20/6/12

VICTORIA ENTRE LAS MONTAÑAS


Las montañas de Ramales de la Victoria.
“En aquellas asperezas se daba una batalla de días, complicada y difícil, batalla y asedio a la vez; combates de artillería y combates de arma blanca; batalla reñida, reñidísima, como que la sostenían por una y otra parte soldados curtidos y amaestrados en largas campañas sostenidas durante seis dolorosos años, al rigor de todas las penalidades del suelo, de todas las inclemencias del cielo”. Así describió el escritor santanderino Amós de Escalante la lucha entre liberales y carlistas en Ramales entre abril y mayo de 1839. Fue la última de los carlistas antes del histórico Abrazo de Vergara que puso fin a su insurrección.


Ramales es una pequeña localidad del interior cántabro al final de un desfiladero que conecta la comarca de las Merindades del norte burgalés con el Mar Cantábrico. Es un lugar estratégico, por el que durante siglos transitó la lana castellana que era embarcada en Vizcaya o en Santander con destino a las islas británicas o Flandes, e incluso el emperador Carlos V pasó por allí de camino a su retiro definitivo en Yuste. En el S. XIX ese trajín había desaparecido, pero no por ello Ramales había dejado de ser un lugar de paso obligado para todos aquellos que querían llegar al mar desde el norte de Castilla, o acceder a Vizcaya. Ramales era, y sigue siendo, un cruce de caminos.


Los carlistas lo sabían, y por eso conquistaron ese cruce para, desde allí, lanzar ulteriores conquistas por el norte cantábrico hacia Asturias y Galicia. Los liberales lo sabían, así que se dispusieron a expulsarles de allí. Así fue como se produjo la batalla de Ramales, la última de una guerra civil que, como todas las que enfrentaría a los españoles en los próximos cien años, enfrentaba dos formas completamente antagónicas de entender el país.

Carlistas y liberales

Cuando el rey Fernando VII murió el 29 de septiembre de 1833, dejó como heredera a una niña, la futura Isabel II. Estaba a su cargo su madre y última mujer del monarca, María Cristina. Esta joven siciliana de 27 años estaba completamente sola y acosada por su cuñado, el hermano menor del rey, Carlos. Éste se consideraba el único heredero posible al trono, ya que así lo establecía la Ley Sálica de los Borbones, que prohibía el acceso al trono a las mujeres. Fernando había promulgado la llamada Pragmática Sanción por la que se levantaba la Ley Sálica para que Isabel pudiera ser reina, pero Carlos nunca lo aceptó.
Carlos, el padre del carlismo.

María Cristina se negó a sacrificar los derechos de su hija y se enfrentó a Carlos y a sus seguidores, los conocidos como carlistas, cuyos símbolos eran la Cruz de Borgoña y sus boinas rojas. Para ello contaba con la ayuda de los liberales, los mismos que años antes habían sido perseguidos y asesinados por su marido Fernando VII por atreverse a pedir una constitución y romper el principio de que el rey lo era por voluntad divina, y no del pueblo.


A Carlos, en cambio, le apoyaban los absolutistas. Era una amalgama de personas que coincidían en su extremo conservadurismo y tradicionalismo, los mismos que en época de Fernando VII oprimieron a los liberales. Pero también le apoyaban los partidarios de los privilegios de las viejas provincias vascas y de Navarra. Los liberales creían en la centralización del Estado y en su división administrativa en provincias sin ningún privilegio para ninguna. Las llamadas ‘leyes viejas’ vascas y los fueros navarros estaban en peligro. Carlos, que no quería cambios ni modernizar la administración, se comprometió a no tocarlos. La consecuencia fue un norte de España carlista junto a brotes importantes en Castilla, Cataluña, Aragón y Levante.


El último combate

En 1839 la guerra civil llevaba ya seis años en marcha cuando los liberales se enfrentaron a los carlistas en Ramales. El primer combate fue el intento de reducir un cañón carlistas que se refugiaba en una cueva y controlaba el desfiladero en dirección norte. La lucha fue terrible hasta que finalmente el cañón fue silenciado y la cueva conquistada.

Monolito conmemorativo.
Después le tocó el turno a la población, que fue totalmente destruida. Se enfrentaban dos ejércitos bastante igualados, pero el general carlista Maroto no empeñó sus fuerzas con todo el vigor y destreza que debería y resultó derrotado, retirándose de Ramales y perdiendo toda posibilidad de extender la guerra al resto del norte español.


Ya en ese momento surgió la duda sobre si el general Maroto había traicionado a su bando negándose a combatir. Pocos meses después, en agosto de 1839, firmó la rendición de su ejército a cambio del perdón por parte de los vencedores. Fue el llamado “Abrazo de Vergara” con el general victorioso Espartero. Fue el fin del carlismo y del hermano de Fernando VII, que tuvo que exiliarse en Francia.

Pero, paradojas del destino, también tuvo que huir a Francia la vencedora, su cuñada y rival María Cristina. El general Espartero se hizo con el poder y con la tutoría de Isabel II. Era el nuevo dueño de España, el “Príncipe de Vergara”, que premió a Ramales con el sobrenombre “De la Victoria”.    

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