20/12/11

GUERRA POR UNA OREJA

La Royal Navy en el s. XVIII.
La historia ha demostrado que existen muchísimas excusas para empezar una guerra, pero una de las más extrañas y extravagantes fue la guerra que se declaró entre Gran Bretaña y España en 1739 por una oreja. Fue la llamada Guerra de la Oreja de Jenkins.

El conflicto, o mejor dicho la excusa de la guerra, se debió a un episodio ocurrido en el Caribe en 1731, cuando el barco del capitán Robert Jenkins fue interceptado por los españoles en el Caribe. A bordo llevaba una gran cantidad de mercancía de contrabando, por lo que el capitán español, de nombre Julio León Fandiño, aplicó la ley al pie de la letra y, además de requisar la mercancía, le cortó la oreja como señal de advertencia. Dice la leyenda que Fandiño le exclamó a un Robert Jenkins dolorido y en pleno desangrado: “Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve”. La semilla de la guerra acababa de ser plantada.

Malas relaciones
Las relaciones entre España y Gran Bretaña eran históricamente muy malas. Enemigos clásicos por la supremacía marítima, se habían enfrentado en diferentes guerras durante doscientos años. Unos por apoderarse del comercio y del imponente imperio español en América, los otros para defenderse de sus ataques y de la piratería. En el S. XVIII la primera gran guerra que enfrentó a estos dos países fue la de Sucesión Española, por la que los Borbones pasaron a gobernar España y Gran Bretaña consiguió Menorca y Gibraltar. Y también consiguieron algo en principio menos espectacular pero bastante importante: romper el monopolio del comercio americano.

Robert Jenkins muestra su oreja en el Parlamento.
Desde la colonización de América, los españoles habían controlado el comercio con el nuevo continente y lo habían centralizado a través del puerto de Sevilla. A partir del S.XVIII este monopolio se rompió por el llamado navío de permiso, un barco británico que hacía un viaje anual a las colonias españolas para comerciar. Todos los demás barcos que hicieran lo mismo –y había muchos, ya que los colonos deseaban comerciar a pesar de la prohibición desde España- eran considerados contrabandistas y piratas. Este era el caso de Robert Jenkins.

El episodio de este marino no hubiera sido más que una anécdota si no se hubiese utilizado como excusa para la guerra. En 1738 el Gobierno británico estaba bajo una gran presión por parte de la oposición en la Cámara de los Comunes y de la opinión pública debido a la acción de los primeros periódicos. Había una importante facción imperialista que veía a España como una potencia débil y que deseaba conquistar el Caribe y monopolizar el comercio con América. Necesitaban una excusa, y esta se la dio Jenkins que compareció ante el Parlamento con su supuesta –y seguramente putrefacta- oreja. Allí repitió las palabras del oficial español dichas siete años antes. Suponía un ataque al honor del rey Jorge II y ya era cuestión de poco tiempo para la guerra. Ésta finalmente se declaró el 19 de octubre de 1739.

Lucha por el Caribe
Como los británicos querían apoderarse del Caribe, la guerra prácticamente se desarrolló allí. Sobre todo en Panamá, donde el puerto de Portobello (Puerto Bello) fue totalmente destruido, y en Cartagena de Indias, la ciudad más importante del Virreinato de Nueva Granada (hoy Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá). Tres veces trataron los británicos de conquistar el puerto, uno de los mejor defendidos y fortificados de las colonias. Pero el tercer ataque, entre marzo y mayo de 1741, fue el más espectacular de todos, y durante muchos años uno de los más importantes de la historia de la guerra.

El almirante británico Edward Vernon apareció frente al puerto de Cartagena de Indias el 13 de marzo de 1741 con juna flota de 186 barcos y unos 30.000 hombres. En total contaban con más de 2.500 piezas de artillería. Era la mayor flota naval de la historia hasta el momento y el mayor contingente de infantería desembarcado jamás, solamente superado en la Segunda Guerra Mundial, doscientos años más tarde. Frente a esta espléndida expedición, los españoles solamente contaban con seis barcos y unos 3.600 soldados.

Medalla de la "victoria" británica .
El resultado de la batalla parecía decidido y los británicos estaban muy confiados en su victoria, demasiado. Durante dos meses no dejaron de bombardear el puerto asediado y atacaron sus fortines con su infantería. Cartagena de Indias parecía que iba a caer. A falta del ataque final, el almirante Vernon, en un ejemplo de altanería, anunció la victoria, noticia que rápidamente llegó a Londres donde fue muy festejado e incluso se crearon medallas conmemorativas. Sin embargo, cuando los británicos quisieron tomar la ciudad, la resistencia fue tan contundente y eficaz, que tuvieron que retirarse y salir huyendo en su flota. Cartagena de Indias no cayó y los británicos sufrieron una de sus mayores derrotas de su historia. Fue tal el enfado del rey Jorge II por la humillación de haber celebrado una derrota, que dicen que incluso prohibió a sus historiadores a recordar esta batalla que ha permanecido casi desconocida.

La guerra ya no interesaba a los británicos y fue bajando en intensidad hasta que la paz finalmente se firmó en 1748. Ambas partes reconocieron el estatus quo anterior a la guerra. La oreja de Jenkins al final no pudo ser vengada.

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