Lenin |
Hoy
hace 90 años nació la URSS. El 30 de diciembre de 1922 se aprobó formalmente la
creación del primer estado que se proclamó socialista del mundo. Sobrevivió
prácticamente 70 años, siete décadas en las que marcó la historia del S. XX.
Sin embargo, al principio nada hacía presagiar que el puñado de bolcheviques al
mando de Lenin tuviera algún futuro en la lucha por el poder. El nacimiento de
la URSS estuvo precedido de años de guerra civil, invasiones y conquistas hasta
que, tras una dura lucha, acabaron imponiéndose.
Cuando los soviets
aprobaron la creación formal de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
el 30 de diciembre de 1922, los bolcheviques ya llevaban cinco años en el
poder. El 7 de noviembre de 1917 (25 de octubre según el calendario juliano en
vigor en Rusia en ese momento) los marineros y soldados a las órdenes de Lenin
se lanzaron a la calle y asaltaron el palacio de invierno de los zares en
Petrogrado. Fue un momento histórico, pero sobre todo simbólico. El gobierno provisional no ofreció resistencia y la ciudad cayó en manos de los golpistas.
Asalto al Palacio de Invierno (de la película 'Octubre'). |
La llamada Revolución
de Octubre en realidad fue un golpe de estado dentro de un proceso revolucionario que había comenzado en febrero de ese mismo año. El zar había
sido destronado en ese momento, pero las aspiraciones de paz y pan de la
población rusa no se cumplían y el gobierno provisional era muy impopular. La Primera Guerra Mundial estaba cambiando el mundo, y el tremendo coste humano y material
de este conflicto masivo y total estaba pasando factura entre todos los
contendientes. En Rusia las constantes derrotas y los millones de muertos,
heridos y prisioneros provocaron un cansancio de la guerra que se transformó en
rabia y violencia contra el antiguo régimen.
Lenin vio la
oportunidad y la tomó. Al golpe de mano de noviembre le siguió una política de
ocupación y consolidación del poder por parte de los bolcheviques, que no eran
ni mucho menos una máquina política aplastante y masiva. Necesitaban imponerse y
solamente lo consiguieron en parte, ya que rápidamente surgieron diferentes competidores
por el poder en el inmenso solar del Imperio Ruso.
No fue tarea fácil asumir el
mando. Por un lado era necesario cumplir lo prometido y firmar la paz con los
alemanes. Pero estos impusieron unas condiciones durísimas (en Brest Litovsk en
1918) que incluían la pérdida de la mayoría de los territorios occidentales. Por el otro, se multiplicaban las rebeliones
independentistas en las provincias. Por si fuera poco, oficiales reaccionarios
partidarios del zar se estaban organizando para plantar cara a los
bolcheviques. Una guerra civil cruel y despiadada había comenzado.
Los bolcheviques, rodeados
Hubo un momento en el
que los bolcheviques sólo controlaban el territorio alrededor de Moscú –la nueva
capital- y Petrogrado (rebautizada Leningrado). Un territorio inmenso comparado
con Europa occidental, pero mínimo si se tiene en cuenta el inabarcable imperio
de los zares. Finlandia, Polonia, Ucrania, Georgia, Asia central, etc, se
independizaron, y las tropas de los blancos –los antibolcheviques- apoyados por
los aliados occidentales avanzaban en todos los frentes.
Pero la organización
bolchevique era mejor. Trotski y su Ejército Rojo empezaron a ganar batallas y
los blancos fueron vencidos. La ofensiva pasó entonces a los antiguos dominios
de los zares. Asia central, Siberia, Ucrania y el Cáucaso fueron
reconquistados. Solamente Polonia y Finlandia consiguieron resistir y se
mantuvieron independientes.
Estas conquistas supusieron
un problema teórico para los bolcheviques, que habían denunciado la opresión de
los pueblos por parte del imperialismo zarista. Ahora eran ellos los que, enarbolando
la bandera roja, reivindicaban el antiguo poder ruso. A primera vista era
incompatible denunciar el imperialismo zarista mientras se conquistaban los
países recién independizados de los rusos. Así, y para solucionar este entuerto,
nacieron las repúblicas socialistas soviéticas.
Formalmente las
antiguas provincias zaristas seguirían siendo países independientes, pero ahora
pedirían la entrada ‘voluntaria’ en una unión de repúblicas socialistas cuyo
centro era Rusia y su capital Moscú. El encargado de este proceso de
reconstrucción del imperio era un bolchevique entonces poco conocido pero con
una gran carrera por delante: Stalin.
Al mismo tiempo, mientras
las antiguas provincias zaristas eran reconquistadas, la revolución y la
expansión bolchevique en Europa estaban fracasando. En 1919, Alemania y Hungría
vivieron dos experiencias revolucionarias que convulsionaron el mundo. Sobre
todo Alemania era muy importante para Lenin. Aplicando el dogma marxista, el
comunismo solamente podía llevarse a cabo en una sociedad industrializada y
avanzada. Rusia distaba mucho de serlo, por lo que Alemania era imprescindible
para el futuro de la revolución. Pero los comunistas alemanes no pudieron
imponerse y los planes de Lenin de una revolución europea se fueron al traste.
A los bolcheviques ‘solamente’ les quedaba Rusia.
La consolidación del poder
A pesar de las derrotas
en el exterior, en 1922 los bolcheviques ya habían consolidado su poder en
Rusia. Los blancos habían sido derrotados, la guerra civil había sido ganada, los
invasores rechazados y la reconquista de los antiguos territorios del imperio
del zar había terminado. En 1921 la economía de emergencia, el llamado
comunismo de guerra, había dado paso a la llamada NEP (nueva política económica) que permitía cierto margen al libre mercado en una economía absolutamente
arruinada.
Los marineros de Kronstadt. |
Lenin sabía que esta
medida iba en contra de los postulados ideológicos bolcheviques, pero era más
importante reconstruir la economía y asegurarse apoyos entre la población. El
propio Partido Bolchevique estaba cambiando y de estar formado prácticamente
por obreros industriales antes de la guerra civil, ahora era un partido de
soldados del Ejército Rojo y de burócratas del nuevo estado. La vanguardia del
proletariado ya no estaba formada por proletarios.
Todo esto provocó la
reacción de la izquierda revolucionaria que se sentía traicionada. En especial
los marineros de la base naval de Kronstadt, cerca de Petrogrado, los mismos
que asaltaron el Palacio de Invierno en noviembre de 1917, se sintieron
engañados. En 1921 se sublevaron en defensa de la revolución obrera, en contra
de la NEP y de la creciente burocracia, pero fueron aplastados por el Ejército
Rojo. El adversario de los bolcheviques a su izquierda también había sido
vencido.
En 1922 ya no quedaban
rivales internos y las fronteras eran seguras. El camino estaba libre para un
nuevo estado que nacería oficialmente el 30 de diciembre.
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