Esta semana la Casa de Sefarad de Madrid ha organizado en el Círculo de Bellas Artes un ciclo de cine sobre el celuloide antisemita de los nazis. En concreto, se proyectaron tres películas estrenadas en Alemania en 1940 con el objetivo de fortalecer la propaganda anti judía del régimen nazi. Sin embargo, en la mesa redonda que acompañó la proyección, los académicos invitados señalaron que, indudablemente, el diseño y producción de estas películas se debía a que la cúpula nazi quería preparar al pueblo alemán ante el inminente Holocausto. A esta afirmación le siguió una pregunta: el Holocausto, ¿para qué?
La cuestión sobre el por qué de este genocidio a escala industrial ha sido formulada y respondida en multitud de análisis. Sin embargo, sigue sin tener respuesta la razón por la que los nazis volcaron tantas energías y recursos en una matanza que, a priori, no le reportaba ningún beneficio. La deportación y posterior asesinato en las cámaras de gas de más de seis millones de judíos europeos en plena Segunda Guerra Mundial, y además en una fase del conflicto en el que Alemania perdía terreno cada día, solamente puede haber constituido un obstáculo o molestia importante para la ya muy mermada capacidad logística alemana. Simplemente, el Holocausto se contradice con el tan manido estereotipo de la eficacia alemana.
Hay que matizar este aspecto. La Alemania de Hitler estaba lejos de ser un Estado eficaz y eficiente. Más bien era un caos organizativo y los nazis unos incompetentes. Alemania tenía una de las burocracias más extensas y profesionales del mundo, pero, al igual que sucedía en la época del Kaiser, fallaba en el nivel de la toma de decisiones, como tan bien observó y analizó Max Weber.
Divide y vencerás
Hitler con Himmler y Göring. |
Hitler siguió fielmente la clave de ‘divide y vencerás’. El partido nazi no era tan disciplinado ni monolítico como se ha querido presentar. No dejaba de ser una especie de reino de taifas en el que cada jefe regional ejercía un mando absoluto y totalmente incontrolado. Únicamente debía explicaciones al Führer. Lo mismo ocurría con las diferentes administraciones del Estado. Cada jerarca fue estimulado para construir su propio imperio, como hizo Heinrich Himmler con las SS o Hermann Göring con la Luftwaffe en lo militar y el Plan Cuatrienal en lo económico. No había control. Muchas de las competencias de estos ‘imperios’ se entrecruzaban, lo que entorpecía los objetivos. Nunca hubo coordinación, más bien enfrentamiento.
En la guerra este sistema se demostró fatal, ya que cada uno hacía ‘la guerra por su lado’, nunca mejor dicho. La fuerza aérea, la Luftwaffe, se convirtió en un ejército privado de Göring con divisiones de infantería propias e incluso una división acorazada. Por su parte, las SS terminaron creando un ejército paralelo al oficial con divisiones de élite que recibían mejor material y abastecimiento que el resto. Absolutamente ineficaz.
A esto se unía la producción bélica, totalmente inadecuada y descoordinada. Cada empresa diseñaba y producía sus propios modelos de tanques y vehículos militares, cada uno con piezas de repuesto diferentes. Así, en el frente se sumaron distintos vehículos que quedaban inutilizados con cualquier avería por falta de recambios. Cuando Alemania se dio cuenta y racionalizó y aumentó la producción bélica en 1943 bajo la dirección de Albert Speer -otro jerarca con su propio imperio- ya era tarde y fue literalmente sepultada por la inmensidad de la producción aliada y soviética.
Fábrica alemana de aviones. |
Por último, Hitler y sus generales carecían de estrategia para ganar la guerra. Todo fue fruto de la improvisación. Cuando Alemania invadió Polonia el 1 de septiembre de 1939, Hitler estaba convencido de que Francia y el Reino Unido no le declararían la guerra. Cuando tres días más tarde fue así se quedó mudo. La victoria sobre Francia un año más tarde sorprendió a los propios alemanes por su rapidez y contundencia. La ‘guerra relámpago’ no entraba en los planes de los viejos generales prusianos.
Más tarde, el fracaso de Italia provocó la intervención alemana en África y en los Balcanes, algo que tampoco entraba en los planes. Por último, la invasión de la URSS en 1941 debía ser una victoria rápida, como en Francia. Pero salió mal y, como muy tarde después del desastre de Stalingrado, los alemanes no sabían qué hacer para ganar la guerra. Solamente se limitaron a resistir y a prolongar un final inevitable. Nada más lejos de la lógica que se presupone a un país y a un régimen eficaz.
A este caos de organización y manifiesta ineficiencia se unía la organización y ejecución de la llamada ‘solución final’. Hubo que coordinar la captura y posterior traslado en tren de millones de personas a los campos de Polonia. Incluso al final de la guerra, cuando los aliados se acercaban a los campos de exterminio, los judíos eran sacados y transferidos a otros campos en marchas forzadas en las que los presos morían a millares. La guerra estaba claramente perdida, entonces ¿por qué estas evacuaciones hacia ningún sitio? ¿Para qué el Holocausto?
¿Otra improvisación?
¿Fue otra improvisación nazi? Al principio de su régimen, en 1933, los nazis buscaban las fórmulas para discriminar primero y expulsar después a los judíos alemanes. Hubo asesinatos y maltrato físico, pero no existía un plan de exterminio. Más tarde, ya en guerra, a medida que los alemanes avanzaban se iban encontrando a más judíos, así como a muchos otros que habían huido previamente de ellos. En plena guerra, y ante la imposibilidad de expulsarlos, se decidió su muerte en la llamada Conferencia del Wannsee. ¿Para qué?
Para contestar a esta cuestión tendríamos que encontrar una lógica en el Holocuasto que solamente podría hallar un nazi. Tendríamos que pensar como un nazi para entender por qué merecía la pena matar a estas personas indefensas. Después de la Segunda Guerra Mundial, la interpretación del nazismo se hizo siguiendo parámetros a mi juicio poco válidos y con un fin de tipo propagandístico al servicio de la Guerra Fría.
Desde el lado comunista del telón de acero, el nazismo se interpretó como un tipo de capitalismo brutal, una forma de gobierno de la burguesía enfocada en explotar a los trabajadores y aplastar al movimiento obrero. Ni una explicación sobre las causas del Holocausto. Desde el lado capitalista, el nazismo era un régimen totalitario asesino de la libertad individual y racista, hasta cierto punto parecido al totalitarismo soviético, como analizó Hannah Arendt. Ni una palabra sobre el ‘Estado del Bienestar’ nazi y la causa de la adhesión de millones de personas a esta ideología.
A lo mejor habría que analizar el nazismo como un fenómeno propio, independiente de las dos grandes corrientes ideológicas del S. XX, el liberalismo y el marxismo. El nazismo, diferente también del fascismo italiano, tenía su propia lógica ilógica. Su propia organización desorganizada. Y finalmente, cometió un crimen horroroso contra la humanidad. Pero como se percibe en las películas proyectadas en el Círculo de Bellas Artes, seguramente este crimen en sí mismo le daba sentido a la guerra y al propio nazismo.
Los principales argumentos de este post salen de la siguiente bibliografía, alguna en alemán:
- El imperio de Hitler. Mark Mazower
- Los orígenes del totalitarismo. Hannah Arendt.
- Die Wehrmacht, Mythos und Realität. Rolf-Dieter Müller.
- El III Reich en el Poder. Richard Evans.
- La utopía nazi. Götz Aly
- El político y el científico. Max Weber.
Excelente post sobre un asunto apasionante. El ser humano es capaz de lo mejor y, como se puede comprobar en este artículo, de lo peor imaginable. Enhorabuena, amigo. Muy bueno el blog, sobre todo para los apaisonados de la historia, entre los que me encuentro. Un abrazo muy fuerte ;)
ResponderEliminarMuchas gracias Chema por tus ánimos y por leer el blog. Espero que te siga apasionando la historia por mucho tiempo. Queda tanto por contar.
EliminarUn abrazo muy fuerte para ti también ;)
¿Y el factor económico? Es claro que a lo largo de la historia moderna y contemporánea, los judíos como grupo económico han jugado un papel fundamental en la historia de Europa, aun cuando no siempre han tenido el comportamiento monolítico que muchos pensarían. Más que como raza o como pueblo, habría que entender la cultura judía como una cultura integral en que la cuestión económica se convirtió en un factor fundamental. Para entender el papel de presión que han ejercido en todos aquellos lugares donde se han establecido hay que volver los ojos al terreno económico más que al terreno religioso o al de la raza; más allá del por qué ha sido así (la religión, la “idiosincrasia”, o lo que sea) no hay duda de que en el pasado, al lugar al que llegaban los judíos inyectaban un vigor a la economía local como antes de su llegada no existía (en este sentido los judíos eran unos verdaderos “inmigrantes de lujo” para cualquier pueblo al que llegaran, como lo ha dicho un historiador famoso). Un clarísimo ejemplo de esto puede ser visto a partir de la segunda mitad del siglo XV en España, donde la represión ejercida en contra de los famosos “judíos conversos” por parte de la temible inquisición española (las “SS” de aquélla época) puede ser vista, en primer lugar, como un despojo de bienes de los indiciados en estos procesos inquisitoriales donde la excusa perfecta fue la “no conversión” de los judíos procesados (en una época en que todo estaba inmerso en una atmósfera religiosa y en que el fanatismo de las masas estaba muy bien canalizado por parte de las altas autoridades religiosas). Desde luego que en cada lugar, y sobre todo en cada época, la forma de represión contra el poder económico de los judíos (no de todos, en la Alemania de la segunda y tercera décadas del siglo XX había una gran cantidad de judíos de las clases trabajadoras muy activos en el terreno político) toma una forma distinta. La Alemania nazi no fue la excepción. En la propaganda alemana de esta época, el judío debía ser exterminado porque “contaminaba la pureza de la sangre aria”; pero esto no podía ser llevado a cabo sin la participación de las grandes masas. En la realidad la economía alemana no podía prescindir de la aportación judía para su consolidación, por eso se requería (en la estrategia nazi) despojar a los judíos de todos sus bienes (materiales y culturales) y vilipendiarlos más que a cualquier otra cultura no plenamente identificada.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con tu análisis. El libro de Götz Aly, 'La utopía nazi', al que cito en la bibliografía, hace referencia a este aspecto económico. Es más, afirma que los nazis implantaron en Alemania el primer Estado del bienestar de Europa -sólo para arios, claro- y que para financiarlo necesitaban expoliar a los judíos y conquistar a sus vecinos. Es una teoría muy interesante que me parece muy atractiva.
EliminarMuchas gracias por tu comentario y un saludo
Cazanazis dijo:
ResponderEliminarLos que desean que se repita la barbarie de Satán.
http://cronicas-de-spectator.blogspot.com/2012/03/la-sombre-del-yunque-en-espana.html
http://diepresse.com/home/panorama/welt/731374/NeonaziMorde_Weitere-Festnahme-in-der-Schweiz
http://asalto-neonazi-a-mexico.blogspot.com/2008/10/las-dos-cabezas-de-la-hidra.html
http://www.ajuaa.com/news/shockmental/15286-Neonazis-Rusos-decapitando-Chechenio.html
http://www.robertlindsay.wordpress.com/2009/09/04/neonazis-rusos-video-de-la-decapitacion/
http://www.sangre-y-plomo.com/2011/12/terroristas-decapitan-una-chica-delante.html
http://elcomercio.e3.pe/ima/0/0/0/2/5/25575.jpg
http://1.bp.blogspot.com/-jIrV-HdjBfQ/T4BnD1XnauI/AAAAAAAADfY/_M2j94aNxYw/s1600/Victor%2BBaca%2BMinetti.jpg
En las dos últimas páginas figura el führer peruano Víctor Baca Minetti con sus discípulos Javier Christian Aliaga Cornejo, Armel Alberto Torres Zen, Karen Montes Camero, Samir Euscategui Arnao, y René Lira Barreto; alumnos de la Pontificia Universidad Católica del Perú.