Joaquín Costa |
Joaquín
Costa, también conocido como el “León de Graus”, es sinónimo de hombre hecho a
sí mismo, de indignación contra la injusticia y de lucha por el progreso. Hace
poco más de un siglo, en 1911, murió en Graus, su ciudad natal. Pero aún hoy
sus palabras y de sus acciones siguen teniendo una vigencia aterradora, no por
lo que dijo e hizo, sino porque aún hoy en día hacen falta.
Hoy comienzan las
fiestas en Graus, una localidad situada en el norte de la comarca de la Ribagorza,
en la provincia de Huesca. Quiero aprovechar esta circunstancia para rendir
homenaje al que, sin duda, es su hijo predilecto y uno de los personajes más
carismáticos, potentes y fundamentales de la historia contemporánea española:
Joaquín Costa.
Costa lo fue todo:
labrador en la España subdesarrollada, todavía medieval y feudal del S. XIX;
estudiante incansable y merecedor de las más altas distinciones; profesor,
académico, y diputado electo. Pero también fue la voz del pueblo, de aquellos
que sufrían en sus carnes y en su destino a la España de los caciques que
preferían el hambre y la ignorancia de sus campesinos a tener que compartir su
riqueza y menguar su poder.
Campesinos aragoneses a a principios del S. XX. |
Costa fue un
visionario. Veía lo que otros no veían o no querían ver. Cuentan que durante su última etapa de vida, en su retiro
en su ciudad natal de Graus, explicaba a los niños señalando las nieves de las
cercanas montañas de los Pirineos que “eso blanco no es nieve, sino la harina
con la que se hará el pan que comeréis”. Y es que Costa conocía la importancia
decisiva del agua para la agricultura de su tierra y como vehículo para sacar a
los campesinos para siempre de la pobreza y de la dependencia ancestral que
tenían de los caciques.
Esos caciques siempre
fueron sus enemigos, como lo eran ellos (y siguen siéndolo) de toda aspiración
de progreso y de un futuro mejor para la mayoría. Un excelente documental
emitido hace un mes en RTVE y titulado “Canal de Futuro”, cuenta cómo los
campesinos de la comarca de la Litera, en Huesca, pidieron ya en el S. XVI a
Carlos V la construcción de un canal de riego para poder abastecer a sus
cultivos y no tener que depender de los caprichos de la meteorología para poder
comer. El emperador les concedió permiso, pero ese canal nunca se construía
porque a los caciques de la zona no les interesaba. Pasaron los siglos y, como
decía la letra de una jota, “ni se ha hecho ni se hará, el Canal de Tamarite,
porque los ricos no quieren que los pobres coman pan”.
De labrador a diputado
Costa primero fue labrador
y sufrió en su propia persona las condiciones de la España rural de su tiempo.
Aprendió a trabajar con sus manos y a valorar el esfuerzo. Pero pudo salir del
campo y marchó a la ciudad a estudiar con el objetivo de construirse una
carrera, pero nunca olvidando sus orígenes. En Madrid accedió a la universidad,
en la que destacó por su esfuerzo y brillantez, pero ya en esta institución se
topó con el poder de la mediocridad, que sólo premiaba a los sumisos y
aduladores, y castigaba a los que querían cambiar las cosas. Costa era de esos
y sufrió las consecuencias no llegando nunca a hacer una carrera académica.
Monumento a Joaquín Costa en Graus. |
Pero no dejó de ser
profesor. Su carácter y su fe en el progreso le empujaron a participar en el
proyecto de la Institución Libre de Enseñanza de Francisco Giner de los Ríos,
que creía firmemente en la educación como vía para el progreso de las futuras
generaciones. Costa fue un firme defensor de esta vía, pero no se quedó sólo en
eso. También ejerció de notario, pero de causas pobres a las que nunca cobró
nada.
Sin embargo, sabía que
para poder actuar y ser eficaz contra la miseria había que entrar en el sistema
y participar en política. Así empezó su carrera pública, en la que nunca dejó
de ser un látigo infatigable contra las fuerzas conservadoras y contra aquellos
que se negaban a permitir el avance del país para no perder sus privilegios. Su
carácter y su fuerza eran famosos y temidos, lo que le valió el sobrenombre de
“el León de Graus”.
Joaquín Costa se oponía
a la monarquía, al sistema político de la Restauración borbónica impuesto por
Cánovas y Sagasta y por el cual los partidos Liberal y Conservador se turnaban
en el poder amañando las elecciones, siempre apoyados en los omnipresentes y
omnipotentes caciques. Costa era una voz discordante, un orador impresionante
que rompía el discurso oficial y llamaba las cosas por su nombre. Se opuso a la
Guerra de Cuba, y fue un fiel seguidor del movimiento regenerador de España
surgido tras el desastre del 98. Sin embargo, también en política sufrió las
consecuencias de un sistema amañado, ya que no llegó a ser elegido diputado
hasta llegar a una edad avanzada, y para entonces no quiso tomar posesión de su
escaño.
El Canal de Tamarite. |
Pero consiguió cambiar
las cosas, al menos algunas muy cercanas y muy importantes para él. Supo
presionar bien y obligar a actuar a los poderosos. Gracias a él, y tras casi
400 años, el Canal de Tamarite (hoy Canal de Aragón y Cataluña) se hizo
realidad, llevando el agua a las tierras de su infancia y sacando así de la
miseria a sus paisanos. Ellos no le olvidaron. Cuando murió en 1911 en Graus,
una impresionante muchedumbre agradecida le acompañó en romería hasta su tumba
en Zaragoza.
Hoy, Joaquín Costa es
un mito. España ya no es el país de la miseria de hace un siglo. Pero se siguen
cometiendo injusticias y se sigue favoreciendo al poderoso y al rico en
detrimento del trabajador. Pero, desgraciadamente, aún no hay un Costa a la
vista.
Os dejo el enlace al documental "Canal de futuro (Joaquín Costa)" emitido por La 2 el pasado 9 de agosto. Para verlo pincha aquí.
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