cuartipartito entre las potencias ocupantes de Berlín (URSS, EEUU, Reino Unido y Francia) que ponía fin a los conflictos en la ciudad dividida y que la habían convertido en uno de los lugares más peligrosos de  la guerra fría. En 1948 y en 1961 el mundo estuvo a punto de entrar en guerra por Berlín. En 1971 las partes se habían puesto de acuerdo y ya no hubo más conflictos en todo el tiempo que duró la guerra fría.

Antiguos refugiados contrarios a la Ostpolitik.
También con la RDA se firmaron acuerdos que permitían a los ciudadanos de la RFA cruzar las fronteras (pero no viceversa) para visitar a sus familiares. Se acordó la fórmula de “Dos estados y una nación” para romper la parálisis diplomática sobre cuál de los dos estados era el legítimo representante de Alemania en el mundo. La consecuencia fue que en 1973 ambos estados entraron a formar parte a la vez de la ONU y a cooperar diplomáticamente –aunque nunca se reconocerían formalmente.

Willy Brandt consiguió su objetivo de acercar no sólo a las dos Alemanias, sino los dos bloques enfrentados. Logró que se abriera una ventana en el Telón de Acero por la que se pudiera dialogar y acercar posturas y alejar así el fantasma de una guerra nuclear, y por ello fue reconocido con el Premio Nobel de la paz. Pero también le provocó un enorme coste político y personal. La mitad de los alemanes occidentales no aceptaban la Ostpolitik y su acercamiento a Europa oriental, y Brandt fue duramente insultado y difamado. La CDU no cejó en su empeño de tratar de torpedear este esfuerzo y en 1972 incluso presentó una moción de censura en el parlamento que no ganó por muy poco.


Al final Willy Brandt acabó siendo víctima de la misma guerra fría a la que combatió con tanto esfuerzo y dificultades. En 1974 dimitió de su cargo como canciller cuando se supo que uno de sus asesores de máxima confianza, Günther Guillaume, en realidad era un espía de la RDA. Al final la desconfianza resultó no ser tan fácil de vencer. 

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