Escudo de la ciudad de Valencia. |
La Edad Media cuenta con multitud de leyendas protagonizadas por animales. En la última entrada de este blog mencioné la curiosidad de dos historias muy parecidas en el Camino de Santiago protagonizadas por gallos. Pero los animales no solamente ayudaron a los peregrinos, también echaron una mano en la reconquista de la Península Ibérica por los cristianos. Es el caso de Jaime I, rey de Aragón, que en el año 1238 logró conquistar Valencia gracias a la ayuda de un murciélago, o al menos eso se cuenta.
En el siglo XIII los cristianos estaban en plena ofensiva contra los musulmanes. Después de la batalla de las Navas de Tolosa contra los almohades en el año 1212, el poder islámico se quebró en una multitud de reinos independientes, llamados taifas, demasiado débiles para poder resistir el embate de sus enemigos. Al igual que los castellanos, los aragoneses aprovecharon esta debilidad para avanzar y ampliar su territorio. El rey que mayores conquistas realizó en esta etapa fue Jaime I, llamado ‘el conquistador’. Primero se concentró en las Islas Baleares, y una vez tomadas, se fijó en Valencia.
Ésta era una gran ciudad muy bien defendida por su población musulmana, que no iba a rendirse fácilmente. Jaime I lo sabía, así que lo primero que hizo tras llegar a Valencia fue rodearla y comenzar un asedio que presumía muy largo. Los aragoneses montaron su campamento y levantaron sus tiendas.
Jaime I el Conquistador. |
Una noche que el ejército cristiano dormía tranquilo y confiado se oyó cerca de la tienda del rey un extraño golpe de tambor. Jaime se despertó y enseguida llamó a sus capitanes para que diesen orden a los guardias de extremar la vigilancia. Entonces se dieron cuenta de que los musulmanes estaban cerca del campamento y dieron la alarma. Todos los soldados se levantaron rápidamente y tomaron las armas. Se entabló una feroz batalla en la cual el ejército taifa sufrió muchas bajas y se retiró a Valencia.
Después de la batalla el rey quiso premiar a quien había avisado golpeado el tambor y despertado a los aragoneses. Pero nadie se arrogó el mérito. Finalmente la sorpresa fue mayúscula cuando se supo que el aviso lo había dado el murciélago que se había dejado caer con todas sus fuerzas contra el tambor, una y otra vez, hasta que consiguió despertar al rey. Como premio a su decisiva ayuda, Jaime I hizo representar un murciélago en la parte más alta del escudo real y en el de la ciudad de Valencia.
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