Hoy
hace 95 años mataron a Rosa Luxemburgo. El 15 de enero de 1919 un grupo de
militares de extrema derecha le pegaron un tiro junto a Karl Liebknecht, el
fundador del Partido Comunista Alemán (KPD). Fue el fin de la revolución y la
victoria de la jovencísima república alemana sobre su enemigo a la extrema izquierda.
Pero fue a costa de alimentar un monstruo a la extrema derecha que acabaría por
ser mucho más temible para el futuro de la democracia
El 15 de enero de 1919 fueron
detenidos Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, los líderes del Movimiento Espartaquista, un movimiento comunista que intentaba llevar a Alemania la
revolución que en esos momentos estaba liderando Lenin en Rusia. Fueron
conducidos al cuartel general de la división de caballería de la guardia, una
unidad de élite al servicio de los Freikorps, los cuerpos libres militares de
ultraderecha que el gobierno socialdemócrata estaba empleando en su lucha contra
los revolucionarios de extrema izquierda. El cuartel general estaba en el hotel
Eden, en Berlín, cerca del céntrico parque del Tiergarten. Esa noche, los
prisioneros fueron interrogados y brutalmente torturados.
Entonces los oficiales,
a cuyo mando estaba el comandante Waldemar Pabst, decidieron asesinar a sus
detenidos, no se sabe a ciencia cierta si con consentimiento gubernamental. A
Liebknecht le sacaron al parque y allí le dispararon en la nuca con la excusa
de que quería fugarse. A Rosa Luxemburgo le tumbaron de un culatazo en la
cabeza. Inconsciente, le pegaron un tiro y echaron su cuerpo al canal Landwehr,
donde no sería encontrado hasta cinco meses después. Fue el punto y final de
dos biografías imprescindibles para explicar los sucesos que estaban sacudiendo
Alemania y Europa en esos momentos. Y fue crucial para convertirlos en mitos y
mártires de la izquierda.
La
lucha por el futuro de Alemania
Karl Liebknecht |
Karl Liebknecht y Rosa
Luxemburgo eran los líderes de los espartaquistas. Desde el 5 de enero se
habían levantado en armas y luchaban contra los militares por el control de
Berlín. Barricadas formadas por paquetes de periódicos separaban a ambos
bandos. Era un combate abierto por el destino de Alemania que en realidad había
comenzado dos meses antes, el 9 de noviembre de 1918. Ese día Alemania tiró la
toalla en la Primera Guerra Mundial y el Káiser tuvo que hacer las maletas al
exilio. ¿Qué pasaría después? Se abrió un tremendo vacío de poder.
La guerra había acabado
para Alemania porque los soldados y los obreros estaban cansados de seguir luchando.
En Berlín, Múnich, Hamburgo y en otras grandes ciudades del Reich esto se
tradujo en la asunción de facto del poder por los consejos de soldados y
obreros que sustituyeron a las instituciones administrativas tradicionales pero
sin derrocarlas. La antigua administración imperial seguía viva, pero a su lado
los antiguos ‘Untertanen’, los vasallos del Káiser, empezaban a ser dueños de
su destino. Una vez derrocada la monarquía quedaba abierto el camino para la
república. Pero, ¿de qué tipo?
Se abrían dos caminos:
la república parlamentaria al estilo francés y británico, o la república
comunista al estilo soviético. Así pues se proclamaron a la vez dos repúblicas
alemanas: una democrática parlamentaria, propiciada por los socialdemócratas del SPD, y otra socialista y revolucionaria proclamada por los espartaquistas
de Liebknecht y Luxemburgo.
Al principio las dos revoluciones
convivieron de manera problemática pero sin enfrentarse abiertamente. Ambas
luchaban por el favor de la masa de los obreros de Berlín, el verdadero factor
de poder en ese momento en Alemania. Al final los espartaquistas perdieron el
apoyo de las masas. Por muchas críticas que recibieron los socialdemócratas del
SPD por su presunta traición al socialismo, la mayoría de los trabajadores no
se fiaba de los espartaquistas ni de lo que estaba sucediendo en esos momentos
en Rusia, desde donde llegaban cada vez más noticias sobre la cruel guerra
civil que estaba ocurriendo allí.
Revolucionarios espartaquistas. |
El tiempo estaba
corriendo en contra de los revolucionarios alemanes, que cada día veían cómo
menguaba su influencia. Esto obligó a Liebknecht y a sus seguidores a tomar
medidas cada vez más desesperadas y radicales para hacerse con el poder antes de
que acabaran con ellos. La primera, tirar por la calle de en medio y convertirse
oficialmente en comunistas y aliados de Lenin y su revolución en Rusia: el 1 de
enero se fundó el Partido Comunista Alemán, KPD.
Sus adversarios
socialdemócratas sabían que sus enemigos ya no contaban con el apoyo de la
mayoría de los trabajadores, por lo que decidieron acabar con ellos por la
fuerza. El problema era que no tenían soldados propios. Tenían que recurrir a
las tropas y oficiales del antiguo ejército imperial. ¿Soldados y oficiales
imperiales mandados por socialdemócratas para luchar contra obreros
espartaquistas? Una decisión nada fácil. El 4 de enero el socialdemócrata
Gustav Noske se hizo con el puesto de responsable de Interior en Berlín y
convocó a los Freikorps, los cuerpos libres. Había nacido una alianza contra
natura.
La
ultraderecha contra los obreros revolucionarios
Los Freikorps eran los
restos del ejército imperial vencido que regresaba a Alemania desde el frente
pero que todavía no habían entregado sus armas ni sus uniformes. Al huir el Káiser
y sus generales, nadie se había hecho cargo de ellos, así que vagaban
prácticamente a sus anchas por el país armados hasta los dientes y por ello con
un gran poder. Su relación con los revolucionarios era muy mala. Les culpaba de
haber obligado a Alemania a rendirse y querían vengarse de manera sangrienta.
No defendían precisamente una democracia parlamentaria como el SPD, ya que eran
de extrema derecha, ultranacionalistas y muy peligrosos porque eran los mejor
armados y entrenados. Aún así, los socialdemócratas apostaron por ellos para
aplastar a sus enemigos espartaquistas.
Soldado del Freikorps. |
La represión fue
brutal. El Movimiento Espartaquista fue eliminado. Miles de comunistas fueron
detenidos y directamente ejecutados, como sus líderes. La revolución había
fracasado estrepitosamente y no sólo debido a la enorme fuerza bruta a la que
se enfrentó: la mayoría de los obreros alemanes no la apoyaron. La propia Rosa
Luxemburgo identificó la raíz del fracaso en el estilo de organización espartaquista,
copiado del modelo bolchevique de Lenin y basado en un partido revolucionario
de vanguardia. Esta táctica elitista basada en la acción de una minoría
revolucionaria profesional, no servía en Alemania a juicio de Luxemburgo. Para
ella, los revolucionarios alemanes, a diferencia de los rusos, no podían ganar
si no era contando con el apoyo de la mayoría de los trabajadores, un apoyo que
tarde o temprano se produciría y con ello la victoria de la revolución. En sus
últimas horas de vida, mientras estaba encerrada por los militares, escribió:
“El liderazgo ha fallado. Incluso
así, el liderazgo puede y debe ser regenerado desde las masas. Las masas son el
elemento decisivo, ellas son el pilar sobre el que se construirá la victoria
final de la revolución. Las masas estuvieron a la altura; ellas han convertido
esta derrota en una de las derrotas históricas que serán el orgullo y la fuerza
del socialismo internacional. Y esto es por lo que la victoria futura surgirá de
esta derrota. '¡El orden reina en Berlín!' ¡Estúpidos secuaces! Vuestro 'orden' está
construido sobre la arena. Mañana la revolución se levantará vibrante y
anunciará con su fanfarria, para terror vuestro: ¡Yo fui, yo soy, y yo seré!” (El orden reina en Berlín)
Rosa Luxemburgo tendría razón. El nuevo orden estaba construido sobre
arena. Pero no sería precisamente la revolución obrera la que pondría fin al
orden republicano alemán. Sus asesinos, los ultraderechistas y prefascistas
miembros del Freikorps, no tardarían en usar sus armas contra los
socialdemócratas que les habían llamado para luchar contra los comunistas. La república
parlamentaria de Weimar pudo resistir los primeros ataques, pero a la larga
acabaría por sucumbir ante el producto de esa época de caos y casi guerra
civil: Adolfo Hitler y el partido nazi, cuyos miembros fueron en su mayoría
guerreros del Freikorps.
Muchas gracias por explicarlo tan bien.
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