El emperador Carlos V. |
El
5 de enero de 1556 los representantes de las siete merindades de Castilla laVieja se reunieron para aprobar un gasto especial muy importante: había que acondicionar
el antiguo camino entre Laredo y Burgos, y había que empezar a trabajar cuanto
antes. No había tiempo para largas discusiones. Estaba a punto de llegar el que
todavía era el hombre más poderoso de la Tierra: el emperador Carlos V.
El emperador sabía que
su fin estaba cerca y quería encararlo en Castilla, en el monasterio de Yuste,
en Extremadura. Para llegar allí desde los Países Bajos –donde pasó la última
etapa de su reinado- tenía previsto desembarcar en la costa cántabra y penetrar
en la Península por uno de los caminos más antiguos de Castilla utilizado por
la Mesta para transportar la lana de sus ovejas hasta el mar y desde allí a
Inglaterra y a Flandes.
La ruta estaba muy bien
elegida, ya que su riqueza e importancia garantizaban el buen estado de sus
infraestructuras y la comodidad de sus aposentos. Las poblaciones de Laredo,
Limpias, Rasines, Ramales, Lanestosa o Medina de Pomar, paradas obligatorias de
la comitiva imperial, eran muy prósperas y reunían una cantidad considerable de
palacios y casonas dignas para el descanso imperial gracias al lucrativo
negocio de las churras y merinas.
Un césar cansado y arruinado
Casón donde pernoctó Carlos V en Lanestosa. |
Once días después de la
reunión de la Junta General de las merindades, el emperador abdicó en su hijo
Felipe II y el 28 de septiembre de 1556 llegó a Laredo. Casi 40 años antes, en
1517, también había desembarcado en el norte, en Tazones, Asturias. Entonces le
esperaba un reino próspero y poderoso que, durante el reinado de los Reyes
Católicos, había consolidado su posición económica y militar en Europa y estaba
conquistando un nuevo mundo en América con riquezas insospechadas. A Carlos le
esperaba la gloria y el poder.
Pero en 1556 el Carlos
que llegó a Laredo ya estaba cansado, enfermo y agotado, tanto política como
económicamente. Legó a su hijo un reino en bancarrota y una Cristiandad
dividida entre católicos y protestantes. Su sueño de recuperar el viejo Imperio
Romano y de ser el único señor de todos los cristianos había fracasado.
Puente medieval en la ruta. |
La comitiva del ya ex
emperador debía ser importante. Entre sirvientes, caballeros, soldados y demás
cortesanos, el camino que comienza en la costa y se adentra en los valles
cántabros a orillas del río Asón seguramente sería lo más espectacular que los
lugareños habrían visto en sus vidas. Tal fue el impacto que causó en sus
mentes que aún hoy se sigue rememorando la llegada del emperador a estas
pequeñas localidades con fiestas y desfiles.
Carlos, seguramente
subido a un carromato acondicionado para ser lo menos incómodo posible, y su
séquito recorrieron primero el trecho entre Laredo y Limpias, a orillas del mar
y de la ría. Un trayecto fácil, raso, sin apenas desnivel. Al fondo podían
adivinar los picos de las montañas cántabras, impresionantes a primera vista
pero de poco más de 700 metros de altitud.
Por los verdes valles
cántabros
El camino siguió por
Ampuero, Rasines y Ramales, ya en los verdes valles y algo más complicado. Pero
siempre flanqueado por miles de súbditos ansiosos por adivinar tras las
cortinas del carromato la figura del que había sido su señor hasta tan sólo
unos meses antes. En un mundo de comunicaciones lentas y malas, muchos incluso
seguramente ni sabrían que había dejado de serlo.
Paisaje en Ramales de la Victoria. |
Las casas de los
hidalgos y nobles de la zona esperaban a la comitiva para darle alojamiento. Sus
estructuras de piedra y sus blasones en las fachadas revelaban el próspero y
honorable linaje de sus propietarios, seguramente muy honrados y a la vez
contrariados de tener que dar cobijo a la corte. Gratis, por supuesto. Al igual
que el pueblo llano, que se vería privado de buena parte de sus reservas de
alimentos por el honor de ver pasar al emperador.
Tras Ramales la
comitiva entró brevemente en tierras vizcaínas, en la villa de Lanestosa, punto
de descanso obligado antes de afrontar el primer desafío serio de la ruta: el
Puerto de los Tornos, la puerta a tierras de Burgos que se encuentran
protegidas por una barrera natural casi infranqueable de montañas. Un tortuoso
camino serpenteante y empinado hasta llegar a los 920 metros de altitud
partiendo prácticamente desde el nivel del mar. Aún hoy sigue siendo un desafío
para los modernos automóviles.
Desde Los Tornos a Medina
de Pomar y de allí a Extremadura. En total 90 leguas atravesando Castilla, la
joya del imperio de Carlos. Pero poco tiempo pudo descansar del esfuerzo y
disfrutar de su retiro. Murió el 21 de septiembre de 1558, casi exactamente dos
años después de desembarcar en Laredo. La causa de la muerte fue paludismo. El gran
señor de Occidente, el César de la Cristiandad y hombre más poderoso de su
tiempo murió tras ser picado por un mosquito.
Hoy la ruta seguida ñpor Carlos V es un destino turístico muy interesante. Si quieres visitar su página web pincha aquí.
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