23/6/13

El precio de la guerra


En junio de 1813 la pequeña ciudad silesia de Reichenbach (hoy Dzierżoniów en Polonia) fue el escenario de una intensa negociación entre las grandes potencias europeas. Napoleón estaba en horas bajas. El invierno anterior había escapado por los pelos de ser completamente devorado por el frío, la nieve y los despiadados cosacos a caballo que persiguieron a su ejército derrotado y en descomposición. Esta derrota fue la señal para la rebelión de los pueblos conquistados por el emperador. Sin embargo, antes de rematar al francés quedaban algunos flecos por negociar.

En el invierno de 1812-1813 la Grande Armeé de Napoleón fue completamente aniquilada. De los 600.000 soldados con los que invadió Rusia en junio de 1812, solamente unos 27.000 regresaron de la batalla. Fue un desastre de proporciones gigantescas, y el principio del fin para el emperador francés. También fue la señal para los pueblos conquistados de Europa para rebelarse contra la ocupación francesa. Napoleón había sido el amo del continente, pero tras su derrota, ese dominio se volvió contra él.

Prusia, derrotada y humillada en 1806 fue el primero de los reinos conquistados que se levantó en armas y comenzó lo que popularmente se llamaron las “Guerras de Liberación” (Befreiungskriege). Rusia, que había logrado destrozar al ejército francés, no se contentó con echar al invasor de su tierra. El Zar Alejandro I se quiso vengar de Napoleón e invadir sus dominios, por lo que sus soldados no tardarían en atravesar la frontera y entrar en el Ducado de Varsovia, el estado polaco aliado de Napoleón.

Por su parte, Gran Bretaña, la eterna enemiga de Francia, era la única potencia que seguía en guerra con Francia ininterrumpidamente desde 1803 y quiso aprovechar la ocasión para proporcionar a su enemigo el golpe definitivo. Aunque los ingleses estaban aislados en su isla y no contaban con un gran ejército, atacaban allí donde podían. Como por ejemplo en España, donde la guerra contra los franceses estaba entrando ya en su fase final tras cinco años de combates despiadados y violencia extrema. La derrota francesa en la Batalla de Vitoria, de la que también se cumplen 200 años, fue el fin para Napoleón en la Península.

De las grandes potencias europeas, la única que seguía siendo reticente a atacar a los franceses era Austria. Aunque desde las Guerras Revolucionarias Francesas en 1792 siempre había estado en el bando contrario a Francia, en marzo de 1810 el emperador austriaco Francisco I casó a su hija María Luisa con el propio Napoleón a cambio de la paz después de ser nuevamente derrotado, esta vez en la Batalla de Wagram, ya que el emperador francés quería desesperadamente un heredero para garantizar su dinastía, algo que su primera esposa Josefina no le pudo dar. Ese heredero nació pronto.

Francisco I pasó a tener un nieto en París, y la alianza con Francia fue estrechándose hasta el punto de que 35.000 soldados austriacos invadieron Rusia en 1812 junto a los franceses. En 1813, a pesar del mal momento de su enemigo histórico y aliado coyuntural, Austria no veía claro aprovechar la derrota de Napoleón en Rusia para acabar con él. Sin embargo, esa indecisión podía resolverse a cambio de una “ayuda”,  la que se negoció en Reichenbach.

¿Cuánto cuesta luchar contra Napoleón?
En junio de 1813 se reunieron en la ciudad silesia de Reichenbach los representantes de Prusia, Rusia, Austria y de Gran Bretaña. El objetivo era construir una nueva coalición de enemigos de Francia, la sexta desde 1792. Todos tenían algún motivo para luchar, pero los instigadores en la sombra y los que tenían la bolsa con el dinero necesario para la guerra eran los ingleses, que se reunieron por separado con cada potencia para hacerles una oferta a cambio de la guerra.

El 14 de junio se firmó la primera ronda de acuerdos entre Prusia y Gran Bretaña. A cambio de 666.666 libras esterlinas al mes, Prusia se comprometió a armar a 80.000 soldados contra Francia. Pero el trato no acabó en eso. También aprovecharon para negociar los nuevos límites del Reino de Hannover –que era la tierra del rey de Gran Bretaña- y de paso acordaron que se restablecerían las fronteras de Prusia de 1806, antes de su derrota a manos de Napoleón. Los perjudicados serían los pequeños reinos aliados de Francia que se aprovecharon de la victoria y la protección francesa, así como los polacos del Ducado de Varsovia, que perderían territorios e independencia.

La buena sintonía entre ambas partes quedó reflejada en una colaboración comercial muy estrecha: los ingleses pondrían los barcos y los productos, y los prusianos los puertos para vender esos productos en Europa. Y para apuntalar esta excelente relación incluso se acordó crear una moneda común, aunque sólo para su uso durante la guerra. La alianza prusiano-británica tendría su momento álgido dos años después, durante la Batalla de Waterloo en 1815, cuando los soldados prusianos llegaron en el momento justo para facilitar la victoria del general Wellington y el fin definitivo de Napoleón.

Pero ese escenario todavía no era una realidad. El 15 de junio le tocó el turno a la negociación con Rusia. En este caso el acuerdo fue fácil. Rusia ya estaba en guerra, sólo necesitaba dinero. Y el precio convenido con Gran Bretaña para luchar contra Napoleón fue de 1.333.334 libras esterlinas para armar a 150.000 soldados rusos.

Las condiciones austriacas
María Luisa y el hijo de Napoleón.
El trato con el tercero en discordia, Austria, no fue tan sencillo. Hasta el 27 de junio no llegó a un acuerdo con Prusia y Rusia, pero siempre manteniendo la cautela. Austria puso una serie de condiciones a Napoleón a cambio de no entrar en guerra en su contra. Por ejemplo, exigió el fin del Ducado de Varsovia creado por Francia y su reparto (igual que ocurrió en el S.XVIII) con Prusia y Rusia. Austria no aceptaba la existencia de un estado polaco que no volvería a nacer hasta después de la Primera Guerra Mundial, más de un siglo después.

Austria también exigió la devolución de los territorios de la costa dálmata, la actual Croacia, que en ese momento formaba parte del Imperio Francés. Y también exigió la retirada del ejército de ocupación francés de Prusia y de otras ciudades alemanas. El emperador austriaco Francisco I puso como límite para responder a sus exigencias el 20 de julio de 1813. Si para entonces Napoleón no se plegaba a sus condiciones, entraría en guerra.   


Napoleón, como era de prever, no hizo caso y el 11 de agosto Austria le declaró la guerra. 150.000 soldados austriacos se unieron a la coalición antifrancesa de Prusia, Rusia y Gran Bretaña que acabó derrotando a Francia pocos meses más tarde en la Batalla de Leipzig, también llamada “La Batalla de las Naciones”. Fue la batalla más grande y sangrienta en la historia de Europa hasta la Primera Guerra Mundial, y el fin del sueño de Napoleón de dominar Europa.  

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