Filípides anuncia la victoria. |
Cuenta la leyenda que si Filípides no conseguía llegar a tiempo a Atenas, las mujeres matarían a sus niños y se suicidarían. Temían la derrota de sus hombres en el campo de batalla y que los persas entraran en la ciudad a sangre y fuego, por lo que se quitarían la vida antes de soportar tal horror. Filípides corría y corría hasta la extenuación. No podía parar a pesar de sufrir dolores fortísimos que le robaban el aliento. Pero no podía perder tiempo, ni siquiera para descansar. Tenía que conseguirlo, o si no, su pueblo desaparecería.
Fue hace 2.500 años. Los atenienses estaban en guerra contra el inmenso y poderosísimo imperio persa y parecía que nada podía impedir su derrota. Ninguna ciudad griega a parte de Atenas quería enfrentarse a la amenaza. Algunas se aliaron directamente con el invasor, otras trataron de mantenerse neutrales en la primera guerra entre Oriente y Occidente, entre Asia y Europa.
A finales del verano del año 490 a.C. se celebró la primera batalla entre estos dos mundos. El destino se decidiría a 42 kilómetros de Atenas, cerca de la ciudad de Maratón. Unos 10.000 soldados atenienses –algunas fuentes hablan incluso de menos- hicieron frente a más de 30.000 persas comandados por el rey de reyes Darío I.
Hoplitas griegos. |
El resultado de la batalla era incierto para Atenas y no existían medios de comunicación que llevaran las noticias con rapidez a la ciudad. Pero las atenienses no podían correr el riesgo de que, después de la batalla, el ejército que se acercara a sus murallas indefensas fuera el del enemigo. En ese caso no tendrían nada que hacer, ni siquiera tiempo para el suicidio. Por eso acordaron que si no tenían noticias del desenlace de la lucha antes de la puesta del sol, las mujeres matarían a sus hijos y después acabarían con sus propias vidas.
La batalla fue espantosa. Heródoto, el padre de la Historia, cuenta que 6.400 persas murieron en su peor derrota hasta el momento. Fue una gran victoria para Atenas, pero no serviría de nada si su mensajero no llegaba a tiempo a la ciudad. Por eso Filípides corría y corría sin descanso. Dicen que había sido herido durante la batalla, pero eso no era excusa. Su pueblo moriría si desfallecía. Sus dolores eran insoportables y su aliento no llegaba a los pulmones. Mientras corría miraba al sol que, a su vez, corría para esconderse detrás del horizonte. Pero una fuerza misteriosa le empujaba a superarse. No tenía más remedio. Tenía que ganar su carrera contra el sol.
El último aliento de Filípides. |
Las sombras empezaban a alargarse y Filípides notaba que el frescor de la tarde se hacía más intenso. Empezaba a anochecer. ¿Estaría ya todo perdido? ¿Llegaría a tiempo? Un escalofrío recorría su cuerpo destrozado. Le horrorizaba la posibilidad de entrar en una ciudad fantasma, plagada de cuerpos degollados y desangrados por el mayor suicidio colectivo de la historia. Se imaginaba los llantos de los niños implorando clemencia a sus madres desechas por el dolor y la pena de ver morir a sus hijos. Miles de vocecitas preguntando por qué les mataban. Tenía que correr más deprisa.
Al fin divisaba las murallas de la ciudad. El sol todavía estaba allí, a punto de esconderse tras las colinas, pero aún había luz. Un último esfuerzo y ya entraría en Atenas.
Tambaleándose, con la vista nublada y un intenso dolor en los músculos y en la cabeza, Filípides entró en la ciudad. No le recibieron los muertos, sino cientos de niños y de mujeres. Muchas llevaban un cuchillo en la mano. Habían estado a punto de matarse. Filípides se derrumbó. Una sensación de alivio recorrió su cuerpo absolutamente agotado. Solo podía murmurar una palabra: “Nenikékamen”, ('Hemos vencido'). Y murió.
Que tensión, pobre Filípides!!
ResponderEliminarMenos mal que estás tu para contarnos su historia.
Me ha encantado, Michael. He sentido la tensión, el aliento de Filípides, su angustia. Y preciosa también la palabra con la que cierras tu relato, no sólo por la sonoridad sino por su enorme significado simbólico.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias por vuestros comentarios. La historia de Filípides es una leyenda, y seguramente nunca ocurrió. Pero es una historia tan llamativa que ha inspirado la creación de una de las pruebas de atletismo más duras: el Maratón, en honor a la batalla que Atenas ganó contra los persas. Esa sí que sucedió en la realidad.
ResponderEliminarSaludos
Pobre Filípides, reventado a correr tras una batalla sacrificándose por sus conciudadanos. Aquello era compromiso social, aunque seguramente Herodoto lo maquillara, me has hecho tomar parte de aquel primer "maratón"...
ResponderEliminarAgotado. Completamente agotado he terminado. Y angustiado. Y que responsabilidad en las piernas y la mente de una persona sola, que hombre, si no ganas el maratón de NY tampoco pasa nada. Enhorabuena maraton man.
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