7/12/11

Pearl Harbour, la guerra se hace mundial

El acorazado Arizona en llamas.
El domingo 7 de diciembre de 1941 amaneció tranquilo y soleado en la base naval estadounidense de Pearl Harbour, en las islas Hawai. Aunque solamente quedaban un poco más de tres semanas para Navidad, el clima cálido y tropical hacía extraña la mezcla de los primeros adornos navideños conviviendo con las mangas cortas de verano de los uniformes de los soldados. Era un domingo más, con la mayoría de los oficiales y gran parte de los marineros de permiso, mientras que el resto ya podía tocar casi con las yemas de sus dedos la cercanía de sus vacaciones navideñas en las que podrían regresar a sus hogares. Pero mientras tanto tocaba seguir con la insoportablemente aburrida rutina de una base militar en periodo de paz: fregar las cubiertas de los buques y las letrinas, saludar a los oficiales y un poco de entrenamiento de vez en cuando. Sin olvidar la ceremonia diaria de la izada de la bandera de las barras y estrellas.

En eso estaban los marineros del acorazado Arizona cuando de repente ocurrió algo muy extraño. Mientras sonaba el himno y la bandera era izada apareció un avión de la nada, más rápido que un rayo, y comenzó a ametrallar el barco. ¿Era un simulacro? ¿El piloto se había vuelto loco? De pronto, algo pesado y puntiagudo cayó del cielo seguido de un silbido y se estrelló en la parte trasera del Arizona provocando una gran explosión que lo hizo vibrar. Los marineros no se lo podían creer. Detrás de ese avión aparecieron más y más, todos escupiendo metralla y tirando bombas. Pearl Harbour estaba siendo atacada por una flota de aviones decorados con un punto rojo: la flota aeronaval del tenno, el emperador Hirohito. ¡Japón había atacado a los EE UU!
Ataque a Pearl Harbour.

En pocos segundos el caos se apoderó de la base. Nadie sabía lo que estaba pasando. El ataque les había cogido por sorpresa. Los depósitos de combustible de la flota norteamericana fueron alcanzados y estallaron. El ruido ensordecedor de los gritos, las ametralladoras y explosiones hacía imposible imponer cualquier orden. Los marineros corrían de un lado a otro. Unos para salvar la vida, otros para incorporarse a su unidad. Mientras, los aviones japoneses ametrallaron y destruyeron a decenas de aviones norteamericanos de la cercana base área, impidiendo así que pudieran despegar y proteger sus barcos. Al mismo tiempo, aviones torpederos atacaron a los barcos fondeados en el puerto. Fue una masacre. El Arizona fue uno de los objetivos. Una explosión lo hizo zozobrar con más de 1.000 marineros en su interior que quedaron atrapados mientras se hundía. Sufrieron una muerte horrible.

La expansión japonesa
Expansión japonesa hasta 1941.
¿Por qué atacaron los japoneses? Japón estaba dominado por los militares y su política expansionista. Desde finales del S. XIX adoptaron la modernidad occidental en su ejército y lo lanzaron contra sus vecinos, en concreto los coreanos y los chinos, incluso los rusos. A mediados de los años 30 del S. XX ya dominaban Corea, la provincia china de Manchuria –a la que convirtieron en un estado títere con el último emperador chino al frente- y un número importante de islas pequeñas a lo largo y ancho del Océano Pacífico. Pero no era suficiente.

Los militares, políticos y empresarios japoneses estaban obsesionados con la expansión territorial. Pensaban que las islas principales del Japón estaban sobrepobladas y que carecían de medios en su territorio para alimentar a los millones de compatriotas. Pero, sobre todo, les preocupaba la carencia de materias primas para su industria. No tenían ni petróleo, ni caucho, ni metal, etc. Todo tenía que ser importado, lo cual costaba mucho dinero y les hacía depender de otros países. Así nunca podrían ser independientes de verdad, pensaban, y siempre estarían a merced de los grandes imperios europeos que colonizaban Asia. La única manera era crear su propio imperio conquistando más y más.

Así, en 1937 invadieron China y en 1940 conquistaron Indochina (las actuales Vietnam, Laos y Camboya) aprovechando que Francia, su dueña, acababa de ser derrotada por la Alemania de Hitler. Los británicos eran los únicos que todavía le hacían frente al dictador alemán, pero a costa de grandes esfuerzos y de estirar al máximo los recursos de sus colonias que quedaron desguarnecidas por la guerra europea. Japón quería aprovechar esa debilidad.

EEUU, entre la guerra y la paz

Pilotos japoneses antes de un ataque.
Sin embargo, el mayor obstáculo para la expansión japonesa eran los EEUU. Sentían una gran simpatía por China y una gran antipatía por Japón, a la que consideraban una potencia imperialista y agresora. En un principio esa simpatía se limitó al envío de un grupo de pilotos voluntarios, los llamados “Tigres Voladores.” Pero con el tiempo se tomaron medidas más drásticas, como el embargo de Japón, prohibiendo el comercio de materias primas vitales para Tokio, y congelando los bienes japoneses en EEUU. Japón estaba al borde de la ruina, y sin materias primas sólo podría continuar su aventura imperialista durante poco tiempo. Debían elegir entre dejar de expandirse o la guerra.

El almirante Yamamoto, el máximo líder de la flota japonesa y un experto en EEUU donde había vivido, conocía el potencial industrial norteamericano y sabía que Japón no podría competir con ese país en una guerra larga. Por ello propuso un ataque sorpresa contra el núcleo militar de EEUU en el Pacífico, su flota de Pearl Harbour. Pensaba que si la destruía los estadounidenses negociarían la paz, o al menos los japoneses tendrían tiempo de expandirse casi sin oposición seria hasta que fuera demasiado tarde para los EEUU. La decisión estaba tomada.


Franklin D. Roosevelt.
Por su parte, el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt deseaba involucrar a los EEUU en la guerra que desde 1939 estaba asolando Europa. Por un lado deseaba ayudar a Gran Bretaña, la única potencia que se enfrentaba a Hitler hasta que éste atacó a la URSS. Por eso Roosevelt permitió el comercio de armas con los británicos, e incluso envió barcos norteamericanos a proteger los convoyes de los submarinos alemanes. Era como si ya estuviera en guerra. Pero también sabía que si los EEUU entraban en el conflicto, la producción bélica masiva daría tal empujón a la economía del país que se terminarían con los últimos restos de la terrible crisis del 29.

Sin embargo, el pueblo norteamericano no quería luchar. Se oponían a participar en la guerra y el Congreso no apoyaría una declaración de guerra sin una justificación clara. Eso ha desatado una serie de rumores sin confirmar, que aseguran que los servicios secretos estadounidenses sabían que Japón iba a atacar, pero Roosevelt permitió que lo hiciera para así poder entrar en la guerra. ¿Fue Pearl Harbour el cebo?

El mundo en guerra
Explosión en Pearl Harbour.
Hora y media después del primer ataque, el asalto japonés había sobre Pearl Harbour concluido. Unos 3.400 estadounidenses habían muerto y la flota había sido gravemente dañada con el hundimiento de cinco acorazados, entre ellos el Arizona. Japón había tratado de hacer coincidir el ataque con la entrega de la declaración de guerra, pero se produjo un retraso en la embajada, así que cuando entregaron el documento al Departamento de Estado (Ministerio de Asuntos Exteriores de EEUU) el ataque ya se había producido.

Los estadounidenses reaccionaron con furia al sentirse traicionados. Pensaban que sus marineros habían muerto sin haber tenido ocasión de defenderse. El presidente Roosevelt, un maestro de la comunicación política, denominó el 7 de diciembre de 1941 como “el día de la infamia”. Cuatro días después el aliado de Japón, Adolfo Hitler, declaró la guerra a EEUU a pesar de encontrarse enfrascado en una lucha de titanes contra la URSS y Gran Bretaña.

La guerra en Europa se había convertido en la Segunda Guerra Mundial.   


No hay comentarios:

Publicar un comentario