9/9/12

LLEGA SU MAJESTAD


El emperador Carlos V.
El 5 de enero de 1556 los representantes de las siete merindades de Castilla laVieja se reunieron para aprobar un gasto especial muy importante: había que acondicionar el antiguo camino entre Laredo y Burgos, y había que empezar a trabajar cuanto antes. No había tiempo para largas discusiones. Estaba a punto de llegar el que todavía era el hombre más poderoso de la Tierra: el emperador Carlos V.



El emperador sabía que su fin estaba cerca y quería encararlo en Castilla, en el monasterio de Yuste, en Extremadura. Para llegar allí desde los Países Bajos –donde pasó la última etapa de su reinado- tenía previsto desembarcar en la costa cántabra y penetrar en la Península por uno de los caminos más antiguos de Castilla utilizado por la Mesta para transportar la lana de sus ovejas hasta el mar y desde allí a Inglaterra y a Flandes.


La ruta estaba muy bien elegida, ya que su riqueza e importancia garantizaban el buen estado de sus infraestructuras y la comodidad de sus aposentos. Las poblaciones de Laredo, Limpias, Rasines, Ramales, Lanestosa o Medina de Pomar, paradas obligatorias de la comitiva imperial, eran muy prósperas y reunían una cantidad considerable de palacios y casonas dignas para el descanso imperial gracias al lucrativo negocio de las churras y merinas.


Un césar cansado y arruinado

Casón donde pernoctó Carlos V en Lanestosa.
Once días después de la reunión de la Junta General de las merindades, el emperador abdicó en su hijo Felipe II y el 28 de septiembre de 1556 llegó a Laredo. Casi 40 años antes, en 1517, también había desembarcado en el norte, en Tazones, Asturias. Entonces le esperaba un reino próspero y poderoso que, durante el reinado de los Reyes Católicos, había consolidado su posición económica y militar en Europa y estaba conquistando un nuevo mundo en América con riquezas insospechadas. A Carlos le esperaba la gloria y el poder.


Pero en 1556 el Carlos que llegó a Laredo ya estaba cansado, enfermo y agotado, tanto política como económicamente. Legó a su hijo un reino en bancarrota y una Cristiandad dividida entre católicos y protestantes. Su sueño de recuperar el viejo Imperio Romano y de ser el único señor de todos los cristianos había fracasado.


Puente medieval en la ruta.
La comitiva del ya ex emperador debía ser importante. Entre sirvientes, caballeros, soldados y demás cortesanos, el camino que comienza en la costa y se adentra en los valles cántabros a orillas del río Asón seguramente sería lo más espectacular que los lugareños habrían visto en sus vidas. Tal fue el impacto que causó en sus mentes que aún hoy se sigue rememorando la llegada del emperador a estas pequeñas localidades con fiestas y desfiles.


Carlos, seguramente subido a un carromato acondicionado para ser lo menos incómodo posible, y su séquito recorrieron primero el trecho entre Laredo y Limpias, a orillas del mar y de la ría. Un trayecto fácil, raso, sin apenas desnivel. Al fondo podían adivinar los picos de las montañas cántabras, impresionantes a primera vista pero de poco más de 700 metros de altitud.


Por los verdes valles cántabros

El camino siguió por Ampuero, Rasines y Ramales, ya en los verdes valles y algo más complicado. Pero siempre flanqueado por miles de súbditos ansiosos por adivinar tras las cortinas del carromato la figura del que había sido su señor hasta tan sólo unos meses antes. En un mundo de comunicaciones lentas y malas, muchos incluso seguramente ni sabrían que había dejado de serlo.



Paisaje en Ramales de la Victoria.
Las casas de los hidalgos y nobles de la zona esperaban a la comitiva para darle alojamiento. Sus estructuras de piedra y sus blasones en las fachadas revelaban el próspero y honorable linaje de sus propietarios, seguramente muy honrados y a la vez contrariados de tener que dar cobijo a la corte. Gratis, por supuesto. Al igual que el pueblo llano, que se vería privado de buena parte de sus reservas de alimentos por el honor de ver pasar al emperador.



Tras Ramales la comitiva entró brevemente en tierras vizcaínas, en la villa de Lanestosa, punto de descanso obligado antes de afrontar el primer desafío serio de la ruta: el Puerto de los Tornos, la puerta a tierras de Burgos que se encuentran protegidas por una barrera natural casi infranqueable de montañas. Un tortuoso camino serpenteante y empinado hasta llegar a los 920 metros de altitud partiendo prácticamente desde el nivel del mar. Aún hoy sigue siendo un desafío para los modernos automóviles.


Desde Los Tornos a Medina de Pomar y de allí a Extremadura. En total 90 leguas atravesando Castilla, la joya del imperio de Carlos. Pero poco tiempo pudo descansar del esfuerzo y disfrutar de su retiro. Murió el 21 de septiembre de 1558, casi exactamente dos años después de desembarcar en Laredo. La causa de la muerte fue paludismo. El gran señor de Occidente, el César de la Cristiandad y hombre más poderoso de su tiempo murió tras ser picado por un mosquito.


Hoy la ruta seguida ñpor Carlos V es un destino turístico muy interesante. Si quieres visitar su página web pincha aquí.

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