10/1/13

REBELIÓN EN ZARAGOZA


Felipe II
Hace 500 años España no existía, al menos como un estado con leyes comunes para todos los territorios. Estaba dividida en diferentes reinos con sus propias normas, monedas e incluso lenguas. En época de Felipe II la Corona de Castilla era el más poderoso de estos reinos y amenazaba con absorber al resto. En Aragón el miedo a perder sus privilegios y leyes empujó a los zaragozanos a la rebelión abierta contra el rey en 1591. La excusa fue la defensa de un huido de la justicia, el ex secretario del rey Antonio Pérez.

 
El siglo XVI ha sido percibido durante mucho tiempo como la época dorada de la historia de España. Era el imperio de los Habsburgo, el más extenso de la historia. En época de Felipe II se decía que en él nunca se ponía el sol. Sin embargo, nunca fue un imperio unitario. Lo formaban diferentes reinos con leyes distintas, diferentes monedas y lenguas y culturas propias, solamente tenían en común que les gobernaba el mismo monarca.


El reino más poderoso, grande y rico de todos era la Corona de Castilla. Era la que proporcionaba los soldados y las riquezas para defender el imperio, y a cambio gozaba del privilegio de ser su centro. Felipe II cambió la costumbre de su padre, el emperador Carlos V, de viajar por sus dominios y se instaló en el corazón de Castilla haciendo de Madrid la sede de su corte. Castilla era la base y castellanos eran la mayoría de los funcionarios del imperio, incluidos los que actuaban como virreyes de Felipe II en los otros territorios de la corona.


La fuerza e influencia castellana eran inmensas y amenazaban con imponerse al resto de los territorios que, como la Corona de Aragón, guardaban su independencia de manera celosa. Esta corona, a su vez, estaba dividida por los reinos de Aragón, Valencia y Cataluña. Cada uno tenía sus propias cortes donde estaban representadas sus sociedades y eran estas instituciones las que determinaban las leyes. El rey no tenía el poder absoluto ni podía decidir por su cuenta sin el respaldo de la mayoría en las cortes, sobre todo en cuestiones de recaudación de dinero.


La Monarquía Hispánica siempre estuvo escasa de dinero y a la búsqueda de ingresos. Castilla estaba siendo literalmente esquilmada por los enormes costes que suponía mantener un imperio y la vista de los recaudadores se estaba girando hacia los demás territorios en busca de dinero para aliviar a los castellanos. Una poderosa facción castellana encabezada por el Duque de Alba quería imponer la voluntad castellana a los demás reinos, pero eso solamente podía ocurrir si se abolían las leyes aragonesas y, prácticamente, se conquistaba el país. Los aragoneses lo sabían y el ambiente era de extrema suspicacia y desconfianza hacia los castellanos.


Llega Antonio Pérez, el preso más delicado  

Antonio Pérez
En ese contexto llegó a Zaragoza Antonio Pérez, el ex secretario personal de Felipe II. Pérez había sido uno de los personajes más influyentes y poderosos de la corona hasta que fue acusado del asesinato de Juan de Escobedo en 1578. Escobedo era el secretario y hombre de confianza del hermanastro del rey, Juan de Austria. Este era el vencedor de la batalla de Lepanto y de la rebelión de las Alpujarras de los moriscos de Granada y en ese momento era el gobernador en Flandes. Un personaje muy famoso y con un gran prestigio, tanto que seguramente había provocado los celos de Felipe II.


La muerte de Escobedo ha estado envuelta en sospechas durante siglos.¿Estuvo Felipe II involucrado? No se sabe, pero el que pagó el asesinato fue Pérez. Felipe II mandó su detención y durante más de diez años estuvo preso en Madrid. ¿Tenía miedo de que hablara? Era un preso peligroso que valía más por lo que callaba que por lo que podía decir. Sin embargo, a pesar de su valor, consiguió escapar y huyó a Zaragoza en 1590. Debido a sus orígenes aragoneses pidió asilo y ayuda a la justicia de este reino, por lo que pudo escapar de la jurisdicción castellana.


La justicia aragonesa era lenta y Felipe II tenía prisa. ¿No se podía fiar que Pérez tirara de la manta? Por eso pidió premura, pero se topó con la institución que velaba por la legalidad y los derechos de los aragoneses: el Justicia de Aragón. El Justicia era una institución que se remontaba a la Edad Media y era la que vigilaba que el rey no se excediera de sus competencias y siempre estuviera sometido a las leyes y a las Cortes. Demasiado para la paciencia real.


Felipe II tenía una as en la manga: la Inquisición. Era la única institución que tenía jurisdicción en todos los reinos de la Monarquía Hispánica, aunque en teoría solamente para luchar contra la herejía. Sin embargo, en casos excepcionales, podía ser utilizada como agente de la voluntad del rey por encima de las leyes locales. Pérez fue nuevamente detenido y encarcelado en una prisión de la Inquisición en Zaragoza en septiembre de 1591. La llama de la rebelión se había prendido.


Revuelta popular
Juan de Lanuza.
Los amigos de Antonio Pérez no tardaron en sacarle de la cárcel y para ello provocaron una revuelta popular. La justificación era que Felipe II estaba atacando las leyes y libertades de Aragón. El clima anticastellano hacía que este discurso tuviera mucho éxito y la ciudad se volcó. Pero solamente se rebeló Zaragoza encabezada por el Justicia de Aragón Juan de Lanuza. El resto del territorio no secundó el levantamiento. La liberación de Pérez solamente había sido una excusa, el miedo a Castilla era demasiado grande.


Y no les faltaba razón. El partido centralista del Duque de Alba estaba al acecho para aprovechar cualquier ocasión para debilitar las leyes de los demás territorios y fortalecer la influencia de Castilla. En este caso recomendaron a Felipe II la invasión de Aragón y el rey aceptó el consejo. 12.000 soldados castellanos cruzaron la frontera en octubre de 1591 y atacaron Zaragoza que solamente estaba defendida por 2.000 soldados.


Antonio Pérez huyó a Francia y trató de convencer al rey francés de que invadiera España, pero sin éxito. La rebelión fue arrasada y Zaragoza conquistada. Parecía que los castellanos centralistas habían ganado y Felipe II podía disponer a placer de su nueva conquista. Pero el Duque de Alba y sus partidarios acabarían decepcionados. El rey no impuso la voluntad castellana ni derogó las leyes y Cortes de Aragón. Aunque el Justicia y los demás cabecillas fueron ejecutados, Zaragoza fue amnistiada y se restableció la situación anterior a la rebelión. Felipe II era demasiado respetuoso con la herencia que había recibido de su padre y no sería él quien acabaría con un reino centenario.


Ejecución de Juan de Lanuza.

Aragón seguiría teniendo sus leyes y sus Cortes, y Castilla seguiría soportando en solitario la carga del imperio. Habría que esperar hasta principios del S.XVIII y a la Guerra de Sucesión Española para que la nueva dinastía de los Borbones conquistara la Corona de Aragón y eliminara sus leyes imponiendo las de Castilla. Fue en ese momento cuando nació la España que conocemos hoy.  

2 comentarios:

  1. Soy historiador y leer su escrito es sorprendente, porque pone de forma patente, como se puede con sus imprecisiones manipular la historia, no se si con mala fe o por pura
    ignorancia.
    Alvar

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    1. Estimado ALVAR ALVAR (supongo que será un seudónimo). Estoy ansioso por conocer sus argumentos y saber en qué me he equivocado. Esta entrada está basada en un capítulo del libro "La España imperial" del historiador John H. Elliot, un clásico reconocido de la historia moderna española.
      Le puedo asegurar que no hay mala fe, como mucho ignorancia que seguro que usted, en calidad de historiador, me puede ayudar a superar.
      Un saludo

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