6/10/11

VENDIDOS COMO GANADO

Embarque de soldados a América.
La muchedumbre se reunió en el pequeño embarcadero dejando un estrecho pasillo para subir al barco. Un velero pequeño esperaba pacientemente atado al muelle mientras los soldados iban subiendo lentamente por la pasarela. Para muchos sería la última vez que pisaran su patria. Su destino era una guerra lejana y desconocida, absolutamente ajena a sus vidas. Pero su señor, el Landgraf (conde) Federico II de Hessen-Kassel -uno de los cientos de pequeños estados independientes en los que estaba dividida Alemania en el S.XVIII- había firmado un contrato con el rey de los ingleses. Mandaría a sus hombres a luchar a América a cambio de dinero. Los había vendido como ganado.

Granadero de Hessen, s. XVIII.
La escena de despedida fue horrible y tan traumática que aún hoy en día se recuerda con espanto. En 1776 unos 20.000 hombres de la región alemana de Hessen y alrededores fueron literalmente vendidos por su señor absolutista a los ingleses para combatir a los colonos americanos que en esos momentos luchaban por la independencia de los Estados Unidos de América contra Gran Bretaña.

Uno de los lugares más importante del embarque de las tropas fue Hann Münden, una pequeña ciudad de origen medieval, de casas de madera y rodeada de un frondoso bosque en pleno corazón de Alemania. Allí confluyen dos ríos, el Werra y la Fulda, de cuya unión nace otro caudal más grande y navegable. Es el Weser, que desemboca en el Mar del Norte a cientos de kilómetros de distancia. En Münden empezaba un viaje de semanas, duro e interminable, hacia lo desconocido y en muchas ocasiones hacia la muerte.  

Las escenas de tristeza e incluso de desesperación se multiplicaban en el pequeño embarcadero a orillas del río. No era para menos. Familias enteras habían quedado despedazadas por el reclutamiento en muchos casos forzoso. Los hombres de entre 16 y 30 años, por supuesto sólo campesinos y artesanos humildes, eran obligados a servir en el ejército de Federico II so pena de prisión. En todo caso resultaba una tragedia para sus familias, que se veían privadas no sólo de sus seres queridos, sino sobre todo de sus principales fuerzas de trabajo y de aprovisionamiento de alimentos. Sin sus hombres, las familias quedaban a merced del hambre y de la miseria.

Federico II de Hessen-Kassel.
La deserción tampoco era buena idea. A diferencia de otros ejércitos europeos, el de Hessen-Kassel castigaba a las familias de los desertores alistando por la fuerza a amigos, vecinos e incluso a los padres e hijos de los soldados que huían. No merecía la pena escaparse. Sólo quedaba sobrevivir y tentar a la suerte. Servir en América era una lotería de la que se podría volver sano y entero, y con una paga bastante abundante para la época con la que tratar de vivir mejor.

Sin embargo la realidad fue muy diferente para la mayoría. En los campos de batalla americanos los generales ingleses usaban a los pobres hessenianos como carne de cañón. Siempre en primera fila, ahorrando sangre inglesa a cambio de la sangre alemana vendida tan barata por su señor. De los más de 20.000 soldados que partieron desde Hann Münden, solamente la mitad regresó a casa a partir de 1783, muchos mutilados y destrozados de por vida. Pero a Federico II le debió merecer la pena, ya que el dinero pagado por los ingleses no se acabó hasta 150 años más tarde, durante la tremenda inflación que azotó a Alemania en los años 20 del siglo pasado.

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