Entre
junio del año 68 d.C. y diciembre del 69 d.C., el Imperio Romano tuvo cuatro emperadores. Fueron meses de muerte, guerra y destrucción. El Imperio que tan
cuidadosamente había construido Augusto basándose en el miedo al recuerdo de
las guerras civiles, volvía a caer en el mismo escenario que hizo desaparecer a
la República un siglo antes. Un nuevo emperador y una nueva dinastía, los
Flavios, surgirían de esta crisis y el Imperio sería diferente.
Esta crisis comenzó en junio del año 68 d.C.
con el suicidio de Nerón, el último emperador de la dinastía Julio-Claudia
iniciada por Augusto. Éste había instaurado después de su victoria en Accio en
31 a.C. un régimen monárquico de hecho, el Principado, pero manteniendo un
barniz republicano en el sistema político romano. Era fundamental en una sociedad en la que la
monarquía sufría una visión muy negativa, especialmente entre la élite
senatorial. Los intentos más o menos descarados de reinstaurar la monarquía ya
le costaron la vida a Julio César en el 44 a.C. Por lo tanto, con Augusto, el
hijo adoptivo y sucesor de César, las instituciones y magistraturas
republicanas seguían vivas y, oficialmente, el Senado era el máximo órgano de
legitimidad, mantenía su auctoritas.
Sin embargo, los emperadores eran los que detentaban el poder.
Este poder era de carácter personal y era
transferido a la persona del Princeps por el Senado y el pueblo debido a sus
cualidades individuales. Era el “primus inter pares”, el primero entre iguales.
Augusto se presentó como el padre de la patria, el salvador de Roma e
instaurador de la paz tras un siglo de conflictos civiles. Eran cualidades que
le hacían mejor y diferente al resto. Sin embargo, este tipo de legitimidad del
poder creaba un problema a la hora de plantear la herencia del mismo, ya que se
suponía que las cualidades que hacían al Princeps ser especial eran únicas y no
basadas en la sangre, ya que eso habría supuesto reconocer el carácter
monárquico del régimen.
Así pues, los herederos de Augusto (Tiberio,
Calígula, Claudio y Nerón), tuvieron que basar su legitimidad precisamente en
la pertenencia a la misma dinastía. Ser de los Julio-Claudios les daba la auctoritas necesaria para ser Prínceps,
como señaló P. Petit. Sería precisamente esa pertenencia a la dinastía lo que
iría debilitando la legitimidad del Senado como única institución con capacidad
de proclamar y nombrar a los emperadores.
Nerón,
el último heredero de Augusto
Nerón |
La crisis comenzó con el fin del último
emperador de la dinastía Julio-Claudia, Nerón. Aspiraba a terminar con la
ficción de respeto republicano y transformar la imagen y la fuente de
legitimidad del princeps, adoptando
un estilo y discurso propio de las monarquías helenísticas del oriente
mediterráneo. Consciente de que estaba en el trono por pertenecer a la familia
de Augusto y no por gracia del Senado, quiso eliminar el papel de esta
institución y basar su legitimidad en un concepto teocrático del poder, es
decir, como dios o semidiós, en vez de presentarse como “primer ciudadano”
legitimado por el Senado. Esto puso en su contra a la élite senatorial que
acabó con él. Apoyado por la sublevación de los ejércitos de la provincia
Tarraconense y en la propia Roma, finalmente lo declaró enemigo público provocando
su suicidio en junio del año 68.
Pero entre las causas del conflicto destaca
otra serie de factores: las provincias occidentales del Imperio fueron las que
acabaron por sublevarse ante lo que consideraban una política de favoritismo de
Nerón hacia oriente y una excesiva presión fiscal; el descontento en el
ejército por la falta de atención e interés mostrado por Nerón; y un gran
descontento entre los grupos sociales más poderosos, sobre todo entre la élite
senatorial que veía con suspicacia y alarma la pérdida de influencia del Senado
como elemento legitimador, y la pérdida de influencia de la clase senatorial a
favor de la clase de los caballeros (équites), que iban adquiriendo cada vez
mayor responsabilidades en la administración imperial.
El Imperio en el año 69 d.C. |
Por el otro lado, estaban los grupos sociales
que apoyaban a Nerón y su monarquía. Destacan los équites que estaban cada vez
más presentes en la administración imperial, los pretorianos de la guardia de
Roma privilegiados por el emperador, y la plebe de la capital, adicta a la
política de pan y circo y enemiga tradicional de la clase senatorial desde
tiempos de la República. A éstos elementos de la capital se sumaban muchos
partidarios en la provincias orientales del Imperio, mimadas por la política de
nerón y mucho menos contrarias a la monarquía de tipo helenístico que trataba
de imponer. El enfrentamiento era pues también un conflicto entre estamentos y
provincias imperiales.
Los
acontecimientos
Galba |
Tras el suicidio de Nerón en junio del 68
d.C., Galba, gobernador de la provincia Tarraconense, fue proclamado emperador
por sus tropas y confirmado por el Senado en junio del 68 d.C. La proclamación
le cogió en la ciudad hispana de Clunia, que fue durante unos días la capital
del imperio. Pero Galba solamente reinó medio año, hasta enero de 69 d.C. Su
nombramiento mediante una sublevación militar supuso un importante precedente
en el que los soldados tomaban una decisión que era posteriormente ratificada
por el Senado.
Meses más tarde Otón, un antiguo amigo de
Nerón, se sublevó y derrocó a Galba aprovechando los errores de éste y su
impopularidad entre el ejército por su renuencia a recompensarlos
económicamente por su alzamiento contra Nerón. Finalmente, Galba fue asesinado
en enero del 69 y Otón proclamado emperador por el Senado, otra vez ratificando
la proclamación militar.
Otón |
Sin embargo, casi al mismo tiempo, los
ejércitos de Germania al mando de Vitelio se alzaron contra Otón al que
derrotaron en la batalla de Betriácum
en abril de ese mismo año, entrando en Roma a sangre y fuego asesinando al
emperador y a sus partidarios. Al nombramiento de un emperador por el ejército
se le añadió pues también la guerra civil y las represalias físicas contra los
partidarios de su enemigo, algo que no ocurría desde mitades del S. I a.C.
durante la decadencia de la República.
Vitelio |
Vespasiano, un militar apoyado
por sus tropas en oriente -donde estaba luchando contra la rebelión de Judea
enviado por Nerón en el año 67- fue proclamado a su vez emperador por sus
legionarios. Sus soldados avanzaron en su nombre sobre Roma y derrotaron a los
de Vitelio, que fue asesinado en diciembre del 69. Ese mismo mes el Senado
ratificó el nombramiento de los soldados de Vespasiano como emperador que, sin
embargo, tardó casi un año en llegar a Roma. Antes realizó una gira por las
provincias de oriente, las que le habían aupado al poder.
Consecuencias
de la crisis
Roma dejó de ser el centro político
necesario, ya que eran las élites provinciales las que iniciaron las rebeliones
y era en las provincias donde se proclamó a los emperadores. Con Vespasiano,
además, llegó al trono un hombre de origen provincial. Se consolidó el proceso
ya iniciado con Augusto, y Roma dejó de ser una ciudad-estado dominante para
ser un Imperio.
Vespasiano |
También destaca que, a pesar del caos, nadie
puso en duda el Principado ni reivindicó la vuelta a la República. La élite
senatorial, en teoría la más adepta a esta forma tradicional de gobierno,
solamente reaccionó cuando Nerón quiso acabar con las apariencias e instaurar
un absolutismo teocrático de corte helenístico, y lo hizo precisamente para
recuperar el sistema del Principado que suponía una monarquía enmarcarada.
Por último, Oriente se mostró como la parte
más fuerte del Imperio y fueron sus ejércitos y su candidato Vespasiano los que
se acabaron imponiéndose a los aspirantes y legiones de Occidente. Sería
precisamente el Oriente romano el que, siglos más tarde, perduraría y se
transformaría en el Imperio Bizantino que no desaparecería hasta 1453, mil años
después de que el Imperio Romano en Occidente hubiera sido destruido por las
invasiones bárbaras.
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