Hace
un siglo, el 9 de diciembre de 1912, un grupo de mineros que trabajaba en las
antiguas minas de Cabárceno, en Cantabria, hizo un descubrimiento asombroso: un
caldero prácticamente intacto y muy antiguo, tanto, que se estima que tiene
casi 3.000 años de antigüedad. Sin embargo, la verdadera sorpresa surgió cuando
se supo el origen del caldero: algún lugar en las Islas Británicas. ¿Qué hacía
un caldero ‘británico’ de la Edad del Bronce en Cantabria?
Cabárceno es hoy conocido
por albergar un parque de animales muy popular. Sin embargo, antes de ser un
lugar turístico fue una mina de hierro. Durante siglos, desde época romana hasta
prácticamente el S. XIX, los picos de los mineros fueron horadando el terreno
para extraer el hierro de sus entrañas hasta transformar el paisaje. Hoy
Cabárceno parece un lugar extraño, de otro planeta. El color rojizo de sus
pendientes desnudas parecen heridas al aire libre abiertas hace unos 2.000
años.
Fue en esa época,
durante el Imperio Romano, cuando ocurrió un hecho fundamental en esta
historia. Alguien, por alguna razón que desconocemos, ocultó un caldero en una
galería de la inmensa mina. Parece que trataron de esconderlo, pero ¿por qué? A
lo mejor fue en la época de los saqueos de los bárbaros, ya en plena caída del
imperio. El dueño del caldero, ¿tuvo miedo de que lo robaran? Y si fue así, ¿era
porque tenía algún valor?
Paisaje de Cabárceno. |
Seguramente se trataba
de un utensilio muy valioso, pero no por su material ya que está hecho de
bronce. Su valor tenía que estar en su uso. Estaba en perfecto estado. No había
sido utilizado para cocinar, ya que su base estaba intacta, algo imposible si
hubiera estado en contacto habitual con el fuego. ¿Para qué había servido?
¿Había sido un caldero de uso religioso? ¿Ritual? ¿Decorativo?
No se sabe por qué,
pero el caldero acabó en las minas de Cabárceno en época romana. Sin embargo, esto
estaba lejos de ser el principio de su historia. Cuando fue escondido, el
caldero tenía ya unos mil años de antigüedad. Y tampoco resultó ser cántabro.
Su origen hay que situarlo varios miles de kilómetros más al norte, en las
Islas Británicas. ¿Cómo llegó a Cantabria en plena Edad del Bronce?
Las
antiguas rutas por mar
Cuando pensamos en el
pasado tendemos a creer que el mundo era mucho más grande que ahora. Pensamos
que las largas distancias eran infranqueables y que, excepto algún viajero y
aventurero memorable, las personas apenas podían ir más allá de su vecindario
más inmediato. Sin embargo estamos muy equivocados.
Cantabria está
geográficamente encajada entre las montañas y el mar. Hay algunas pocas rutas
que comunican esta tierra con el interior de la Península y que básicamente son
las mismas desde la Antigüedad. Pero cuando esos caminos estaban cerrados por
la nieve en invierno, por ejemplo, la única salida de Cantabria era en barco.
Hasta la invención del
ferrocarril, bien entrado el S. XIX, lejos de ser un obstáculo, el mar siempre
ha sido un lugar mucho más fácil para viajar que en tierra firme. En el mar
había piratas y tormentas, pero las corrientes siempre eran las mismas lo que
facilitaba la creación de rutas de contacto. El mar unía mucho más de lo que lo
hacía la tierra firme, cuyos accidentes geográficos como las montañas y los
ríos aislaban regiones enteras hasta que llegaron los medios de transporte
modernos. Por eso, aunque pareciera extraño, había zonas costeras bastante
alejadas entre ellas pero con un contacto marítimo mucho más intenso que con
otras regiones tierra adentro. Esto era el caso de la costa cantábrica y las
Islas Británicas.
Hoy en día sale desde
Santander y Bilbao un ferry con destino Reino Unido que podría considerarse el
heredero de las antiguas rutas por mar entre ambas zonas. A finales del S. XIX
y principios del XX, los altos hornos de Bilbao crearon el hierro con el que se
construyó gran parte de la Royal Navy británica, entonces la dueña de los
mares. No en vano fue la influencia británica la que fundó el Athletic Club de
Bilbao. Mucho antes, en la Edad Media, esta ruta era la que abastecía
Inglaterra y, sobre todo los talleres de Flandes, de lana castellana. Desde los
puertos de Laredo o Santander partían los barcos con destino Portsmouth o
Brujas cargados de toneladas de lana de los inmensos rebaños de la Mesta que
cada año cruzaban las cañadas de la Península de norte a sur.
No es de extrañar
entonces que existiera una intensa relación entre ambas orillas. Sin embargo,
lo que demuestra el caldero de Cabárceno es que esta relación es muy anterior a
lo que podíamos sospechar. Los antiguos pobladores de Cantabria comerciaban con
los celtas de Irlanda o Inglaterra donde intercambiaban objetos a cambio de
estaño, un material abundante a este lado de la ruta pero muy escaso en las
islas. Seguramente uno de esos objetos intercambiados fue el caldero que tan
milagrosamente ha sobrevivido casi intacto durante tres milenios, pasando de
mano en mano hasta que fue escondido en una mina.
Hoy el caldero sigue en
su patria de adopción, en Cantabria. Se puede visitar en el Museo deArqueología y Prehistoria en Santander, un lugar muy recomendable que alberga
algún que otro misterio más.
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