15/9/11

MORIRÁS EN CHAFARINAS

Las islas Chafarinas.
Hay una novela de Fernando Lalana llevada al cine en 1994 que cuenta la miseria de la vida de los soldados españoles en la guarnición de Melilla y en las islas Chafarinas, unos islotes pequeños cerca de la frontera entre Marruecos y Argelia. El nombre de la novela no se va por las ramas y explica el destino de muchos jóvenes españoles que fueron enviados allí durante siglos: “Morirás en Chafarinas”. La trama transcurre en el siglo XX, pero España ya tenía presencia militar en las costas del Norte de África desde el siglo XVI. Peñones e islas pequeñas y desérticas, simples piedras sin valor estratégico aparente excepto el propagandístico, como demostró el Gobierno de José María Aznar durante la ocupación marroquí de la minúscula Isla de Perejil ¿Por qué ha invertido España tanto esfuerzo y recursos para mantener estas plazas durante cientos de años? ¿Por qué mantiene esas posiciones y por qué las ocupó hace tanto tiempo?

Cuando los Reyes Católicos conquistaron Granada en enero de 1492 la llamada Reconquista había terminado. Los musulmanes ya no ejercían ningún poder político en la Península Ibérica después de casi 800 años de presencia. Los cristianos habían vencido y legitimaron sus conquistas explicando que los territorios tomados a los musulmanes habían sido ocupados ilegalmente desde el año 711 y que les pertenecían como herederos de los visigodos. Esta era, grosso modo, la ideología que impregnaba el espíritu de la Reconquista. Pero con Granada no se acabó la guerra. Había muchos cristianos que pedían seguir la campaña contra los musulmanes en el Norte de África y crear un imperio. Sin embargo, el descubrimiento en el mismo año 1492 de extrañas y lejanas tierras en lo que se conocería como América paralizó el proyecto.
Las posesiones españolas actuales.

Después de la muerte de los Reyes Católicos y antes de la llegada a España del joven Carlos I (Carlos V), ocupó la regencia el Cardenal Cisneros, muy conocido por su amplia labor intelectual y de expansión del conocimiento, y también por dar comienzo a la presencia española en la costa norteafricana. Melilla, Chafarinas, el peñón de Vélez de la Gomera, Orán, Túnez, la Goleta, Trípoli y Ceuta después de la integración de Portugal en 1580. Estos son algunos nombres de los presidios (término del castellano antiguo para definir fortaleza) en el Norte de África conquistados a lo largo del siglo XVI. Hubo grandes campañas militares, como por ejemplo la del emperador Carlos V que marchó en persona a conquistar la ciudad de Túnez en 1535, y se produjeron grandes desastres militares, como la pérdida de Argel en 1541. Pero nunca los españoles marcharon más allá de la costa y nunca trataron de ocupar el interior.

Escudo con la campaña de Carlos V en Túnez.
La causa más inmediata era que, a pesar de la inmensidad del imperio hispánico, no había dinero suficiente para una conquista de tal calibre y menos para mantenerla. Solamente se ocuparon puestos clave en la costa con el objetivo primordial de combatir la mayor amenaza que azotaba las costas españolas: los piratas. Sus incursiones sembraron el terror en la costa mediterránea y en las Islas Baleares. En muchos casos llegaban hasta las pequeñas poblaciones pesqueras con total impunidad para secuestrar a sus habitantes y venderlos como esclavos. Un lucrativo negocio que los presidios trataban de impedir, pero con muy escaso éxito.


Los soldados que en teoría debían asediar y acorralar a los piratas, al final acabaron asediados y acorralados por su parte. La vida en los presidios era horrible. Totalmente aislados de tierra firme, dependían exclusivamente del abastecimiento en barco desde la Península, y cuando éste no llegaba –lo cual era la regla- tocaba pasar hambre. Las condiciones sanitarias también eran espantosas, y no era extraño que la guarnición al completo padeciera una enfermedad grave que hubiera hecho imposible la defensa en caso de que los musulmanes hubieran estado en algún momento interesados en atacarlos. Pero era más lucrativo esperar y asaltar los barcos de aprovisionamiento. En definitiva, ser destinado a alguno de los presidios norteafricanos se convirtió prácticamente en sinónimo de castigo, por lo que con el tiempo, el término presidio acabó adquiriendo el sentido actual de cárcel.

Los años hicieron que cambiara el sentido de las palabras, incluso el sentido estratégico original. Los piratas no fueron vencidos hasta después de muchos años de luchas y treguas, en concreto hasta que los franceses conquistaron Argelia en el siglo XIX. Pero después de aquello los presidios españoles siguieron y siguen ahí, a pesar de su coste y de sus horribles condiciones de vida que tantas vidas costaron a los soldados españoles que murieron allí sin disparar ni un solo tiro.       


Si quieres leer un texto interesante (aunque un poco "patriótico") sobre la historia de las llamadas 'plazas menores' españolas en el Norte de África pincha aquí. 

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