25/10/11

LA CARRERA HACIA LA MUERTE

La carga de la Brigada Ligera.
Los jinetes se alinearon y formaron sus escuadrones en posición de combate. Estaban tranquilos, eran unos profesionales. Pertenecían a la brigada ligera, y eran los mejores del ejército británico. Enfrente, los soldados rusos habían tomado posiciones en torno a un valle fuertemente fortificado. A lo alto los fusileros dominaban el valle y al fondo la artillería del zar se había atrincherado, dominando con sus proyectiles todo el terreno desde su acceso. Sería conocido como “el valle de la muerte”. Los jinetes británicos debían tomar esas posiciones y derrotar al enemigo. Era una misión suicida, sin posibilidades de éxito. Simplemente galoparían hacia su destrucción.


Era el 25 de octubre de 1854. Hoy hace 157 años la brigada ligera de la caballería británica participó en la batalla que sería conocida como de Balaclava, en la península de Crimea. Los británicos, franceses y turcos habían atacado a los rusos para evitar que su imperio creciera demasiado. El Imperio Otomano estaba en pleno proceso de decadencia desde hacía años y sus ejércitos ya no eran los que habían aterrorizado Europa doscientos años antes (pincha aquí si quieres leer más sobre este asunto).

La Guerra de Crimea.
A mediados del siglo XIX el Estado otomano era corrupto y atrasado, lo que le había proporcionado el calificativo de “hombre enfermo de Europa”. Los rusos lo sabían y querían aprovecharse de ello. Por eso atacaron a los turcos con el objetivo de ampliar sus dominios por el sur a costa del débil Imperio Otomano y recuperar Constantinopla –conquistada por los turcos en 1453-, ya que Rusia se consideraba a sí misma la heredera de la Iglesia Ortodoxa y del Imperio Bizantino. Y de paso, los rusos conseguirían así una salida al Mediterráneo, desde donde podrían continuar su expansión.

Los británicos y los franceses temían a los rusos, ya que podrían crecer de manera descontrolada y convertirse en la superpotencia de Europa, amenazando los intereses coloniales y comerciales de ambas potencias. Por eso decidieron apoyar a los turcos y declararon la guerra a Rusia a la que invadieron por el sur, desembarcando en Crimea.

Los rusos hicieron frente a la invasión en Balaclava. Lord Lucan mandaba a la caballería británica y había dado la orden de cargar por el valle fortificado “hasta el fondo” y tomar los cañones rusos. Estarían expuestos a constantes disparos de esos cañones y de los fusiles de los soldados rusos que dominaban los flancos desde las alturas. Pero Lucan no se opuso a esta orden suicida. Mandó formar a sus hombres, ataviados con sus elegantes uniformes rojos y sus cascos dorados y sombreros forrados de piel. Más que soldados y guerreros despiadados parecían un grupo de caballeros recién salidos de un baile de salón. Nada parecía indicar que su propia muerte estuviera tan cerca.

El asalto.
Eran unos 670 jinetes con sus monturas. Comenzaron la carga lentamente, al trote. Se iban acercando cada vez más a la entrada del valle en perfecto orden y formación. Cuando llegaron al pie de las colinas que formaban la entrada al valle, un grito dio la orden “¡al galope, a la carga!” Desenvainaron sus sables y empuñaron sus lanzas mientras sus caballos corrían como desquiciados hacia los cañones mientras sonaban las trompetas y los gritos para infundir valor.

Entonces comenzaron los disparos. Cientos de fusiles rusos escupieron sus balas contra la caballería desde todos los ángulos, mientras la artillería hacía fuego a discreción. Parecía el infierno. Era como si cada disparo ruso diera en el blanco. En cuestión de segundos decenas de caballos y sus jinetes cayeron al suelo derribados por la lluvia de fuego y metralla que caía sobre ellos. Pero el resto seguía con la carga a pesar de todo con un valor suicida y desesperado. Con cada descarga iban cayendo más y más jinetes y caballos. Los elegantes soldados de tan sólo unos minutos antes se convirtieron en sangrientos cuerpos, la mayoría inmóviles, mientras que los terribles gritos de guerra se transformaron en horribles lamentos acallados por las constantes detonaciones que se concentraban en el interior del valle. Tan sólo un puñado de afortunados consiguió sobrevivir a esta locura y pudo regresar a sus líneas.

Los supervivientes.
Esta fue la famosa carga de la Brigada Ligera, un acto de locura e irresponsabilidad como pocos antes se habían producido en la historia militar y que no había servido para nada, excepto para matar a los mejores soldados del ejército británico. Pero lo más grave fue que nunca se dio la orden de atacar el valle. Lord Lucan había interpretado mal una orden y mandó cargar sin pensar en las consecuencias. Nunca sería castigado por ello. Es más, incluso fue ascendido y llegó a mariscal de campo –el máximo cargo del ejército- antes de morir como un anciano en su casa muchos años después.


La locura de la carga sería interpretada como un ejemplo de valor y sacrificio. Poemas, películas y libros lo celebrarían como una gesta hasta varias generaciones después. Pero la carga, así como la guerra de Crimea, no sirvieron para casi nada. Eso sí, Rusia dejó de atacar a los turcos y Constantinopla sigue siendo Estambul, la ciudad más emblemática de la moderna Turquía.


1 comentario:

  1. Dani_Pajarrako10:12

    ¿Por qué los más incompetentes son los que llegan más lejos?

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