10/1/12

El Rin, ¿la frontera que se inventó Julio César?

Julio César.
Cuando Julio César y sus legiones llegaron al Rin se encontraron con río ancho y con fuertes corrientes. Era difícil de cruzar, pero no para los romanos que no tardaron en construir un sólido puente de madera sobre el que los soldados cruzaron el río y pasaron a su orilla oriental. Allí los romanos persiguieron a las tribus bárbaras y después de arrasarlo todo volvieron a la orilla occidental. César había decidido que esta tierra, con sus inmensos bosques y fieros habitantes, no merecían ser conquistadas por Roma. El gran general romano marcó así el Rin como la frontera de su dominio, una decisión que tendría consecuencias hasta hoy.

En su célebre Comentario de las Guerras de las Galias, Julio César explica que el Rin separa a dos pueblos completamente diferentes: los galos al oeste del río, y los germanos al este. Los germanos eran un pueblo rudo y bárbaro en extremo, según César, con poca influencia civilizatoria. Además, sus tierras estaban cubiertas de densos bosques y no existían ciudades ni cultivos. Eran tierras pobres habitadas por salvajes, por lo que no merecían la pena ser conquistadas. Sin embargo, al oeste vivían los galos, un pueblo muy diferente. Con una larga tradición de contactos con las civilizaciones mediterráneas, los galos conocían el comercio, vivían en ciudades y labraban la tierra. Además, su comportamiento y su cultura, aunque no les libraba de ser unos bárbaros, sí atenuaba su salvajismo y les hacía más proclives a aceptar las bondades civilizatorias de Roma.

La conquista de las galias.
Básicamente este podría ser el argumento de Julio César cuando decidió no conquistar las tierras al este del Rin y concentrarse en las de la orilla oeste. ¿Pero era la realidad tal y como la contaba el célebre general romano? ¿Existían realmente dos pueblos diferentes a ambas orillas?

Durante siglos se ha creído que era así. Incluso esto ha servido de argumentación en siglos posteriores para los nacionalistas franceses y alemanes. Los franceses estaban orgullosos de pertenecer a la culta y sofisticada civilización romana, semilla de la occidental, mientras que los alemanes rendían culto al valor y a la libertad de los germanos que no fueron dominados por los romanos.

Sin embargo, modernas investigaciones han demostrado que esto no era así. El Rhin era un río más, eso sí bastante ancho, pero apenas existían diferencias entre los pueblos que vivían a ambas orillas. Vestían igual, se ganaban la vida de la misma manera e incluso puede que hablaran las mismas lenguas. No se sentían miembros de un pueblo, sino de sus grupos y clanes familiares, y como mucho de sus tribus. De hecho, la separación entre galos y germanos fue obra exclusivamente romana, que fueron además los que inventaron esos nombres. Es decir, un suevo se veía a sí mismo como un suevo, y no como un germano. Igual que siglos más tarde durante las llamadas invasiones germánicas los visigodos se veían como visigodos y los francos como francos y no como germanos.

Entonces, si no existían diferencias entre los habitantes de ambas orillas y los germanos no se consideraban germanos, ¿por qué Julio César marcó el Rin como la frontera de su nueva provincia romana? Para eso hay que entender el contexto en el que se escribieron los Comentarios de la Guerra de las Galias.

Guerra para alcanzar el poder
La rendición de los galos.
Cuando César inició sus campañas en Galia en el año 58 a.C. lo hizo en busca de gloria personal para impulsar su popularidad y su carrera política. Era lo normal en la carrera de cualquier patricio romano, parte de su cursus honorum, por el cual tenía que demostrar su capacidad tanto administrativa como militar para ir ascendiendo en el escalafón.

César ya había sido cónsul –la máxima magistratura romana- y había compartido el poder con Pompeyo y Craso en un triunvirato. También había conseguido ser gobernador de la provincia de la Galia Cisalpina. Pero quería más, y para ello empezó la guerra. Esta le proporcionaría nuevas tierras, provincias para Roma, y lo más importante, botín y riquezas con las que pagar soldados que le serían fieles solamente a él y con los que podría optar al poder. Pero mientras tanto tenía que mantener las formas ante el Senado y las instituciones políticas legítimas.

Por eso escribió los Comentarios, que eran una especie de informes que cumplían un doble objetivo: informar al Senado y justificar sus acciones, y contar al pueblo sus hazañas en un claro caso de propaganda para hacerse popular entre la plebe.
Germanos y romanos en combate.

Sin embargo, en la irresistible campaña de expansión existía un riesgo. La conquista tenía que terminar en algún sitio, ya que era imposible –al menos por el momento- conquistar el mundo entero. Y ese límite tenía que estar bien justificado y explicado para evitar críticas y posibles argumentos para dañarle. Por eso el Rin era una frontera perfecta. Un río ancho fácilmente defendible que, además, separaba dos pueblos muy diferentes: uno prácticamente indomable y pobre, y otro rico y susceptible de ser dominado y explotado. La justificación estaba ahí, aunque fuera mentira, pero nadie en roma estaba en condiciones de comprobarlo.

Fue así como Roma decidió instalar en el Rin su frontera, lo que tendría consecuencias culturales y políticas duraderas hasta hoy. Se puede decir que excusa que se inventó César para justificar su freno en las conquistas ha servido como el eje sobre el que se construiría la historia de Europa hasta hoy.

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