5/7/12

Y LA PLUMA DESAFIÓ AL CAÑÓN

Hace 75 años, a principios de julio de 1937, decenas de creadores, artistas y escritores antifascistas, desafiaron la guerra y acudieron a España a participar en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. Se celebró en Valencia, Barcelona y en el Madrid sitiado por los ejércitos de Franco. Fue una demostración de solidaridad y apoyo a una República Española aislada y abandonada por las democracias occidentales en su lucha contra el fascismo.

Mejor que describir los hechos, consultables en cantidad de webs y libros, he preferido citar algunos párrafos de la presentación que leyó Arturo Serrano Plaja, poeta y combatiente en el Vº Regimiento:


“(…) La revolución no es solamente una forma, no es solamente un símbolo, sino que representa un contenido vivísimamente concreto, un sentido del hombre, absoluto, e incluso unas categorías, perfectamente definidas como puntos de referencia de su esencialidad. Y así, para que un arte pueda llamarse, con verdad, revolucionario, ha de referirse a ese contenido esencial, implicando todas y cada una de esas categorías en todos y cada uno de sus momentos de expresión; porque si no, hay que suponer que el concepto mismo de la revolución es confuso y sin perfiles y sin un contenido riguroso.


Padrticipantes en el congreso.
Si no es así, si apreciamos sólo las apariencias formales, caeríamos en errores que, en otro cualquier plano, resultan groseramente inadmisibles. Como, por ejemplo, decir que es revolucionario dar limosna a un pobre. Todo eso sería tomar el rábano por las hojas y sólo por las hojas. Y, en último término, sabemos que, muy comúnmente, en esa piedad del limosnero hay no poca hipocresía y, «siempre», una concepción del mundo, según un tal orden preestablecido, «que, como pobre que no va nunca a dejar de serlo, hay que ayudarle».


Pues bien; en el terreno de la creación artística y literaria, no es posible tampoco que lo más rico objetivamente, lo que tiene más posibilidades en el porvenir, admita una limosna, por más que sea bien intencionada en cuanto a voluntad personal. No queremos –aunque lo admitamos en cuanto a las necesidades inmediatas que para nada subestimamos, ya que de ellas dependen todas– una pintura, una literatura, en las que, tomando el rábano por las hojas, se crea que todo consiste en pintar o en describir, etcétera, a los obreros buenos, a los trabajadores sonrientes, etcétera, haciendo de la clase trabajadora, la realidad más potente hoy por hoy, un débil símbolo decorativo.
Arturo Serrano Plaja.

 
No. Los obreros son algo más que buenos, fuertes, etc. Son hombres con pasiones, con sufrimientos, con alegrías mucho más complejas que las que esas fáciles interpretaciones mecánicas desearían. En realidad, pintar, escribir, pensar y sentir, en definitiva, de esa manera, es tanto como pensar que hay que emperifollar algo que realmente no necesita de afeites, es pensar y sentir que la realidad es otra cosa.
(…)
Basta haber vivido en España. Basta, por ejemplo –y como ejemplo lo citamos solamente, ya que podían elegirse otros innumerables–, haber estado en Madrid durante los dramáticos días de noviembre para saber que todo lo que ocultaba al hombre en cada hombre, todo lo que solamente era costumbre doméstica, hábito empequeñecido, mezquindad cotidiana, ha sido superado por las necesidades de la lucha.
Cada mujer, cada hombre, cada niño, se han sentido, en Madrid, con la muerte tan a su lado, que todo cuanto no fuese lo más elevado y noble de su conciencia, le resultaba un peso muerto, sin sentirlo. El hombre ha despertado y tiene conciencia de su despertar; sólo negándose, en la derrota puede perderse esa conciencia y dejar de ejercerse; sólo con ganar la guerra se afirmará y proseguirá un camino para el que pone impulso ganado en la lucha”.


Si quieres leer el texto íntegro puedes consultarlo en la web de La Rosa Blindada.

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