El Imperio Romano tras la partición definitiva. |
El 17 de enero del año
395 d.C. el mundo se dividió en dos para siempre. De manera definitiva. El inmenso
Imperio Romano, lo que sus ciudadanos consideraban el mundo conocido, ya no
estaría unido nunca más. Roma, que a pesar de los duros varapalos que había estado
sufriendo, alcanzaba desde la remota y fría isla de Britania hasta los desiertos
sirios, pasando por los bosques europeos y las cálidas islas mediterráneas. Tenía
millones de habitantes que vivían en las ciudades más grandes del mundo: Constantinopla,
Alejandría, Antioquía, y, por supuesto, Roma la madre del Imperio. Lo que para
sus ciudadanos era una unidad indivisible con un emperador y un dios, el cristiano,
ahora estaba dividido entre dos hermanos que nunca más se volverían a ver. Fue
la Partitio Imperii definitiva.
Ese día de enero el
poderoso emperador Teodosio murió en Milán. Había conseguido estabilizar el
Imperio, vencer a los usurpadores e invasores, y había hecho obligatorio el
culto a Cristo. Lo que antes de él era una opción (muy recomendable para hacer
carrera), ahora era una obligación desde que en el Edicto de Tesalónica en el
año 380 convirtiera al Cristianismo -su versión acordada en el Concilio de Nicea
55 años antes, la actual Iglesia Católica- en la única religión del Imperio.
Para hacerlo realidad mandó a sus colaboradores a destruir los últimos restos de las religiones paganas. El milenario Oráculo de Delfos cerró para siempre,
así como el serapeo de Alejandría, y ya no se volverían a celebrar los juegos
de Olimpia hasta 1.500 años después.
Teodosio había
unificado a los romanos en una fe y en un gobierno. Pero ahora estaba muerto,
aunque ya estaba claro quién iba a heredarle. Repartió el Imperio entre sus
hijos Arcadio, la parte oriental, y Honorio, la occidental.
El emperador Teodosio. |
Roma ya había sido dividida
muchas veces antes en sus dos extremos geográficos, pero siempre había vuelto a
la unidad. Los primeros en hacerlo fueron el joven Octavio -futuro Augusto- y su
todavía socio Marco Antonio. Tres siglos después fue el emperador Diocleciano,
que para mejorar la gobernabilidad de sus inmensos territorios los dividió
entre sus colaboradores, también llamados tetrarcas. Décadas más tarde los
hijos de Constantino el Grande también gobernaron desde capitales diferentes, y
por último, los hermanos Valentiniano y Valente dirigieron los destinos imperiales
desde dos tronos. Sin embargo, siempre se había vuelto a la unidad,
generalmente después de horribles y sangrientas guerras civiles.
Sobrevivir en el Imperio
A los romanos
corrientes estas divisiones no les afectaban en sus vidas. La mayoría vivía la
limitada vida de su provincia o ciudad de turno tratando de sobrevivir a las
continuas guerras e invasiones, a la crisis económica y al empobrecimiento
general de las urbes o a la explotación cruel de sus patronos si vivían y
trabajaban en una de las enormes villas del campo como colonos. Roma seguía
siendo una y el emperador, representante de Dios en la Tierra, un poder
sagrado, lejano e irreal excepto a la hora de cobrar los impuestos.
Pero la división del
Imperio no era ficticia. La Partitio
Imperii Respondía a una realidad que había estado evolucionando desde hacía
siglos: El Oriente y el Occidente del Imperio no eran iguales.
Arcadio, emperador de Oriente. |
El Oriente romano tenía
un pasado milenario de grandes civilizaciones y culturas. Mesopotamia, Egipto,
los hititas, fenicios, asirios, Babilonia, etc., habían configurado el mapa del
mediterráneo oriental muchísimo antes de que una pequeña aldea de chozas de
barro llamada Roma fuera siquiera fundada. Pero fue la civilización griega, el
helenismo, la que unificó culturalmente y políticamente (por poco tiempo) este
inmenso espacio geográfico. Aunque Alejandro Magno murió poco después de
conquistar el imperio más grande de la Humanidad y este se desintegró por las
luchas de sus generales por sucederle, la cultura griega se expandió y unificó
todo el Mediterráneo oriental.
Así pues, cuando
llegaron los romanos se limitaron a conquistar uno a uno los reinos griegos que
ya estaba organizados y contaban con ciudades enormes y ricas. De hecho la cultura
romana apenas contribuyó en nada en esta zona. Es más, fue la cultura griega la
que influyó de manera decisiva a la romana que se dedicó a ‘copiar’ lo griego.
Por lo tanto, no es de extrañar que, siglos más tarde, en la parte oriental del
Imperio sus habitantes siguieran siendo griegos, hablaran en ese idioma y
mantuvieran las relaciones comerciales y culturales que les habían hecho ricos
y poderosos en el pasado.
Muchos bárbaros y diferentes
En Occidente, en
cambio, los romanos encontraron pueblos que en el mundo grecorromano se
llamaban ‘bárbaros’. Eran muchos y diferentes. Celtas, íberos, germanos, númidas,
cartagineses, etc. Hablaban diferentes lenguas y tenían distintas culturas. Lo
único que les unía era el poder romano que se impuso en lo político y cultural.
Fue lo que se llamaría romanización. Una lengua, el latín, y una forma de vida,
la urbana, que tuvo que ser creada casi de la nada en un entorno prácticamente
sin ciudades.
Honorio, señor de Occidente. |
Aunque esta parte del
Imperio prosperó y generó muchísimas riquezas, con el tiempo perdió fuerza en
comparación con su hermana oriental. Además, los ataques de los bárbaros y la
crisis económica la azotaron con más fuerza, por lo que era más pobre y estaba
menos habitada. Las ciudades se estaban muriendo poco a poco. Era un mundo en
el que mandaban los grandes terratenientes, que en muchos casos sustituían el
poder estatal en una sociedad con unas enormes diferencias entre ricos y
pobres.
Por lo tanto, cuando
Teodosio mandó dividir el Imperio entre sus dos hijos no lo hizo por capricho
sino por necesidad. Oriente y Occidente se habían estado separando poco a poco
desde hacía siglos. El propio Augusto, el fundador del Imperio Romano, lo
sabía. Por eso, como explica el genial Pierre Grimal en su 'Siglo de Augusto', mandó a Virgilio
componer su Eneida, la gran obra de la literatura latina: Eneas, el héroe de
Troya huye de la ciudad destruida por los griegos y llega a Occidente donde
será fundamental para la fundación de Roma. Trataba aquí de unificar
ideológicamente el Oriente del Imperio con el Occidente, demostrar que su raíz
era la misma.
Pero en el año 395 la
división ya fue duradera. Había dos emperadores que, aunque hermanos, fundaron
sus propias dinastías y persiguieron sus propios objetivos. Oriente ayudó a
Occidente en muchas ocasiones, pero ya no habría salvación posible. En el año
476 fue depuesto el último emperador de Occidente y el Imperio sólo permaneció
en Oriente. Lo hizo hasta 1453, cuando Constantinopla fue conquistada por los
turcos. Hoy se llama Estambul.
El 17 de enero del año
395 el Imperio Romano se dividió para siempre. Honorio y Arcadio no se volvieron a ver jamás, y Europa, África y Asia se separaron para siempre.
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