15/1/14

LA MUERTE DE ROSA LUXEMBURGO

Hoy hace 95 años mataron a Rosa Luxemburgo. El 15 de enero de 1919 un grupo de militares de extrema derecha le pegaron un tiro junto a Karl Liebknecht, el fundador del Partido Comunista Alemán (KPD). Fue el fin de la revolución y la victoria de la jovencísima república alemana sobre su enemigo a la extrema izquierda. Pero fue a costa de alimentar un monstruo a la extrema derecha que acabaría por ser mucho más temible para el futuro de la democracia

El 15 de enero de 1919 fueron detenidos Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, los líderes del Movimiento Espartaquista, un movimiento comunista que intentaba llevar a Alemania la revolución que en esos momentos estaba liderando Lenin en Rusia. Fueron conducidos al cuartel general de la división de caballería de la guardia, una unidad de élite al servicio de los Freikorps, los cuerpos libres militares de ultraderecha que el gobierno socialdemócrata estaba empleando en su lucha contra los revolucionarios de extrema izquierda. El cuartel general estaba en el hotel Eden, en Berlín, cerca del céntrico parque del Tiergarten. Esa noche, los prisioneros fueron interrogados y brutalmente torturados.

Entonces los oficiales, a cuyo mando estaba el comandante Waldemar Pabst, decidieron asesinar a sus detenidos, no se sabe a ciencia cierta si con consentimiento gubernamental. A Liebknecht le sacaron al parque y allí le dispararon en la nuca con la excusa de que quería fugarse. A Rosa Luxemburgo le tumbaron de un culatazo en la cabeza. Inconsciente, le pegaron un tiro y echaron su cuerpo al canal Landwehr, donde no sería encontrado hasta cinco meses después. Fue el punto y final de dos biografías imprescindibles para explicar los sucesos que estaban sacudiendo Alemania y Europa en esos momentos. Y fue crucial para convertirlos en mitos y mártires de la izquierda.     


La lucha por el futuro de Alemania
Karl Liebknecht
Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo eran los líderes de los espartaquistas. Desde el 5 de enero se habían levantado en armas y luchaban contra los militares por el control de Berlín. Barricadas formadas por paquetes de periódicos separaban a ambos bandos. Era un combate abierto por el destino de Alemania que en realidad había comenzado dos meses antes, el 9 de noviembre de 1918. Ese día Alemania tiró la toalla en la Primera Guerra Mundial y el Káiser tuvo que hacer las maletas al exilio. ¿Qué pasaría después? Se abrió un tremendo vacío de poder.

La guerra había acabado para Alemania porque los soldados y los obreros estaban cansados de seguir luchando. En Berlín, Múnich, Hamburgo y en otras grandes ciudades del Reich esto se tradujo en la asunción de facto del poder por los consejos de soldados y obreros que sustituyeron a las instituciones administrativas tradicionales pero sin derrocarlas. La antigua administración imperial seguía viva, pero a su lado los antiguos ‘Untertanen’, los vasallos del Káiser, empezaban a ser dueños de su destino. Una vez derrocada la monarquía quedaba abierto el camino para la república. Pero, ¿de qué tipo?

Se abrían dos caminos: la república parlamentaria al estilo francés y británico, o la república comunista al estilo soviético. Así pues se proclamaron a la vez dos repúblicas alemanas: una democrática parlamentaria, propiciada por los socialdemócratas del SPD, y otra socialista y revolucionaria proclamada por los espartaquistas de Liebknecht y Luxemburgo.

Al principio las dos revoluciones convivieron de manera problemática pero sin enfrentarse abiertamente. Ambas luchaban por el favor de la masa de los obreros de Berlín, el verdadero factor de poder en ese momento en Alemania. Al final los espartaquistas perdieron el apoyo de las masas. Por muchas críticas que recibieron los socialdemócratas del SPD por su presunta traición al socialismo, la mayoría de los trabajadores no se fiaba de los espartaquistas ni de lo que estaba sucediendo en esos momentos en Rusia, desde donde llegaban cada vez más noticias sobre la cruel guerra civil que estaba ocurriendo allí.

Revolucionarios espartaquistas.
El tiempo estaba corriendo en contra de los revolucionarios alemanes, que cada día veían cómo menguaba su influencia. Esto obligó a Liebknecht y a sus seguidores a tomar medidas cada vez más desesperadas y radicales para hacerse con el poder antes de que acabaran con ellos. La primera, tirar por la calle de en medio y convertirse oficialmente en comunistas y aliados de Lenin y su revolución en Rusia: el 1 de enero se fundó el Partido Comunista Alemán, KPD.

Sus adversarios socialdemócratas sabían que sus enemigos ya no contaban con el apoyo de la mayoría de los trabajadores, por lo que decidieron acabar con ellos por la fuerza. El problema era que no tenían soldados propios. Tenían que recurrir a las tropas y oficiales del antiguo ejército imperial. ¿Soldados y oficiales imperiales mandados por socialdemócratas para luchar contra obreros espartaquistas? Una decisión nada fácil. El 4 de enero el socialdemócrata Gustav Noske se hizo con el puesto de responsable de Interior en Berlín y convocó a los Freikorps, los cuerpos libres. Había nacido una alianza contra natura.


La ultraderecha contra los obreros revolucionarios
Los Freikorps eran los restos del ejército imperial vencido que regresaba a Alemania desde el frente pero que todavía no habían entregado sus armas ni sus uniformes. Al huir el Káiser y sus generales, nadie se había hecho cargo de ellos, así que vagaban prácticamente a sus anchas por el país armados hasta los dientes y por ello con un gran poder. Su relación con los revolucionarios era muy mala. Les culpaba de haber obligado a Alemania a rendirse y querían vengarse de manera sangrienta. No defendían precisamente una democracia parlamentaria como el SPD, ya que eran de extrema derecha, ultranacionalistas y muy peligrosos porque eran los mejor armados y entrenados. Aún así, los socialdemócratas apostaron por ellos para aplastar a sus enemigos espartaquistas.
   
Soldado del Freikorps.
La represión fue brutal. El Movimiento Espartaquista fue eliminado. Miles de comunistas fueron detenidos y directamente ejecutados, como sus líderes. La revolución había fracasado estrepitosamente y no sólo debido a la enorme fuerza bruta a la que se enfrentó: la mayoría de los obreros alemanes no la apoyaron. La propia Rosa Luxemburgo identificó la raíz del fracaso en el estilo de organización espartaquista, copiado del modelo bolchevique de Lenin y basado en un partido revolucionario de vanguardia. Esta táctica elitista basada en la acción de una minoría revolucionaria profesional, no servía en Alemania a juicio de Luxemburgo. Para ella, los revolucionarios alemanes, a diferencia de los rusos, no podían ganar si no era contando con el apoyo de la mayoría de los trabajadores, un apoyo que tarde o temprano se produciría y con ello la victoria de la revolución. En sus últimas horas de vida, mientras estaba encerrada por los militares, escribió:

El liderazgo ha fallado. Incluso así, el liderazgo puede y debe ser regenerado desde las masas. Las masas son el elemento decisivo, ellas son el pilar sobre el que se construirá la victoria final de la revolución. Las masas estuvieron a la altura; ellas han convertido esta derrota en una de las derrotas históricas que serán el orgullo y la fuerza del socialismo internacional. Y esto es por lo que la victoria futura surgirá de esta derrota. '¡El orden reina en Berlín!' ¡Estúpidos secuaces! Vuestro 'orden' está construido sobre la arena. Mañana la revolución se levantará vibrante y anunciará con su fanfarria, para terror vuestro: ¡Yo fui, yo soy, y yo seré!” (El orden reina en Berlín)


Rosa Luxemburgo tendría razón. El nuevo orden estaba construido sobre arena. Pero no sería precisamente la revolución obrera la que pondría fin al orden republicano alemán. Sus asesinos, los ultraderechistas y prefascistas miembros del Freikorps, no tardarían en usar sus armas contra los socialdemócratas que les habían llamado para luchar contra los comunistas. La república parlamentaria de Weimar pudo resistir los primeros ataques, pero a la larga acabaría por sucumbir ante el producto de esa época de caos y casi guerra civil: Adolfo Hitler y el partido nazi, cuyos miembros fueron en su mayoría guerreros del Freikorps.    

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