28/9/14

Nace la Internacional

Hace 150 años nació la Asociación Internacional de Trabajadores, más conocida posteriormente como la Iª Internacional. Su objetivo era la coordinación de las jóvenes organizaciones y sindicatos que habían surgido sobre todo en Europa a raíz de los cambios sociales provocados por la Revolución Industrial y que luchaban en defensa de los intereses de una clase social que estaba comenzando a adquirir conciencia de sí misma, el proletariado. La Internacional era la organización que debía impulsar la conciencia de clase y la solidaridad entre los trabajadores de todo el mundo, una condición indispensable para mejorar sus condiciones y alcanzar su objetivo final. Como escribió Carlos Marx en el Manifiesto Inaugural, este era “la conquista del poder político”. 

El 28 de septiembre de 1864 los delegados de sindicatos y partidos obreros de Inglaterra, Irlanda, Francia, Polonia, Italia y de Alemania dieron el paso decisivo y firmaron el nacimiento de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) en St. Martin Hall de Londres. Fue un paso decisivo para coordinar un Movimiento Obrero muy dispar en el que convivían sindicatos y formaciones políticas de diferente espíritu y que concebían la defensa de los intereses del proletariado de maneras incluso opuestas. Sin embargo, fue el primer paso hacia la lucha organizada de la clase trabajadora a nivel mundial.

El Movimiento Obrero estaba todavía en sus fases iniciales y recuperándose de la represión desatada por los gobiernos europeos tras las revoluciones de 1848. En el Manifiesto Inaugural de la AIT, redactado por Carlos Marx, se recuerda que “después del fracaso de las revoluciones de 1848, todas las organizaciones de partido (de clase) y todos los periódicos de partido de las clases trabajadoras fueron destruidos en el continente por la fuerza bruta”. (Todas las citas de este artículo son del libro “Apuntes sobre el Movimiento Obrero”, de Luis Gómez Llorente). Miles de militantes fueron encarcelados, y otros miles tuvieron que huir de sus países de origen y exiliarse, como tuvo que hacer el propio Carlos Marx en Londres.
Inauguración de la AIT en 1864.

Inglaterra era precisamente el corazón de un fenómeno que se estaba desarrollando en Europa y que en ese momento estaba empezando a tener unas consecuencias trascendentales a escala global que cambiarían el mundo para siempre. La Revolución Industrial estaba destruyendo el antiguo orden social. En pocos años millones de personas se encontraban sin los marcos sociales que habían estado determinando el destino de sus familias durante siglos.

Millones de campesinos en todo el continente europeo fueron liberados de las centenarias ataduras y obligaciones feudales, lo que además de su libertad significaba que se encontraban a la intemperie y sin  hogar, por lo que se produjo un éxodo masivo a las ciudades para trabajar en las industrias incipientes. Por su parte, en esas ciudades los trabajadores tradicionales urbanos que se habían estado organizando en gremios durante siglos para protegerse, sufrieron como esos gremios eran desmantelados y, de la misma manera que los campesinos, de pronto se vieron desprotegidos y a merced de los nuevos señores: los capitalistas dueños de los nuevos medios de producción industriales y que decidían las condiciones de trabajo.


Lucha contra la desigualdad y por la emancipación obrera

El proceso de expansión industrial entre 1848 y 1864 fue impresionante. Gran Bretaña, Francia, Alemania y los EEUU se configuraron como los estados en los que la Revolución Industrial tenía un mayor impacto en ese momento, pero este no era precisamente positivo para el conjunto de sus sociedades ya que el reparto de la inmensa riqueza generada era muy desigual. Como afirmó el Primer Ministro británico de la época, William Gladstone, “tan embriagador aumento de riqueza y de poder se halla restringido exclusivamente a las clases poseyentes”. El resto de la sociedad, es decir, la inmensa mayoría, quedaba fuera de esa riqueza que precisamente era producida por esa mayoría. Esos antiguos campesinos y trabajadores artesanos ahora eran trabajadores industriales y configuraban una nueva clase que malvivía en las ciudades con unas condiciones laborales y sociales generalmente inhumanas: el proletariado.

Conflicto laboral en una fábrica.
El proletariado era mayoritario, pero no estaba organizado para poder exigir su parte de las riquezas que generaba. Pero eso iba a cambiar. En el Manifiesto Inaugural de la AIT, Marx escribió: “La clase obrera posee un elemento de triunfo: el número. Pero el número no pesa en la balanza si no está unido por la asociación y guiado por el saber. La experiencia del pasado nos enseña cómo el olvido de los lazos fraternales que deben existir entre los trabajadores de los diferentes países y que deben incitarles a sostenerse unos a otros en todas sus luchas por la emancipación, es castigado con la derrota común de sus esfuerzos aislados”.

Estas eran las claves de la nueva Asociación Internacional de Trabajadores creada el 28 de septiembre de 1864 en Londres: Solidaridad entre los proletarios del mundo para extender la conciencia de clase a todos los trabajadores, y conseguir las mejoras de las condiciones de esta clase a través de la conquista del poder político. Como escribió Marx en el Manifiesto Inaugural: “La conquista del poder político ha venido a ser, por lo tanto, el gran deber de la clase obrera”, ya que “la emancipación de la clase obrera ha de ser obra de sí misma. (…) No es una tarea local ni nacional, sino mundial, que abarca todos los países en los que exista la sociedad moderna y cuya solución depende de la cooperación práctica y teórica de los países más avanzados”.  


Divisiones internas

A partir de 1864 ya existía la plataforma para coordinar la lucha del Movimiento Obrero internacional a través de la AIT, sin embargo esa lucha no estuvo libre de graves obstáculos, no sólo aquellos puestos desde los gobiernos y los capitalistas, sino también por las divisiones en el mismo seno del Movimiento Obrero.

Marx
A pesar de que el Manifiesto Inaugural redactado por Marx plasmaba una serie de cuestiones estratégicas clave en las que existía consenso entre las diferentes organizaciones y corrientes obreras, no existía unidad de criterio a la hora de definir la propia naturaleza de la lucha del Movimiento Obrero. En 1864 todavía no existían partidos políticos de la clase trabajadora como los surgirían poco después, y los sindicatos eran débiles y estaban poco o mal organizados, excepto en Gran Bretaña. Y, sobre todo, existían distintas corrientes de pensamiento para decidir cómo se debía llegar a la emancipación política de los obreros y, sobre todo, para definir qué significa esa emancipación.

Por un lado estaban las corrientes de pensamiento que el compañero de Marx, Federico Engels, definía (despectivamente) como “socialismo utópico”. Las ideas de Owen, Saint Simon, o Fourier fueron calificadas de “irrealizables” y prácticamente reducidas a ideas infantiles por parte de los seguidores del llamado “socialismo científico” propugnado por Marx y Engels. Estos proponían el camino hacia la emancipación de la clase obrera fundamentándose en el materialismo histórico, que veía la conquista del poder político como la conquista del poder del Estado por el proletariado a través de partidos políticos revolucionarios para, desde el poder estatal y mediante una “dictadura del proletariado”, desmantelar a ese mismo Estado y construir una sociedad sin clases. Esta corriente fue conocida como la “autoritaria” y sería el origen de los partidos socialistas y comunistas posteriores.

Bakunin
Por otro lado estaban los seguidores del sindicalismo libertario propugnado por Bakunin y Kropotkin, que desconfiaban de los partidos, y sobre todo de la dictadura del proletariado, y defendían la toma del poder mediante una huelga revolucionaria que destruyera directamente el Estado sin proceso intermedio. El propio Bakunin criticó a Marx afirmando que la dictadura del proletariado estaba abocada a convertirse en dictadura sobre el proletariado”. Los seguidores de esta corriente eran los anarquistas, defensores de la acción directa de los trabajadores frente a sus patronos y sin intermediarios sindicales ni de los partidos.

Aunque ambas corrientes ideológicas tenían el mismo objetivo de conseguir la emancipación de la clase trabajadora tras desmantelar el Estado, que veían como un instrumento de dominación de la burguesía, eran incompatibles en la manera de conseguirlo, y muy pronto esa incompatibilidad se dejó notar en el seno de la AIT. Se entabló una dura lucha por el control de esta entre los partidarios de Marx y los de Bakunin, hasta que finalmente los anarquistas y los marxistas se separaron. Fue la primera escisión importante en el Movimiento Obrero.

La Iª Internacional no sobrevivió mucho tiempo a esa escisión. En 1871 se produjeron los hechos de la Comuna de París y, al igual que pasó tras las revoluciones de 1848, la represión de los gobiernos contra el Movimiento Obrero afectó a su todavía frágil estructura. La sede de la AIT pasó de Londres a Nueva York, y finalmente en su VI Congreso celebrado en 1876 se decidió su disolución.

       


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