5/5/13

Cobrar por gobernar


Pericles.

En los últimos tiempos se ha despertado una verdadera ola de indignación en España contra lo que los medios de comunicación llaman “clase política”. Uno de los argumentos que más soliviantan a los indignados es que existan miles de cargos públicos que cobren por ejercer su labor de representación o administrativa. Sin embargo, esto no es nuevo. Ya en la democracia ateniense hace 2.500 años se pagaba a los ciudadanos que ejercían su derecho y su deber de gobernarse a sí mismos.  

La democracia en Atenas tenía un enemigo: los oligarcas. Los herederos de los aristócratas que originalmente habían ejercido el poder en la ciudad, la polis, eran contrarios al gobierno por el pueblo. Las antiguas y rancias familias de los aristoi atenienses nunca asumieron que tenían que compartir el poder con el resto de los ciudadanos libres. Ese odio hacia la “chusma”, provocado por haber perdido sus privilegios que creían eternos y por derecho divino, incluso provocó que muchos oligarcas tomaran partido por los enemigos de Atenas en la Guerra del Peloponeso.

Esparta, la gran rival de Atenas, era la polis que encabezaba la opción de gobierno aristocrática en la Grecia clásica. Al igual que Atenas era la referencia del sistema de gobierno del demos, la democracia, Esparta era el lugar de referencia de aquellos que anhelaban un gobierno de unos pocos, de “los mejores”, como ellos mismos se denominaban.


El proceso de pérdida de los privilegios de los oligarcas comenzó a principios del S.VI a.C. con las reformas de Solón, que dividió a la sociedad según su capacidad económica y ya no por pertenecer a una estirpe a la que sólo se podía acceder por nacimiento. Esta división reconocía diferentes derechos y obligaciones según la clase de cada cual. Ahora un artesano o comerciante que había hecho fortuna podía compartir poder con un oligarca tradicional. Clístenes, a finales del mismo siglo, remató el proceso al dividir las tribus electorales por circunscripciones territoriales que igualaba a todos los ciudadanos: el rico y su vecino pobre votaban en la misma tribu y no separados como antes, y otorgando a todos los ciudadanos la misma capacidad política, con los mismos derechos y deberes, independientemente de su capacidad económica.  

Un sistema de gobierno directo
El sistema de gobierno en Atenas era directo. Los ciudadanos libres tenían derecho a participar en la Asamblea, la Ekklesia, que era la que tenía el poder de tomar las decisiones. Pero también tenían el deber de participar en las instituciones cuando les tocaba. Así, por ejemplo, existía el Consejo (Bulé), formado por 500 ciudadanos que pertenecían a él por sorteo y de forma rotatoria, de manera que había muchas posibilidades de formar parte del mismo. Ese consejo tenía un gran poder, por ejemplo decidía qué temas se debatían en la Asamblea. Era un filtro ejercido por los mismos ciudadanos para los ciudadanos.
Los cargos  de la organización administrativa de la polis y, sobre todo, del funcionamiento de la justicia también eran ejercidos por los mismos ciudadanos. Los magistrados eran ciudadanos elegidos también por el azar y de forma rotatoria. Atenas se gobernaba a sí mismo.  

Sin embargo, el problema era que para el ejercicio de este gobierno se necesitaba tiempo. Los magistrados que estaban juzgando no podían trabajar al mismo tiempo. Los miembros de  la Bulé tampoco podían dedicarse a sus oficios mientras ejercían su deber ciudadano de gobierno. Es decir, si ejercían de ciudadanos no podían ganarse la vida. Un problema grave para aquellos ciudadanos que no tenían riquezas y que vivían al día. ¿Cómo solucionar este problema?      

Democracia a cambio de un sueldo
El gran líder y personaje de referencia de la democracia ateniense, el estratego Pericles, propuso y consiguió que se pagase a los ciudadanos en ejercicio de sus funciones públicas para compensarles por el tiempo que no estaban dedicando a ganarse la vida. Por supuesto que los oligarcas se opusieron y ofrecieron resistencia. Ellos sí tenían tiempo y riquezas suficientes para dedicarse plenamente a la política, por lo que se consideraban mejor preparados e incluso designados para liderar a la comunidad.

La medida de Pericles no se limitó a los cargos políticos. Incluso los remeros de la flota de guerra, los ciudadanos más humildes llamados Thetes que no tenían ni para pagarse su armadura en caso de guerra, recibían un sueldo mientras estuvieran en el mar luchando por su ciudad. Estos hombres se convirtieron en los mayores y más entusiastas defensores del sistema democrático frente a los oligarcas.

Esto tuvo como consecuencia la creación de un gran grupo de presión a favor de la flota que influyó decisivamente en la política ateniense del S. V. a.C. que apostó por la guerra en el mar y por un imperio marítimo (la Liga de Delos) frente al inmenso poder terrestre de los hoplitas espartanos. Las formas de hacer la guerra eran un reflejo de los sistemas políticos enfrentados: la flota democrática de los humildes sufragados por el Estado frente a un ejército de hoplitas que defendía la oligarquía.

En resumen, la democracia en Atenas funcionó porque el Estado compensaba el tiempo dedicado en la participación de sus ciudadanos, permitiendo así que todos, independientemente de su nivel económico y social, pudieran participar en el gobierno, y no sólo aquellos que por su riqueza no necesitaban trabajar y que se sentían “mejores” y designados para ello.         

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