Hace un siglo aproximadamente empezó la Primera Guerra Mundial, el conflicto que destruyó Europa y
costó la vida a millones de personas. Alemania y sus aliados fueron los grandes
perdedores y sufrieron el rigor de los vencedores en el Tratado de Versalles.
Sin embargo, el politólogo y periodista alemán Benjamin Richter afirma que fue
precisamente Alemania la única de todas las grandes potencias que consiguió sus
objetivos durante el conflicto. Según esta teoría bastante arriesgada, Alemania
sería por lo tanto la ganadora de la Primera Guerra Mundial.
Este año se conmemora
el primer centenario del comienzo de la Primera Guerra Mundial. Entre julio de
1914 y noviembre de 1918 se estima que pudieron morir más de 30 millones de personas.
Millones más resultaron heridos, muchos de ellos quedaron tullidos para
siempre. Ciudades enteras fueron destruidas y campos completos arrasados. Fue
un desastre de una magnitud desconocida hasta ese momento en la historia.
Aunque todos los países
participantes sufrieron mucho (algunos más que otros, es cierto), la guerra
terminó con la rendición de Alemania y sus aliados que fueron barridos del
mapa. En 1918 el Imperio Austrohúngaro y el Imperio Otomano dejaron de existir,
y el Káiser alemán tuvo que partir al exilio mientras la revolución se hacía con las calles del país. Poco después, en 1919 los representantes alemanes
aceptaron los durísimos términos establecidos por las potencias ganadoras en el
Tratado de Versalles y por los cuales Alemania perdía una parte importante de
su territorio nacional, todas sus colonias, su ejército, se comprometía a pagar
reparaciones a los vencedores y, sobre todo, asumía la responsabilidad de haber
comenzado la guerra.
Portada del libro de Richter. |
Sin embargo, a pesar de
que la propia Alemania se rindió en noviembre de 1918 asumiendo que era
imposible ganar la guerra y de que aceptó los términos del Tratado de
Versalles, hay quien asegura que, en realidad fue la vencedora de la guerra.
Esta tesis tan
provocativa es defendida por el politólogo y periodista alemán Benjamin Richter
en su libro “Cómo Alemania ganó la Primera Guerra Mundial” (en alemán). En su obra, Richter
afirma que Alemania fue la única de las potencias implicadas en la guerra que,
al final, consiguió cumplir sus objetivos estratégicos marcados antes del
conflicto, y que por ello, técnicamente, debería ser considerada la vencedora de
la guerra.
Para argumentar esta
idea, Richter analiza uno por uno los objetivos estratégicos de las grandes
potencias implicadas en la guerra y lo que ocurrió con ellos a lo largo del
conflicto:
Francia:
El
objetivo estratégico de Francia en 1914 era recuperar la hegemonía en Europa y
para ello debía destruir Alemania como estado.
Ya desde la primera
mitad del S. XVII, la Francia de Richelieu aspiró a quebrar la hegemonía de los
Habsburgo y usar el “divide y vencerás” entre los estados europeos para hacerse
con la primacía en el continente, lo que consiguió tras la Guerra de los
Treinta Años en 1648. Las guerras de Luis XIV, sus sucesores borbones en el S.
XVIII y después de Napoleón, eran la continuación de esa aspiración francesa
por la hegemonía en Europa, que tenía una condición fundamental según Benjamín
Richter: conservar la debilidad alemana al otro lado del Rin.
Alemania no existía
como estado unificado, sino que estaba formada por numerosos pequeños estados
independientes, la mayoría muy débiles. Solamente surgió como potencia unificada
a partir de 1871, precisamente después de derrotar a los franceses. A partir de
ese momento Francia dejó de ser la más poderosa de Europa occidental, así que su
objetivo en 1914 era recuperar esa hegemonía, y para ello Alemania debía ser
derrotada y dividida de nuevo en estados más pequeños y débiles que no hicieran
sombra a Francia.
Sin embargo, Richter
explica que Francia no era lo suficientemente fuerte como para conseguir este
objetivo por sí misma, así que necesitaba aliados. Los encontró primero en
Rusia y después en Gran Bretaña. Pero cada uno perseguía sus propios objetivos
estratégicos que no coincidían precisamente con los de Francia. Además, durante
la Primera Guerra Mundial Francia no fue capaz de mantener la guerra contra
Alemania en solitario y necesitó la ayuda de británicos y rusos, y más tarde de
los estadounidenses, para poder sobrevivir.
Según el autor, esa
misma debilidad militar impidió que Francia pudiera hacer prevalecer sus
objetivos en el Tratado de Versalles tras la rendición alemana. Francia no
consiguió que Alemania desapareciera como estado y se dividiera en pequeños
países más débiles, ni tampoco logró quebrar su poder económico para debilitar
su potencial.
Al final, afirma
Richter, Francia no logró su objetivo estratégico de 1914 y Alemania no
solamente siguió existiendo, sino que en 1940 conquistó y derrotó a Francia en
la Segunda Guerra Mundial tan sólo dos décadas después de la derrota de 1918.
Rusia:
La
Rusia de los zares de 1914 tenía como objetivo estratégico conseguir una salida
al mar abierto, en concreto la conquista de Estambul, la antigua Constantinopla.
Los zares de Rusia se
consideraban los sucesores de los emperadores bizantinos. Desde la caída de
Constantinopla en 1453, Moscú fue considerada la “tercera Roma” y centro de la
Iglesia Ortodoxa. Con ello, los zares asumían la obligación implícita de
reconquistar la ciudad, pero con ello justificaban también una necesidad
geoestratégica fundamental: la conquista de una salida al mar.
Rusia era y sigue
siendo una poderosísima potencia continental. Es el Estado del mundo que reúne
la mayor masa terrestre, pero tiene un problema: carece de una salida a los
mares cálidos y más transitados por el comercio internacional, al menos de hace
un siglo. Rusia tiene costa en el Mar Negro en el sur y en el Báltico en el
norte, pero son mares cerrados cuyas llaves para llegar a mar abierto están en
manos de otros países. Una de esas llaves era Constantinopla, en manos de los
turcos otomanos.
El Imperio Otomano
entró en franca decadencia a partir del S. XVIII y ya en el XIX se le conocía
como “el enfermo de Europa”. Rusia aprovechó para conquistar territorio e ir
acercándose poco a poco a su objetivo. Cuando ya solamente le separaban los
Balcanes de Constantinopla, Rusia buscó aliados en esa zona echando mano del
llamado “paneslavismo”, una idea que sugería que todos los pueblos eslavos
gozaban de la protección y ayuda de Rusia. Serbia se convirtió así en el
principal aliado ruso en la zona, lo que a su vez provocó el conflicto con
Austria-Hungría.
Los austriacos fueron
“expulsados” de la política alemana por Bismarck y a partir de la unificación
alemana bajo control de Prusia en 1871 solamente tenían un lugar hacia el que
expandirse: los Balcanes. El conflicto con Rusia estaba servido, y eso es
precisamente lo que ocurrió en 1914 y lo que provocó la Primera Guerra Mundial.
Durante la guerra Rusia
sufrió muchísimo. Millones de muertos en el frente y en la retaguardia, pero
Constantinopla permaneció inalcanzable. A la guerra contra Alemania, Austria-Hungría
y el propio Imperio Otomano, le siguieron dos revoluciones en 1917 y una guerra
civil atroz hasta 1921. Al final, el zar había muerto y su gobierno había sido
derrocado por los bolcheviques, el territorio ruso había menguado tras las
numerosas derrotas militares y Rusia se encontraba más lejos que antes de
Constantinopla, su objetivo estratégico antes de 1914 que, por lo tanto, no
pudo alcanzar. Rusia tampoco ganó.
Gran Bretaña:
El
objetivo estratégico británico de 1914 era mantener el equilibrio entre las
potencias europeas y evitar que alguna fuera demasiado poderosa como para poner
en peligro su imperio marítimo.
En 1914 los británicos
controlaban el mayor imperio de la historia: una cuarta parte del territorio
del planeta estaba bajo su control y una cuarta parte de la población mundial
era súbdita de Londres. Se trataba de un imperio marítimo en toda regla, ya que
los británicos, aislados en su isla, en ningún momento mostraron interés alguno
por conquistar territorio en el continente europeo. Su objetivo era mucho más
sutil, explica Benjamin Richter: evitar que surgiera una potencia lo
suficientemente fuerte como para amenazar e invadir su isla.
Por esta razón los
británicos lucharon una guerra prácticamente continua e implacable con Francia
durante todo el S. XVIII y parte del XIX para evitar que los franceses pudieran
construir un imperio continental. La causa de esta guerra era geoestratégica,
daba igual el tipo de gobierno que hubiera en Francia: absolutista,
revolucionario o imperial. No se trataba de apoyar una ideología sino de
mantener el equilibrio estratégico.
Por lo tanto no resulta
extraño que, una vez derrotada la ambición de Francia a principios del S. XIX
tras la caída de Napoleón, los británicos acabaran firmando una alianza con su
antiguo enemigo en 1904, la llamada Entente Cordiale, a la que se uniría Rusia
con la que había estado enfrentada en Asia Central en lo que se llamó “El gran
juego”. Había una causa estratégica: desde 1871 el surgimiento de Alemania como
gran potencia europea estaba rompiendo el equilibrio en el Viejo Continente.
Los británicos no temían
a Alemania solamente por su poder económico y militar. La temían sobre todo por
sus ambiciones coloniales e imperialistas, y porque se dedicó a construir una
flota de alta mar para competir directamente con la Royal Navy. Así fue como
Alemania, con la que los británicos siempre habían tenido buenas relaciones
(derrotaron juntos a Napoleón), se convirtió primero en su rival y después en
su enemiga.
En 1914 el objetivo de
Gran Bretaña era derrotar a Alemania para conseguir debilitarla y evitar que
pudiera hacerse con el control de Europa y convertirse así en una amenaza para
el Imperio Británico, afirma Richter. Y para ello los británicos pagaron un
alto precio: la muerte de un millón de soldados aproximadamente en los campos
de batalla. Al final consiguieron que Alemania se rindiera, pero no evitaron
que siguiera siendo la gran potencia económica de Europa, lo que le permitió
volver a ser una potencia militar dos décadas después y comenzar una nueva
guerra mundial. Gran Bretaña volvió a vencer en este nuevo conflicto, pero al
precio de perder su imperio.
Es decir, en 1918 Gran
Bretaña no logró eliminar el poder de Alemania con el que, tan sólo una
generación después, surgiría otra guerra mundial y el fin del Imperio
Británico, precisamente lo que se pretendía evitar en 1914. Por lo tanto, según
Richter Gran Bretaña tampoco pudo alcanzar sus objetivos por los que entró en
guerra.
Estados Unidos
El presidente de los EEUU, Woodrow Wilson. |
El
objetivo estratégico de los EEUU de 1914 era mantenerse al margen de la guerra,
y una vez que entró en 1917, crear un marco institucional y diplomático que
rompiera la dinámica de luchas por la hegemonía que caracterizaban las
relaciones entre los estados europeos.
Cuando comenzó la
Primera Guerra Mundial en 1914 los EEUU eran la potencia más dinámica y que
estaba disfrutando de mayor auge económico del mundo. Sin embargo, explica
Benjamin Richter, se mantenía diplomáticamente aislada en el continente
americano sin necesidad ni voluntad de intervenir en los asuntos europeos que
despreciaba abiertamente al considerar que se realizaban motivados por las
simples luchas por el poder.
Los EEUU se
consideraban moralmente superiores y guiados por un idealismo basado en los
valores democráticos que contrastaban con las realidades monárquicas u oligárquicas
del Viejo Continente. Fue por ello, según Richter, que los EEUU se mantuvieron
al margen de la guerra en un primer momento. Sin embargo, sus negocios de
suministro con el bando aliado provocaron la reacción alemana que en 1917
declaró la guerra submarina sin restricciones, lo que incluía el hundimiento de
barcos norteamericanos con rumbo a Francia o Gran Bretaña.
Así pues, en 1917 la guerra entre los EEUU y Alemania resultó inevitable. Sin embargo, la filosofía
con la que los norteamericanos entraron en el conflicto era diferente, explica
Richter. Así, el presidente Wilson puso una serie de condiciones para alcanzar
la paz que, en realidad, afectaban a los dos bandos. Los EEUU se elevaban así
moralmente sobre el resto de contendientes, sobre todo cuando propusieron crear
un sistema internacional que tuviera como objetivo evitar una nueva guerra en
el futuro: la Sociedad de Naciones basada en el principio de la seguridad
colectiva (cuando un miembro es atacado, todos acuden a ayudarlo aunque no sean
amenazados directamente) que haría imposible el uso de la guerra como un
instrumento más en la lucha por el poder entre los estados.
Así fue como en 1919,
una vez terminada la guerra, nació la Sociedad de Naciones pero lo hizo muerta.
El tratado de adhesión nunca fue ratificado por una Cámara de Representantes
que seguía convencida de la bondad del aislamiento y de la no necesidad de los
EEUU de participar activamente en la política internacional.
Por lo tanto, los EEUU
lucharon en la Primera Guerra Mundial para terminar con todas las guerras,
según Richter, pero al final no consiguieron que el instrumento creado por
ellos mismos para ponerles freno tuviera éxito. Tan sólo una década y media
después tanto Alemania, como Italia y Japón comenzaron una política exterior
agresiva que acabaría por vaciar la Sociedad de Naciones de sentido, y pusieron
rumbo a la Segunda Guerra Mundial. Así pues, los EEUU no consiguieron alcanzar
sus objetivos estratégicos de la guerra, según Richter.
Alemania:
El
objetivo estratégico de Alemania en 1914 era romper el cerco diplomático que se
había creado a su alrededor en Europa.
Cuando Alemania se
unificó en 1871 bajo el mando de Prusia, su canciller Bismarck sabía
perfectamente que había roto el equilibrio del poder en Europa. Absolutamente
consciente de los objetivos estratégicos de sus vecinos, temía desde el
principio que las principales potencias europeas se coaligaran contra Alemania
para contrarrestar su nuevo poder, así que hizo todo lo posible por calmar los
ánimos y no dar excusas para provocar el aislamiento alemán.
Por eso firmó una
alianza con Austria-Hungría (contra la que había luchado en 1866) y un acuerdo
de ayuda mutua con Rusia. Además, buscó buenas relaciones con Gran Bretaña y el
aislamiento de Francia, consciente de que el objetivo de París era la
destrucción de Alemania y por lo tanto sería absurdo pretender una alianza. Es
decir, Bismarck dio a entender a sus vecinos que, aunque Alemania había roto el
equilibrio europeo, no estaba interesada en aprovecharlo y en convertirse en una
gran potencia a costa de las demás.
Pero eso cambió a
partir de 1888 cuando subió al trono el nuevo Káiser Guillermo II. Con él
llegó una nueva generación a los puestos de responsabilidad alemanes. Querían
aprovechar el potencial económico y militar de Alemania para desarrollar el
país como gran potencia. Eso suponía una amenaza para sus vecinos que, poco a
poco, fueron creando un sistema de alianzas para evitar la hegemonía alemana en
el continente.
Esa alianza comenzó
entre Francia y Rusia a la que pronto se sumó Gran Bretaña. En 1904 Alemania
estaba rodeada, justo lo que quiso impedir Bismarck, así que toda la doctrina militar
y diplomática de Berlín se enfocó en romper este cerco. Richter afirma que los años
previos al estallido de la Primera Guerra Mundial vieron surgir una sucesión de
crisis diplomáticas (Marruecos, Balcanes) con el objetivo de reventar la
alianza entre franceses, rusos y británicos, aunque ninguna lo consiguió. Por
su parte, los militares alemanes confeccionaron su estrategia basándose en la
necesidad de combatir a las tres potencias a la vez. Así, el llamado Plan Schlieffen preveía la invasión de Francia en caso de guerra con Rusia. Y eso es
justo lo que pasó en 1914.
Durante la guerra,
Alemania y sus aliados (mucho más débiles) tuvieron que luchar contra las tres
potencias del continente más importantes en dos frentes militares, en el oeste
y el este de Europa. Tras durísimos combates, en casi tres años Rusia ya estaba
fuera de combate. En 1917 Rusia sufrió dos revoluciones. La segunda de ella, en
noviembre, llevó al poder a los bolcheviques. Alemania había permitido
previamente a Lenin, su líder, llegar a Rusia desde Suiza atravesando
territorio alemán. Además, los bolcheviques recibían financiación para sus
actividades por parte del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán. Todo ello
con la esperanza alemana de desestabilizar a su enemigo y que Rusia saliera de
la guerra.
Y eso es precisamente
lo que ocurrió. En marzo 1918, el flamante gobierno bolchevique se retiró de la
guerra con Alemania y firmó la paz de Brest Litovsk, cediendo un enorme cordón
territorial formado por los países bálticos, Polonia y Ucrania, y, sobre todo,
haciendo desaparecer el frente oriental. Alemania había conseguido su objetivo
estratégico de 1914 y había roto la alianza entre rusos, franceses y
británicos.
¿Ganó Alemania la guerra?
Richter considera que técnicamente
el único país que consiguió cumplir sus objetivos de guerra cuando estalló en
1914 fue Alemania, y que por lo tanto, en un sentido estrictamente técnico,
Alemania habría ganado si la diferencia entre el éxito y el fracaso se pudiera
medir conforme a los objetivos marcados de antemano. Sin embargo, como ocurre
en la mayoría de situaciones que vive el ser humano, los acontecimientos acaban
por desarrollar una dinámica propia y los objetivos trazados inicialmente no
siempre siguen siendo válidos a medida que el tiempo avanza y suceden
imprevistos.
Es cierto que Alemania
consiguió eliminar a Rusia de la lista de enemigos a principios de 1918, pero
para entonces ya era demasiado tarde y no se podía pensar en victoria. De
hecho, aprovechando que decenas de divisiones alemanas quedaron libres de la
lucha en el este, el alto mando alemán planificó una última ofensiva en el oeste con la esperanza de lograr una victoria antes de que el ejército de los EEUU
hubiera tenido tiempo para instalarse definitivamente y desplegar todo su
poder.
Esa ofensiva fue un
fracaso y los propios alemanes empezaron a rendirse en masa el llamado “lunes negro” en Amiens. Estaban agotados y cansados de la guerra. La población civil se
estaba muriendo de hambre debido al bloqueo comercial al que le estaba
sometiendo la flota británica, y ya nadie se creía la promesa de la victoria.
Los propios generales alemanes se dieron cuenta de que ya no había fuerza ni
ganas para enfrentarse a los EEUU con todo su potencial, y recomendaron la
rendición.
Alemania perdió
claramente la Primera Guerra Mundial. Aunque logró eliminar a Rusia de la lista
de enemigos, sufrió una derrota sin paliativos: su gobierno sufrió una
revolución y se instauró un sistema democrático tras la huída del Káiser, el
país perdió parte de sus territorios y fue obligado a pagar una indemnización
multimillonaria a los ganadores que durante años estuvo lastrando su economía.
Y, sobre todo, se creó el caldo de cultivo que provocaría poco después la
llegada de una catástrofe mucho peor de manos de Adolfo Hitler y el Tercer
Reich.
Antes que especular
sobre si Alemania ganó o no la Primera Guerra Mundial, habría que preguntarse
si hubo algún país que realmente la ganó, y en esto el análisis de Richter
plantea una cuestión interesante: ninguno de los vencedores ganó la guerra de
la manera que había esperado ni cumplió con sus objetivos iniciales. ¿Quizás
por ello no supieron qué hacer con la victoria y se allanó el terreno para la
Segunda Guerra Mundial?
Muy buen/interesante
ResponderEliminarpost ;) !!
Muy buen/interesante
ResponderEliminarpost ;) !!
Para mi ganaron los gringos y sin haberse fijado propósitos.
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