15/11/11

Labitolosa, la ciudad perdida

En el Museo de Zaragoza hay expuesta una estela de casi un metro de altura y con unas inscripciones en latín que dicen: “A Marco Clodio Flacco, hijo de Marco, de la tribu Galeria, Duumviro, dos veces Flamen, tribuno de los soldados de la legión IV Flavia, varón eminentísimo y ciudadano óptimo; por los muchos beneficios que hizo á su república, le dedican este monumento los ciudadanos y los habitantes de Labitolosa”. Esta estela se descubrió en el siglo XVI y fue durante muchos siglos la única pista de la existencia de una ciudad romana en el norte de la actual provincia de Huesca. Labitolosa, una ciudad misteriosa que, a diferencia de las demás ciudades romanas descubiertas o por descubrir, no aparece en ningún listado hecho por los autores antiguos. Apenas se sabe nada de su historia, de sus gentes y de su destino. ¿Quién era Marco Clodio y que pasó con Labitolosa, la ciudad perdida?  

Como revela la estela, Marco Clodio Flaco era un caballero romano. Había luchado en los ejércitos del emperador Adriano en la lejana provincia de Moesia Superior y el destino le había llevado hace unos 1.900 años a Labitolosa, una próspera ciudad en la provincia hispana de Tarraco. Vivió en plena época de los emperadores Antoninos, la mejor del Imperio Romano según los historiadores. Allí Marco Clodio disfrutó de una vida próspera y del prestigio y respeto de sus conciudadanos de los que fue decurión, una especie de concejal en la Curia, lo que hoy llamamos ayuntamiento. Un honor bastante costoso en términos económicos y solamente reservado a los más insignes. Además, debía ser muy rico, ya que para alcanzar la condición de caballero había que poseer, al menos, 400.000 sestercios, una cantidad que la inmensa mayoría de la población jamás había visto ni vería en sus vidas.
Restos de la Curia.

Los arqueólogos han desenterrado el edificio de la Curia y se han encontrado con unos restos impresionantes, los mejor conservados de la Península Ibérica. Allí esperaban a ser descubiertos otros nombres de otros personajes ilustres de Labitolosa. Los restos arqueológicos nos han revelado que Marco Clodio estaba casado con Cornelia Neilla, y que compartía prestigio y honor en la Curia con personajes llamados Lucio Aemilio Attaeso, Sexto Iunio Silvino o Cornelio Philemon. ¿Qué fue de ellos? No se sabe nada, excepto sus nombres inscritos en los grandes zócalos y pedestales excavados en su antigua Curia desde la que administraban Labitolosa. Y juzgando por las dimensiones de la ciudad y los monumentos encontrados, no debía ser una tarea fácil.

El sueño imperturbado
Labitolosa no ha sido molestada en su largo sueño de muchos siglos hasta la actualidad. La ciudad está enterrada en pleno campo, bajo árboles frutales, en lo alto de un cerro, el llamado Cerro Calvario, cerca de la localidad de la Puebla de Castro y a pocos kilómetros de Graus, al norte de la provincia de Huesca. Desde ese cerro se dominaba y se sigue dominando la entrada al valle del Esera, y por el cual, si se avanza hacia el norte, se llega a los Pirineos que ya se vislumbran en el horizonte. Es la entrada de una comarca que hoy se llama la Ribagorza, y que durante siglos fue una zona fronteriza y de paso.




Restos del Calvarium.

Labitolosa es la clásica ciudad romana. Tiene todo lo que un municipium necesitaba. Justo al lado de la Curia se encuentra el foro, el lugar de reunión por excelencia de los ciudadanos y zona comercial principal de la ciudad. Allí los comerciantes vendían sus productos mientras los administradores se cruzaban con ellos de camino a los edificios públicos y con los fieles que iban a rezar a las divinidades romanas en los templos dedicados a la clásica triada capitolina: los dioses Júpiter, Juno y Minerva.


Unos pocos metros cuesta abajo nos encontramos con otro edificio clásico romano, las termas. En Labitolosa tenían dos, una enfrente de la otra. Los restos desenterrados son impresionantes. El complicado e ingenioso diseño del Calvarium, la zona de agua caliente, sigue prácticamente intacto. Allí los ciudadanos no solamente se lavaban. Las termas eran también un lugar de encuentro muy popular. El hecho de que Labitolosa tuviera dos demuestra dos cosas, que tenía mucha población, y que era una ciudad rica que podía permitirse mantenerlas.

Un final misterioso
Labitolosa alcanzó su mayor prosperidad en la época de Marco Clodio Flaco. No se sabe si gracias a él o a otros ediles, pero los edificios públicos excavados hasta el momento muestran que la ciudad fue grande y próspera entre los siglos I y II d.C. Pero esa época de esplendor no duró mucho. Los expertos dicen que fue abandonada en el siglo III d.C. ¿Por culpa de las constantes guerras civiles de esa época? ¿O fue la crisis económica que asoló al imperio? No se sabe, como casi todo aún de esta misteriosa ciudad.  

El Cerro Calvario sigue escondiendo algo inmenso. A simple vista no se percibe, pero su estructura aterrazada revela que debajo de los frutales y de la capa de tierra que sujeta sus raíces hay algo más, algo construido por el hombre hace mucho tiempo. Miles de restos de cerámica muy antigua, piezas de jarrones, platos y utensilios removidos tras siglos de agricultura cuentan que allí hubo mucha actividad hace años. Hoy se ha excavado algo, pero la gran parte de Labitolosa sigue durmiendo bajo tierra esperando a ser despertada algún día para poder contarnos lo grande que fue y cómo acabó perdida por los siglos de los siglos.



1 comentario:

  1. No conocía esta historia, es muy interesante. Muchas gracias!

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