17/7/13

LA MUERTE DE LA ASESINA DE MARAT


El 17 de julio de 1793, hace hoy 220 años, murió guillotinada Charlotte Corday en la Plaza de la Concordia de París. Su crimen había sido el asesinato unos días antes de Jean Paul Marat, conocido como “La ira del pueblo”. Lo hizo en plena etapa de efervescencia revolucionaria cuando diariamente morían decapitados supuestos enemigos del nuevo régimen, una sangría a la que Marat contribuía con sus escritos.


Jean Paul Marat dijo: "La libertad debe establecerse a través de la violencia. Ha llegado el momento de organizar el despotismo de la libertad contra el despotismo de los reyes." Fue fiel a sus palabras. Desde su periódico L’Ami du Peuple (El amigo del pueblo) hostigó a todos aquellos a los que consideraba enemigos de la Revolución. Llamó a la muerte del rey Luis XVI, de aristócratas, sacerdotes, pero también burgueses y simples ciudadanos que no comulgaban con el rumbo que iba tomando la Francia revolucionaria.  

Uno de los grupos que sufrían los ataques de Marat eran los girondinos, llamados así porque un número importante de ellos era originario de la zona de Burdeos y de la región de la Gironda. Eran en su mayoría diputados burgueses de provincias con importantes intereses en los grandes negocios que chocaban directamente con la deriva social que estaba tomando la Revolución Francesa de mano de los Sans Culottes y los jacobinos dirigidos por Robespierre  y espoleados por Marat, que dijo “¿de qué sirve la libertad política para los que no tienen pan? Sólo tiene valor para los teorizantes y los políticos ambiciosos”.
 
La lucha entre girondinos y jacobinos fue tornándose cada vez más sangrienta, hasta que finalmente en junio de 1793 los girondinos apoyaron una revuelta de las provincias. Esta rebelión fracasó y provocó la prohibición del club girondino y la persecución de sus miembros, muchos de los cuales fueron ejecutados a instancias de las proclamas de Marat desde su periódico.

Charlotte Corday, una monja que tuvo que dejar los hábitos después de que la Revolución cerrara su convento, conocía a muchos de estos girondinos. Corday era de Caen, en Normandía, una provincia norteña lejos de los acontecimientos que se sucedían en París. Muchos girondinos se refugiaron allí y siguieron reuniéndose y debatiendo a escondidas. Corday iba a esas reuniones y respiraba el ambiente de tensión y resentimiento hacia los jacobinos de los refugiados, y en especial hacia Marat, al que señalaban como el autor intelectual de la muerte de muchos de sus compatriotas. Corday se fue contagiando del odio y en julio de 1793 marchó a París con un objetivo: matar a Marat.

Un ardid para matar a Marat
Al llegar a la capital el problema era cómo acercarse a este personaje tan influyente sin levantar sospechas y poder asesinarlo. Ideó un ardid bastante simple y eficaz. Le mandó dos cartas en las que se ofrecía a revelar datos de supuestos traidores a la Revolución. Sin embargo, las misivas quedaron sin respuesta. Corday no podía esperar más y se presentó en casa del revolucionario el 11 de julio a las siete de la tarde.

El ama de llaves de Marat no le dejó entrar y se produjo un forcejeo. El propio Marat intervino y al reconocer en Corday a la joven que le había enviado las cartas ofreciéndose a delatar a los traidores, la dejó entrar en su habitación. Marat estaba en una bañera, desnudo, tratando de aliviar su dolor causado por una Dermatitis Herpetiforme que contrajo unos años antes mientras se escondía en las catacumbas de París huyendo de sus enemigos.

Corday comenzó a dictar su falso chivatazo mientras Marat escribía dentro de su bañera apoyando el papel en un tablón. Alphonse de Lamartine describió así en su “Histoire des Girondins” lo que sucedió a continuación:

"¡Está bien!" dicho con el tono de un hombre seguro de su venganza, "¡en menos de ocho días irán todos a la guillotina!". Con estas palabras, como si el alma de Charlotte hubiera estado esperando un último delito para convencerse de dar el golpe, toma de su seno un cuchillo y lo hunde hasta el mango con fuerza sobrenatural en el corazón de Marat. Charlotte retira con el mismo movimiento el cuchillo ensangrentado del cuerpo de la víctima, y deja que caiga a sus pies— "¡A mí, mi querida amiga!"—, y expiró bajo el golpe”.    

Corday no pudo escapar, enseguida fue detenida y a punto estuvo de ser linchada allí mismo por una multitud furiosa porque había asesinado a su héroe. Juzgada sumariamente fue condenada a muerte y llevada a la guillotina el 17 de julio de 1793. Antes de morir escribió una carta que ocultó entre sus ropas:

“Dirigido a los franceses amigos de las leyes y de la paz. ¿Hasta cuándo, oh malditos franceses, os deleitaréis en los problemas y las divisiones? Ya bastante y durante mucho tiempo los facciosos y bribones han puesto su propia ambición en el lugar del interés general; ¿por qué, víctimas de su furor, se han destruido a ustedes mismos, para establecer el deseo de su tiranía sobre las ruinas de Francia?


Las facciones estallan por todas partes, la Montaña triunfa por el crimen y la opresión, algunos monstruos regados con nuestra sangre conducen estas detestables conspiraciones... ¡Trabajamos en nuestra propia perdición con más celo y energía que el que hemos empeñado jamás para conquistar la libertad! ¡Oh francés, un poco más de tiempo, y no quedará de ustedes más que el recuerdo de su existencia!”

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