Felipe II |
Hace 500 años España no existía, al menos como un estado con leyes comunes para
todos los territorios. Estaba dividida en diferentes reinos con sus propias
normas, monedas e incluso lenguas. En época de Felipe II la Corona de Castilla
era el más poderoso de estos reinos y amenazaba con absorber al resto. En
Aragón el miedo a perder sus privilegios y leyes empujó a los zaragozanos a la
rebelión abierta contra el rey en 1591. La excusa fue la defensa de un huido de
la justicia, el ex secretario del rey Antonio Pérez.
El siglo XVI ha sido
percibido durante mucho tiempo como la época dorada de la historia de España.
Era el imperio de los Habsburgo, el más extenso de la historia. En época de Felipe II se decía que en él nunca se ponía el sol. Sin embargo, nunca fue un imperio
unitario. Lo formaban diferentes reinos con leyes distintas, diferentes monedas
y lenguas y culturas propias, solamente tenían en común que les gobernaba el
mismo monarca.
El reino más poderoso,
grande y rico de todos era la Corona de Castilla. Era la que proporcionaba los
soldados y las riquezas para defender el imperio, y a cambio gozaba del
privilegio de ser su centro. Felipe II cambió la costumbre de su padre, el
emperador Carlos V, de viajar por sus dominios y se instaló en el corazón de
Castilla haciendo de Madrid la sede de su corte. Castilla era la base y
castellanos eran la mayoría de los funcionarios del imperio, incluidos los que
actuaban como virreyes de Felipe II en los otros territorios de la corona.
La fuerza e influencia castellana
eran inmensas y amenazaban con imponerse al resto de los territorios que, como
la Corona de Aragón, guardaban su independencia de manera celosa. Esta corona,
a su vez, estaba dividida por los reinos de Aragón, Valencia y Cataluña. Cada
uno tenía sus propias cortes donde estaban representadas sus sociedades y eran
estas instituciones las que determinaban las leyes. El rey no tenía el poder
absoluto ni podía decidir por su cuenta sin el respaldo de la mayoría en las
cortes, sobre todo en cuestiones de recaudación de dinero.
La Monarquía Hispánica
siempre estuvo escasa de dinero y a la búsqueda de ingresos. Castilla estaba
siendo literalmente esquilmada por los enormes costes que suponía mantener un
imperio y la vista de los recaudadores se estaba girando hacia los demás
territorios en busca de dinero para aliviar a los castellanos. Una poderosa
facción castellana encabezada por el Duque de Alba quería imponer la voluntad
castellana a los demás reinos, pero eso solamente podía ocurrir si se abolían
las leyes aragonesas y, prácticamente, se conquistaba el país. Los aragoneses
lo sabían y el ambiente era de extrema suspicacia y desconfianza hacia los
castellanos.
Llega Antonio Pérez, el
preso más delicado
Antonio Pérez |
En ese contexto llegó a
Zaragoza Antonio Pérez, el ex secretario personal de Felipe II. Pérez había
sido uno de los personajes más influyentes y poderosos de la corona hasta que
fue acusado del asesinato de Juan de Escobedo en 1578. Escobedo era el secretario
y hombre de confianza del hermanastro del rey, Juan de Austria. Este era el
vencedor de la batalla de Lepanto y de la rebelión de las Alpujarras de los
moriscos de Granada y en ese momento era el gobernador en Flandes. Un personaje
muy famoso y con un gran prestigio, tanto que seguramente había provocado los
celos de Felipe II.
La muerte de Escobedo
ha estado envuelta en sospechas durante siglos.¿Estuvo Felipe II involucrado? No
se sabe, pero el que pagó el asesinato fue Pérez. Felipe II mandó su detención
y durante más de diez años estuvo preso en Madrid. ¿Tenía miedo de que hablara?
Era un preso peligroso que valía más por lo que callaba que por lo que podía
decir. Sin embargo, a pesar de su valor, consiguió escapar y huyó a Zaragoza en
1590. Debido a sus orígenes aragoneses pidió asilo y ayuda a la justicia de
este reino, por lo que pudo escapar de la jurisdicción castellana.
La justicia aragonesa
era lenta y Felipe II tenía prisa. ¿No se podía fiar que Pérez tirara de la
manta? Por eso pidió premura, pero se topó con la institución que velaba por la
legalidad y los derechos de los aragoneses: el Justicia de Aragón. El Justicia
era una institución que se remontaba a la Edad Media y era la que vigilaba que
el rey no se excediera de sus competencias y siempre estuviera sometido a las
leyes y a las Cortes. Demasiado para la paciencia real.
Felipe II tenía una as
en la manga: la Inquisición. Era la única institución que tenía jurisdicción en
todos los reinos de la Monarquía Hispánica, aunque en teoría solamente para
luchar contra la herejía. Sin embargo, en casos excepcionales, podía ser
utilizada como agente de la voluntad del rey por encima de las leyes locales.
Pérez fue nuevamente detenido y encarcelado en una prisión de la Inquisición en
Zaragoza en septiembre de 1591. La llama de la rebelión se había prendido.
Revuelta popular
Juan de Lanuza. |
Los amigos de Antonio
Pérez no tardaron en sacarle de la cárcel y para ello provocaron una revuelta
popular. La justificación era que Felipe II estaba atacando las leyes y
libertades de Aragón. El clima anticastellano hacía que este discurso tuviera mucho
éxito y la ciudad se volcó. Pero solamente se rebeló Zaragoza encabezada por el
Justicia de Aragón Juan de Lanuza. El resto del territorio no secundó el
levantamiento. La liberación de Pérez solamente había sido una excusa, el miedo
a Castilla era demasiado grande.
Y no les faltaba razón.
El partido centralista del Duque de Alba estaba al acecho para aprovechar
cualquier ocasión para debilitar las leyes de los demás territorios y
fortalecer la influencia de Castilla. En este caso recomendaron a Felipe II la
invasión de Aragón y el rey aceptó el consejo. 12.000 soldados castellanos
cruzaron la frontera en octubre de 1591 y atacaron Zaragoza que solamente
estaba defendida por 2.000 soldados.
Antonio Pérez huyó a
Francia y trató de convencer al rey francés de que invadiera España, pero sin
éxito. La rebelión fue arrasada y Zaragoza conquistada. Parecía que los
castellanos centralistas habían ganado y Felipe II podía disponer a placer de
su nueva conquista. Pero el Duque de Alba y sus partidarios acabarían
decepcionados. El rey no impuso la voluntad castellana ni derogó las leyes y Cortes
de Aragón. Aunque el Justicia y los demás cabecillas fueron ejecutados,
Zaragoza fue amnistiada y se restableció la situación anterior a la rebelión. Felipe
II era demasiado respetuoso con la herencia que había recibido de su padre y no
sería él quien acabaría con un reino centenario.
Ejecución de Juan de Lanuza. |
Aragón seguiría
teniendo sus leyes y sus Cortes, y Castilla seguiría soportando en solitario la
carga del imperio. Habría que esperar hasta principios del S.XVIII y a la
Guerra de Sucesión Española para que la nueva dinastía de los Borbones
conquistara la Corona de Aragón y eliminara sus leyes imponiendo las de
Castilla. Fue en ese momento cuando nació la España que conocemos hoy.
Soy historiador y leer su escrito es sorprendente, porque pone de forma patente, como se puede con sus imprecisiones manipular la historia, no se si con mala fe o por pura
ResponderEliminarignorancia.
Alvar
Estimado ALVAR ALVAR (supongo que será un seudónimo). Estoy ansioso por conocer sus argumentos y saber en qué me he equivocado. Esta entrada está basada en un capítulo del libro "La España imperial" del historiador John H. Elliot, un clásico reconocido de la historia moderna española.
EliminarLe puedo asegurar que no hay mala fe, como mucho ignorancia que seguro que usted, en calidad de historiador, me puede ayudar a superar.
Un saludo