30/9/11

NACE UNA LEYENDA

Hoy hace 75 el Gobierno de la República española dio un paso de gigante en su lucha por sobrevivir al golpe de Estado desencadenado por parte del ejército el 18 de julio de 1936. Casi dos meses y medio después, el 30 de septiembre de 1936, el Gobierno de Largo Caballero firmó el decreto por el que se ordenaba la militarización de las milicias y se creaba el Ejército Popular de la República, el instrumento que debía aplastar la rebelión. Había nacido una leyenda.
Lo que parecía un simple paseo militar para uno y otro bando se estaba alargando peligrosamente en el tiempo y ya tenía el aspecto de una guerra civil en toda su extensión. Ni Madrid ni Barcelona habían caído tan fácilmente como habían planeado los golpistas (pincha aquí si quieres leer más detalles), ni los militares habían sido aplastados por las milicias obreras formadas a toda prisa.

El enfrentamiento estaba tomando un aspecto bastante lúgubre para los intereses de la República. Una vez pasada la euforia inicial, los rebeldes se habían afianzado en Castilla la Vieja, Galicia, Navarra, la mitad de Aragón, Andalucía occidental, el norte de Extremadura, Canarias, Mallorca y en las colonias africanas. Sin embargo no se conformaron con estas conquistas. Rápidamente formaron diferentes columnas de soldados y voluntarios requetés y falangistas con el objetivo de avanzar a Madrid y tomar las ciudades más importantes a su paso.
Milicianos republicanos rindiéndose.
El 30 de septiembre parecía que la República tenía los días contados. Sevilla había caído y los obreros del barrio de Triana habían sido masacrados. El ejército de África, comandado por Francisco Franco y formado por profesionales y mercenarios de la Legión y los Regulares, había desembarcado en Andalucía con ayuda del III Reich de Adolfo Hitler. Rápidamente inició su avance hacia el norte, primero a la provincia de Badajoz, donde tomó la capital y causó una matanza sin antecedentes entre los milicianos republicanos. Después giró al este y, avanzando por la carretera de Extremadura, tomó Talavera de la Reina el 3 de septiembre ante la desbandada republicana.

Madrid estaba entonces sin defensa, a pocos cientos de kilómetros de Franco y sin una fuerza que pudiera hacer frente al avance fascista. El pánico se adueñó de la República. Los sindicatos y partidos obreros se hicieron cargo del Gobierno, y por primera vez en la historia de España un socialista y secretario general de la UGT, Francisco Largo Caballero, fue nombrado su presidente. Este Gobierno, llamado “el de la victoria”, aglutinaba a todas las fuerzas del Frente Popular. Socialistas, comunistas, republicanos, incluso los anarquistas se unirían a él. El objetivo era organizar la resistencia.

Enrique Líster.
Para ello era fundamental cambiar el modelo de milicias que imperaba en el bando republicano. Éstas se formaron rápidamente y sin control en los primeros días del golpe militar, cuando los obreros de Madrid y Barcelona fundamentalmente aplastaron la rebelión en sus ciudades y tomaron las armas de los soldados vencidos. Operaban al margen del Gobierno y sin coordinación. No se fiaban de los oficiales leales a la República –fusilaron a bastantes por meras sospechas de traición- y carecían absolutamente de capacidad, disciplina y experiencia militar, por lo que no eran rival ante los soldados profesionales del otro bando. Votaban las órdenes y se iban a sus casas a dormir por las noches, como si la guerra fuera un juego.

Sin embargo había excepciones. Una de ellas, la más importante, era el llamado V Regimiento, una unidad de milicias constituida por el Partido Comunista y comandada por Enrique Líster, un comunista con entrenamiento militar. Allí imperaba la disciplina y el orden, lo que le proporcionó un enorme prestigio en el campo republicano más allá del propio PCE. Socialistas, republicanos, sindicalistas o simples demócratas que querían orden y disciplina en la lucha contra el enemigo se alistaron allí. Por eso, después de firmarse el decreto de creación del Ejército Popular, el V Regimiento fue el primero que se disolvió para renacer con un nuevo nombre: la 1ª Brigada Mixta del Ejército Popular.

Eso ocurrió en octubre de 1936. Mientras tanto, Franco y sus columnas seguían avanzando imparables hacia Madrid. La república necesitaba tiempo para reorganizar su nuevo ejército. Sólo un milagro podría dárselo, y ese milagro sucedió. Un día antes de firmar el decreto, los fascistas entraron en Toledo. Se habían desviado de su ruta para socorrer a la pequeña guarnición del Alcázar que llevaba resistiendo desde julio al asedio de los milicianos. Fue un golpe propagandístico y una victoria más para Franco. Pero había dado unos días de respiro a la República, que mientras tanto, seguía formando sus Brigadas Mixtas y entrenando a sus soldados.

Si os interesa saber más sobre la creación del Ejército Popular, os recomiendo el libro de Michael Alpert y la obra de Ramón Salas Larrazabal.

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