28/6/11

El largo viaje de la perla 'peregrina'

Liz Taylor con la 'peregrina'.
Las perlas fascinan no solamente por su valor económico sino por su belleza y en muchos casos perfección estética. Hay muy pocas realmente valiosas y perfectas, por lo que siempre han estado reservadas para los más privilegiados. Reyes, príncipes y ricos las han lucido durante siglos y mantenido a buen recaudo durante generaciones. Pero hay una perla inquieta, que a su enorme valor se suma una historia apasionante. La llaman la ‘peregrina’. Haciendo honor a su nombre -aunque en hace siglos 'peregrina' siginificaba valiosa-, su forma de lágrima esculpida por la naturaleza ha pasado, desde que fue descubierta hace quinientos años, de adornar los vestidos de la familia real española a decorar el escote de la recientemente fallecida Liz Taylor. Su historia comenzó hace casi quinientos y a punto estuvo de terminar de forma trágica: devorada por un caniche.

A comienzos del siglo XVI Panamá fue conquistado por la monarquía hispánica. Los primeros españoles que se asentaron en esa tierra fueron allí fundamentalmente a buscar las riquezas y el honor que no encontraban en su patria, y en muchos casos ciertamente lo encontraron. Cerca de la colonia panameña había y hay un archipiélago que llaman las ‘islas de las perlas’, y allí fue donde un día un esclavo encontró una con forma de lágrima de 58,5 kilates. Su amo se la quedó y fue pasando de mano en mano hasta llegar a poder de las autoridades de Panamá. Fue el Aguacil Mayor, Diego de Tebes, el que la trajo a España y se la regaló a Felipe II. La ‘peregrina’ pasó a formar parte del tesoro real español.   

Isabel de Valois con la perla en la diadema.
La ‘peregrina’ es probablemente una de las perlas más pintadas de la historia, ya que aparece pintada en la mayoría de los retratos de los reyes y reinas de los siglos XVI a XVIII que cuelgan en el Museo del Prado. Ya sea como colgante, o prendida de un cinturón o de un sombrero, esta gema acompañó a generaciones de monarcas en sus ‘fotografías’ para la posteridad. La ‘peregrina’ formaba parte de la realeza española, simbolizaba su esplendor y su continuidad. Mientras estuviera la ‘peregrina’, todo iría bien para la monarquía española.

Y todo fue bien hasta la Guerra de Independencia. En 1808 los soldados de Napoleón ocuparon España y destronaron al rey Carlos IV y a su heredero Fernando VII. Ambos fueron llevados a un exilio dorado en Francia mientras que el hermano de Napoleón, José Bonaparte, fue proclamado rey de España. Como rey tuvo acceso a las joyas reales, entre ellas la ‘peregrina’. Por eso se la llevó de España cuando tuvo que huir unos años más tarde de las tropas inglesas y españolas que le perseguían tras la derrota de los franceses.    


Una perla 'burguesa'

A partir de ese momento la ‘peregrina’ se despidió de los regios salones y de los retratos reales para empezar una nueva vida como perla de la burguesía. José se la llevó consigo a su exilio en Norteamérica y después a Francia. Al morir se la legó a su sobrino, que también se llamaba Napoleón. En 1848 el sobrino fue elegido presidente y poco después se nombraría a sí mismo emperador, como su ilustre tío, pero para ello necesitaba dinero. La ‘peregrina’ se lo proporcionó, y a cambio pasó a formar parte de la colección de un marqués.

Felipe III con la perla en el sombrero.
A comienzos del siglo XX la perla acabó en manos de una joyería en Londres. Los joyeros sabían que la monarquía española estaba interesada en recuperarla, así que hicieron una oferta. Pero esta debió ser demasiado cara para el rey Alfonso XIII, que prefirió comprar otra gema parecida para regalársela a su mujer. Esa iba a ser a partir de ese momento la perla ‘oficial’ según la monarquía.  

Había dos perlas ‘peregrinas’ circulando, pero la Casa Real española debía saber que la suya no era la verdadera, ya que años más tarde un representante suyo trató de comprarla en una subasta en Nueva York en 1969. Pero perdió la puja frente al actor Richard Burton, que se la regaló a su amada, la actriz Elizabeth Taylor. La monarquía española nunca más trató de recuperarla y se aferró a la versión de que la perla de la actriz era falsa, que ellos tenían la verdadera. Verdadera o no, la ‘peregrina’ de Liz Taylor estuvo decorando el escote de la actriz durante años que la lucía con orgullo en sus actos públicos e incluso en sus películas.

¡Menudo viaje el de la ‘peregrina’! De símbolo de reina a actriz tras quinientos años en los que no faltó de nada: guerras, exilios, fiestas y subastas. Un periplo digno de una joya perfecta que sufrió los avatares de la historia de Europa. Pero la ironía quiso que este intenso viaje tuviera un final escatológico. Cuenta una anécdota que una noche en un hotel de las Vegas la ‘peregrina’ se escapó del cuello de Liz Taylor. Cayó sobre una alfombra tupida en la que resultaba imposible encontrarla, así que la actriz se descalzó para localizarla con el tacto de sus pies. Pero su caniche fue más rápido. La descubrió y empezó a mordisquearla.

Quinientos años después de ser descubierta en Panamá, de haber acompañado a los reyes y reinas del imperio más poderoso de la época y de haber pertenecido a la más alta burguesía europea, la ‘peregrina’ casi acabó en el estómago de un perro.   

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