1/1/17

1517, el año en el que cambió Europa y el mundo

Lutero clava sus 95 tesis en Wittenberg.
Cuenta la historia que el 31 de octubre de 1517 un monje desconocido y profesor de teología clavó 95 tesis en la puerta de su iglesia en Wittenberg, en la actual Alemania. Estas tesis se dirigían contra el funcionamiento de la Iglesia Católica y eran un desafío claro y descarado al poder. Ese monje era Martín Lutero y este acto de insubordinación tendría grandes consecuencias a corto, medio y largo plazo: el cisma del Cristianismo, el fin de la aspiración imperial en Europa y una forma de pensar y de actuar que pondría las bases de la modernidad y del pensamiento político liberal.

Martín Lutero se atrevió a expresar lo que muchos antes que él ya habían dicho, pero a diferencia de los demás, sus denuncias fueron expuestas en el momento y en el lugar adecuado. Sus quejas iban dirigidas a la jerarquía de la Iglesia Católica, a la que, básicamente, ponía en entredicho como instrumento fundamental para alcanzar lo que obsesionaba a cualquier europeo del S. XVI: la salvación eterna.

Lutero lanzó un ataque frontal contra el Papado, su pretensión de infabilidad y su capacidad para gestionar la fe de sus fieles basándose en su condición de vicario de Cristo en la Tierra. En concreto, los ataques fueron dirigidos contra las indulgencias, una fuente de recaudación según la cual, a cambio de una cantidad de dinero pagado a la Iglesia, se acortaban los días en el purgatorio del donante tras su muerte. La Basílica de San Pedro de Roma se financió principalmente con el dinero de los católicos que creían que pagando podían escapar del castigo divino. Esta creencia se basaba en que el Papa tenía el poder de influir en el juicio final de cada individuo, pero Lutero lanzó la pregunta clave que desmontaba este mecanismo: “¿Por qué una persona sin Dios puede perdonar los pecados a cambio de dinero?”

Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo: “Haced penitencia...”, ha querido decir que toda la vida de los creyentes fuera penitencia”, es la primera tesis de Lutero, y la que desmonta la herramienta fundamental del clero y su poder: la confesión. Lutero no creía en intermediarios. Dios es el único que debe y puede perdonar a sus fieles, y es él solamente el que decide sobre la salvación o no de las almas. Para Lutero, la Iglesia Católica se había construido sobre la falsa premisa de que el Papa era el heredero de Jesucristo y, por lo tanto, el representante divino, lo que le confería a él y a sus propios representantes poderes e influencia fundamental para la salvación de las almas. En resumen, si uno no quería arder en el infierno, era mejor hacer caso de la Iglesia. Pero ésta era corrupta, denunció Lutero, absolutamente indiferente al mensaje cristiano y, sobre todo, a la voluntad de Dios, lo que la convertía en un falso instrumento.

Un mensaje revolucionario que, sin embargo, no resultaba extraño en Europa. En los siglos anteriores no habían sido pocos los intentos de crear doctrinas cristianas alternativas a la católica. En Europa occidental uno de los casos más conocidos es el de los cátaros, que en el sur de la actual Francia se enfrentaron a Roma y fueron barridos por una cruzada, su fe destruida y su patria conquistada. Pero en el año 1517 la situación era otra, y, sobre todo, Lutero estaba en el lugar adecuado: Wittenberg, una pequeña ciudad que pertenecía a Sajonia, uno de los principados más importantes del Sacro Imperio Romano Germánico.

Contra el imperio

Federico III, príncipe de Sajonia, temía al emperador. Siglo y medio antes, en la Bula de Oro de 1356, los príncipes alemanes y el emperador del Sacro Imperio de entonces, Carlos IV, llegaron a un acuerdo según el cual los diferentes principados que formaban el Sacro Imperio mantenían su semiindependencia: aunque debían obediencia al emperador, éste se comprometía tácitamente a dejarles hacer en sus territorios. Pero en 1520, justo cuando Lutero estaba en plena denuncia contra la Iglesia, subió al trono imperial Carlos V. El nuevo emperador estaba dispuesto a cambiar las reglas y devolver al poder imperial el control político del Sacro Imperio a costa de los príncipes. Para ello se legitimaba en su papel de adalid y defensor de la Iglesia Católica, a la que pretendía utilizar para justificar su objetivo de unificar Europa bajo la doctrina del imperio universal, semejante al de la antigua Roma. Es decir, Carlos V quería mandar a todos los cristianos.

Lutero se defiende en la Dieta de Worms.
Lutero tuvo mucho éxito entre la gente común y pronto entró en conflicto con la Iglesia por su discurso. Incluso el nuevo emperador se interesó por él y, para desactivar sus denuncias (Lutero era tan popular que era mejor desacreditarle que simplemente detenerle), organizó un encuentro en la ciudad de Worms en el que el monje podría defender sus argumentos frente a los representantes eclesiásticos. Sin embargo, tras semanas de debate estéril, Lutero se marchó y Carlos V ordenó su detención. El monje no llegó muy lejos. No fue apresado por los imperiales, sino raptado por los hombres de Federico III que lo internó en su castillo de Wartburg para mantenerlo con vida lejos de la hoguera a la que estaba destinado si le atrapaban, porque Lutero le interesaba mucho.

Al negar la necesidad de un intermediario espiritual para la salvación del alma, Lutero había (¿involuntariamente?) cambiando las bases del pensamiento político medieval. Aunque tras la Bula de Oro el emperador había perdido su poder efectivo, seguía ejerciendo un papel principal gracias, a su vez, a la legitimidad que le daba el ser coronado por el Papa, el representante de Cristo. Oponerse al emperador era oponerse al Papa, y una excomunión no era aconsejable si se quería ir al cielo, y, sobre todo, para mantener el poder sobre miles de súbditos creyentes. Por lo tanto, los príncipes alemanes debían al emperador lealtad y obediencia ya que el Papa le había designado como su brazo secular. Así, cuando Carlos V reivindicó la obediencia debida a los príncipes, estos se econtraron en apuros. ¿Cómo negar la autoridad a un emperador legitimadon por Dios? Al desmontar el papel del Papado y negar su infabilidad e incluso su papel clave de intermediario divino, Lutero despejaba el camino teórico hacia la desobediencia al poder imperial sin por ello dejar de ser cristiano.

Carlos V en Mühlberg
Federico III no quería perder la independencia de Sajonia ante las pretensiones universales de Carlos V, y como él, otros muchos príncipes. Las tesis de Lutero ya no eran solamente una cuestión religiosa, sino de actualidad política. En 1531 los príncipes de Sajonia (el heredero de Federico III) y Hesse, a los que se sumaron numerosas ciudades y territorios alemanes más pequeños, fundaron la Liga de Esmalcalda que apoyaba abiertamente la reforma luterana. El choque con Carlos V era inevitable y se declaró la guerra entre el emperador y los príncipes rebeldes. Aunque en 1547 Carlos V venció en la célebre batalla de Mühlberg (inmortalizada por el retrato ecuestre del emperador pintado por Tiziano), la lucha se extendió hasta 1555, año en el que se firmó la paz de Augsburgo: la reforma protestante quedó reconocida y se otorgó libertad a cada príncipe para elegir la religión que debía imperar en su territorio, obligando con ello a todos su súbditos a abrazar la misma fe que su señor. La estampida fue importante. Europa central y del norte dejaron de ser católicas.

El inicio de la modernidad

Cuarenta años después del suceso de Wittenberg, las tesis de Lutero habían provocado una revolución política en el centro de Europa y habían sobrevivido a los ataques del Papado y del Sacro Imperio. Carlos V nunca vio hecho realidad su sueño del imperio católico universal y abdicó un año después de la Paz de Augsburgo, muriendo poco después. Las tesis de Lutero se habían cruzado en su camino.

El propio Lutero murió en 1546, pero sus ideas dieron comienzo a una nueva época. Al desechar a la Iglesia como intermediario para alcanzar la salvación de los cristianos, la relación entre los creyentes protestantes y Dios se transformó en una experiencia individual. La vida era penitencia, no había confesión posible ni posibilidad de lavar los pecados antes de la muerte. Todos los hechos contaban de cara al juicio final. Esta manera de pensar fue fomentando lentamente un individualismo desconocido anteriormente, cuando la experiencia religiosa, como casi cualquier otra, era básicamente colectiva. A partir de Lutero, la salvación era, ante todo, individual.


Lutero abrió la puerta del individualismo en el pensamiento europeo, un individualismo que, poco a poco, fue dando forma a la base de pensamiento político de nuestro mundo contemporáneo: el liberalismo.

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